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Pequeños gigantes

El trabajo infantil no da tregua en Colombia. Uno de cada cinco niños en el país tiene que trabajar. Más de 200 mil lo hacen en condiciones de esclavitud y cerca de 200 mil más son explotados sexualmente en sus trabajos.

Carlos Arango y Élber Gutiérrez Roa
15 de junio de 2006

El trabajo infantil está prohibido por las Naciones Unidas, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Constitución Nacional, el Código del Menor, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y centenares de disposiciones nacionales e internacionales que regulan tanto los derechos de la niñez como las normas laborales.

Pese a esta reiterada orden, más de 2 millones y medio de niños y adolescentes colombianos trabajan diariamente –con o sin remuneración- para ayudar a mantener sus hogares. Peor aún, lo hacen en actividades que los exponen permanentemente a riesgos físicos y sicológicos como los de la esclavitud, la explotación sexual o la vinculación a la guerra. Más de 200 mil trabajan como cultivadores de hoja de coca, 200 mil más lo hacen en actividades mineras de alto riesgo, 195 mil más en la industria y otros 187 mil en el comercio (en su mayoría callejero).

Los niños generalmente trabajan para aliviar la pobreza en que viven sus familias y en la mitad de los casos, deben abandonar la escuela.

Contrario a lo que muchos creen, los casos de abuso laboral contra menores de edad ocurren más en las ciudades que en el campo. Según el DANE, sólo el 30% de los niños trabajadores están en el área rural, mientras que un estudio publicado por UNICEF y la ONG Save the Children señala que en las siete principales ciudades del país 323.000 menores trabajan en servicio doméstico o en hogares ajenos. De ellos el 90% son niñas y el 10% niños.

Jhonatan Castro Mesa, tuvo que trabajar desde los ocho años y a los 14 ya se ha salvado varias veces de ir a parar a los hogares del Icbf. Esta es su historia.