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¿Perder el trabajo profesional a los 50 años?

Ángela María Pérez le pone buen humor a la tragedia de ser despedido en la segunda mitad de la vida.

Ángela María Pérez Moreno
28 de febrero de 2006

A muchos les ha pasado, es un infarto cerebral instantáneo, lo llaman a gerencia, le inventan una serie de motivos para prescindir de sus servicios, le dan las gracias por su colaboración y fidelidad a la empresa, le entregan una carta para reclamar prestaciones y…el exjefe, que ya lo es, alarga su mano y con una sonrisa forzada le dice: hasta luego, recuerde que estoy siempre para servirle.

Viene la infaltable caja de cartón, usted coloca en ella todos sus recuerdos de trabajo, las fotos de la esposa y los hijos, y los calendarios que le regalaron los buenos clientes. Empiezan las despedidas de los vecinos de puesto de trabajo. Usted preferiría irse sin hablar con nadie, todavía no ha digerido su nuevo estatus de desempleado con cero posibilidades de conseguir uno nuevo.

A veces se escapan lágrimas, pero la verdadera llega cuando usted hace su entrada derrotado a casa y lo saluda su mujer: -¿Tu aquí a estas horas? Y usted responde: -Sí mi amor, tal vez para siempre.  

Ya el hielo familiar está roto, comienzan a barajarse opciones, que llamar a fulanito, que tal vez zutanito sepa de algo, pero lo primero es lo primero: -¡A cobrar las cesantías! No eran muchas, pero darán para tres meses de acuciosa búsqueda de empleo. Usted confía en que será el tiempo suficiente y nada pasará.

Fulanito y zutanito se enteraron de la noticia, usted tiene 50 años y está desempleado, es decir, “les caerá...”. Encontrará que las secretarias de sus “amigos” son muy prudentes, el jefe no está, siempre no está.  Descartados fulanito y zutanito. ¡A sacar la hoja de vida!  -¡Miércoles!, que larga está y en un solo trabajo, fueron veinticinco largos años que ahora lo dejan en el limbo. ¿Y la universidad cara de la muchachita? –Bueno ya veré, dice usted, tal vez un crédito... Pero sin ingresos no se lo van a otorgar.

Cincuenta hojas de empleo, bien empastadas, todas en fino papel de algodón, con su cubierta primorosa, para repartir en departamentos de personal de las empresas que antes eran sus clientes. Pasan los meses, uno, dos, todavía queda dinero para sobrevivir. La Gorda, su mujer, que nunca trabajó se empieza a preguntar si ella puede hacerlo, al fin y al cabo no llega todavía a los 45 años y empieza con su preparación de la hoja de vida. Sorpresa, después de la universidad no hizo nada. Es una hoja en blanco.

Le hablan del empresarismo y se dice, -si, por qué no, tengo experiencia y mis clientes son míos, los hice yo. A echar rayas, diseñar una empresita que dé para vivir. Es Administrador financiero, entonces  decide crear una firma de consultorìa financiera. Empieza a llamar a los exclientes y les anuncia: - Me independicé, Ala, ya era hora, ¿no crees? Y el amigo excliente finge creerle que se “independizó”, al fin y al cabo es buena gente.

Le llegan dos o tres clientes, usted evalúa una  tasa de crecimiento de su microempresa, de su invento de supervivencia y se da cuenta que es imposible sobrevivir con eso. Entonces su mujer, que es una estupenda cocinera le propone que trabaje esos clientes y que ella promocionará unos ponqués maravillosos con sus amigas.

Curioso, el negocio de los ponqués está funcionando, y usted termina experto en ponqués! Nueva profesión: repostero. Finalmente el negocio de los ponqués llegó a su nivel más alto de ventas y no es suficiente el dinero que producen para vivir su familia, junto a las tres consultorías que hace.

Empieza a visitar las “Bolsas de Empleo”, 300 hojas de vida y las sendas entrevistas de trabajo. En todas la misma respuesta: Que pena con usted pero necesitamos a alguien “más joven”.

Empieza a desesperarse, hasta que explota. Llega la depresión, el siquiatra sin EPS, cuya cita vale “tres ponqués”, cura de descanso para un sugerente estrés postraumático. Bonito nombre para la enfermedad, ¡suena a víctima! Mínimo un año de siquiatra quincenal de a tres ponqués son la módica suma de  156 ponquès en el año.

Usted se ha dado cuenta, la unidad adquisitiva suya ya no es el peso, se llama “ponquè” y depende de la temporada, se ganan más “ponqués”, en épocas de fiestas, en Navidad y habrá una pequeña cosecha “traviesa” de los concebidos en Diciembre, que siempre sucede en Agosto.  Si, por eso en Agosto, la gente hace su “Agosto”. ¿No lo sabía?

Le propone su mujer que vendan el apartamento, que se pueden ir a uno más modesto que venden a las tres cuadras, solo es un “poco” más pequeño, pasa de 120 metros cuadrados a solo 80, pero se acomodarán con paciencia. Dale mujer, a vender el apartamento. Se vende. Se convierte la diferencia en CDT,  ¡eso no da nada y yo que se los recomendaba a los clientes!

A jugar con acciones, menganito es experto y él lo ayudará. Ruleta. A eso juega y usted lo sabe, pero el desespero es enorme y hay que exponer el capital familiar. A la primera jugada en bolsa todo le sale bien, le pierde el miedo, se ganó unos buenos “ponqués” que servirán para pagar el crédito de la universidad de la hija. Pero por favorrrrrrrr no lo intente más, suerte no hay dos veces. Y finalmente:

USTED DECIDE BAJAR DE ESTRATO Y PASAR DE SER EL DOCTOR DE LAS INVERSIONES A EL SEÑOR DE LOS PONQUÈS!!!

Pasó el estrés postraumático, se cambió por resignación con dignidad.

EMPLEO NUNCA HABRÁ!