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Pedir perdón

"Si sabemos que fue un grandísimo y trágico error, ¿por qué nos cuesta tanto a los del 'eme', además de aceptarlo, pedir perdón?", escribe el ex combatiente del M-19 Diego Arias.

Diego L. Arias T.*
12 de febrero de 2006

Hace cinco años, en un aniversario de los trágicos hechos del Palacio de Justicia, tomé la decisión individual de promover entre algunos de mis ex compañeros de armas la discusión sobre si deberíamos pedir perdón por ese hecho. Independientemente de no haber estado en la toma de decisiones sobre esa acción, creía y creo que a todos, como organización político-militar que fuimos, nos corresponde asumir una responsabilidad política y también moral. Pero entonces la cosa no fue nada fácil.

Esta reflexión personal estaba asociada, en mi caso, a una urgente búsqueda espiritual de respuestas a ese tema, pero también a muchos otros vinculados a la condición humana. Entre muchos de mis compañeros existe la convicción de que la discusión del Palacio de Justicia es política, lo cual yo también comparto. Sólo que no creo que sea exclusivamente política pues, además de político, creo que el asunto es profunda y esencialmente humano.

Lo máximo que hemos avanzado en el M-19, como grupos o individuos que nos reconocemos en ese antiguo proyecto político, es el entendimiento de que aquel acto fue un error. Pero ahí viene la discusión. Un error, sí. Pero algunos quieren escribirlo en minúscula, entre líneas, como para que no se lea. Yo creo que fue un ERROR, un gran error, escrito en mayúsculas, frente al cual, luego de 20 años, apenas ahora la Nación decide por fin reconocerlo, mirarlo cara a cara para enfrentarlo, esclarecerlo y ojalá, trascenderlo.

Como error le cabe responsabilidad al M-19 por la toma, y al Estado por la retoma. A ambos cabe la responsabilidad por el resultado final. La del Palacio de Justicia es una situación muy compleja que se desarrolla en múltiples dimensiones (políticas, militares, jurídicas, éticas) y de la cual apenas si ha surgido una historia "oficial". Esa supuesta "historia" está incompleta y más que un relato fidedigno y esclarecedor es una versión manipulada que aspira a endilgar al M-19 la exclusiva responsabilidad por todo lo sucedido, incluido el desenlace final, evadiendo así la propia responsabilidad, la del Estado, la oficial. Pero otras historias y otros relatos comienzan a tener un lugar ya visible, bien desde la academia, los especialistas o las propias víctimas y sus familiares. También tengo entendido que algunos de mis compañeros, encabezados por Gustavo Petro, presentarán en pocos días una versión rigurosa y ordenada de los hechos. Es deseable que este trágico hecho tenga un punto final dado por su esclarecimiento total. La comisión creada por la Corte Suprema de Justicia para el efecto tiene en sus manos esa posibilidad. A la Nación, en su conjunto, le corresponderá hacer los análisis, sacar conclusiones y emitir un juicio histórico.

Pero, creo yo, honestamente, que independientemente del resultado de esa investigación, incluso antes, los excombatientes del M-19 debemos pedir perdón por haber realizado esa acción. La magnitud de la tragedia y el dolor individual y colectivo inflingido así lo demandan. Algunos han expresado "disculpas" junto a la aceptación del "error". Yo digo que hay que ir mas allá. Pedir perdón enaltece, cura, repara y hace posible la reconciliación. Es, por lo demás, absolutamente necesario, indelegable e impostergable.

Si sabemos que fue un grandísimo y trágico error, ¿por qué nos cuesta tanto a los del "eme", además de aceptarlo, pedir perdón? ¿No honraría acaso ese gesto honesto la más profunda convicción de paz y reconciliación que motivó la firma del Acuerdo de Paz y lo que bien le hemos aportado a la Nación en todo este tiempo? ¿Y no es algo acaso que esperan y merecen las víctimas?

Verdad, justicia y reparación son reclamos de la sociedad en el proceso paramilitar, y en el futuro, con la guerrilla. Se que esta sola comparación (guerrilla-paramilitares) a muchos resulta inaceptable y toda una ofensa, pero cuando la perspectiva del asunto se asume desde la víctimas, la diferencia resulta francamente irrelevante.

Siento que lo de Palacio no está en el pasado. En la medida en que sigue sin esclarecer y sin cerrar, el hecho está tan presente y vivo como si fuese ayer. Es como una presencia fantasmal que regresa con más fuerza y dolor año tras año, en espera de ser reconocida y entendida. Una herida en el alma nacional que requiere ser curada, porque aún duele demasiado y porque puede ser parte de las claves para encontrar el camino de nuestra propia historia, de nuestro porvenir como sociedad y de la reconciliación como nación.

La verdad histórica la necesitamos todos. Es parte del proceso de pedir y ofrecer perdón. Esta tarea es de los actores centrales de ese pedazo de la historia. En lo que a nosotros corresponde, no creo que sea bueno ni que sirva perderse en argumentos ("contexto histórico", "condiciones de lucha", "yo no estaba en ese momento", "no hacía parte", etc.) para justificar lo injustificable. Este lugar es el que suelen ocupar los ofensores y los perpetradores, los peores criminales y violadores de Derechos Humanos, y tengo la certeza de que ese no es nuestro caso.

El reconocimiento de la historia y de los colombianos será solo para aquellos hombres y mujeres  que sean capaces de hacer la paz y no la guerra, pero, sobre todo, para aquellos que vayan mas allá, bastante mas allá, que son los que recorren y hacen posible que con otros se transiten los caminos de la reconciliación.

* Ex combatiente del M-19