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Perdido en el Amazonas

La mamá del franco-español Marc Javier Beltra, desaparecido en el Amazonas hace un año, contó a SEMANA.COM la incansable búsqueda de su único hijo.

María Fernanda Moreno
5 de diciembre de 2004

Aunque en este momento hay más de dos mil personas desaparecidas y secuestradas en Colombia, el caso del franco-español Marc Javier Beltra es particular. El 2 de diciembre cumplió un año de estar desaparecido. Nadie ha pedido rescate por él y aunque desapareció en Leticia, en la frontera con Brasil y Perú, en julio alguien lo vio en Putumayo. Desde entonces parece que se lo hubiera tragado la tierra.

Su madre Françoise Olivés, dejó su vida en Francia y en febrero viajó a Leticia a buscarlo. En un español fluido, habló con María Fernanda Moreno, de SEMANA.COM, sobre su hijo, su vía crucis en Colombia y las razones por las que está segura de que él está vivo.

"Marc es un muy buen estudiante. Estaba preparando una maestría en filología en español en La Sorbona y vivía conmigo en París. Como le gustan mucho los viajes, quiso hacer un intercambio universitario para descubrir otro país. Quería conocer las comunidades indígenas, los diversos idiomas, cómo viven y además hacer un reportaje fotográfico para Unicef sobre los niños de estas comunidades.

A sus 21 años, consiguió un contrato universitario por un año en la Universidad Javeriana de Bogotá como profesor de francés y viajó a Colombia. Me escribía por mail todas las semanas para decirme que le gustaba mucho el país, que tenía muchos amigos, que era un lugar muy bonito y que estaba feliz.

También me habló de querer ir al Amazonas en las vacaciones. Sus planes eran irse por el río Javarí para acercarse a las comunidades indígenas. También quería probar el yagé. Eso no me lo dijo a mí, pero sí a su hermana.

En noviembre de 2003, Marc me escribió un mensaje que decía: "Mamá, ya estoy listo, ya me puse todas las vacunas, me compré el toldillo y estoy preparado para irme al Amazonas. Te escribiré al volver para contarte". Ese fue el último mensaje que recibí de él.

Después de la Navidad, la embajada en Bogotá me llamó a Francia a preguntarme si tenía noticias de mi hijo. Yo respondí que no, pero que estaba tranquila, porque tenía entendido que la comunicación era difícil en la zona. No estaba nada preocupada.

Pero el 4 de enero le mandé un mail felicitándolo porque estaba cumpliendo 22 años y no me contestó. Eso me sorprendió un poquito, porque Marc es muy apegado a la familia. Yo estoy separada desde hace varios años y vivo sola con él. Mi hija vive en España. Entonces estamos todos muy cerca, incluso con mis hermanos y mi madre que está mayorcita y enferma.

Por eso me preocupé. Esperé algunos días y llamé a la Embajada de Francia para preguntarles si tenían noticias de mi hijo. Esa vez fueron ellos los que respondieron que no y que no estaban preocupados, pues las clases empezaban hasta el 15 de enero para los profesores. Entonces me dijeron que hasta esa fecha no se preocuparían.

El 16 ó 17 de enero, me volvieron a llamar y me confirmaron lo que temíamos. En realidad fueron los amigos de Marc los que alarmaron a la embajada. Marc tenía que llegar a Bogotá el 15 de diciembre para irse a un viaje a La Guajira con ellos.

La Embajada no reaccionó rápidamente. Creo que hubo una pérdida de tiempo, porque al fin y al cabo cuando me dijeron que mi hijo había desaparecido había pasado más de un mes desde que se le vio por última vez. Yo esperé en Francia un rato, organicé mis cosas allá y decidí venirme a Leticia en febrero a buscarlo.

Aquí comencé a buscar y di con gente que lo conoció, entre ellos, algunos estudiantes de la universidad de Leticia. Yo llegué con mi hermano y mi hija y empezamos como locos a pegar fotos en Leticia, en Tabatinga (Brasil) y a ir por el Javarí a preguntar en cada una de las comunidades.

Al principio es difícil saber qué hay que hacer en estos casos. Hablamos con la policía, le avisamos a todas las autoridades. Yo trabajo en Francia en investigación agraria y tengo muchos contactos con antropólogos que trabajan en el Amazonas. Cuando llegué comencé a mandarles mails con las fotos de Marc. Nos movimos mucho. Yo sigo haciéndolo aquí sola, pues mi hermano y mi hija ya se regresaron.

La policía colombiana ha hecho mucho, en la medida de los posible, pues aquí faltan muchos medios. La gasolina es muy cara, todo es muy limitado y es una zona peligrosa. Además no podemos coger un avión y sobrevolar el lugar, porque son sólo árboles, no hay caminos, no hay nada. Además está la guerrilla y los narcotraficantes. Las autoridades colombianas han hecho lo que han podido. Brasil también se ha movido mucho.

Yo en verdad estoy muy enfadada con el gobierno francés que no ha hecho nada. Porque por ejemplo, hace poco salió en la primera página de El Tiempo que más de 500 personas manifestaron en París por la liberación de Ingrid Betancourt. Y de Marc Beltra ni se ha hablado. En cambio, en esta pequeña ciudad y con los pocos medios que tienen las autoridades colombianas, han andado 18 kilómetros adentro de la selva, han estado buscando en varias zonas.

Por eso está claro que si mi hijo estuviera cerca del río, hace tiempo lo hubiéramos encontrado. Cualquier pescador hubiera avisado que en la zona hay un europeo perdido. Por eso creo que Marc se ha perdido o lo han secuestrado, y está muy adentro en la selva. Nadie va allá a buscar a nadie.

Pero no creo que esté secuestrado. En cuanto se conoció la desaparición de mi hijo, la embajada de Francia se puso en contacto con las Farc y dijeron que no lo tenían. Incluso se ofrecieron a ayudarlo a buscar, me imagino que quieren tener buena imagen. Y la verdad es que las Farc cuando secuestran a alguien lo que quieren es plata. A nosotros nadie nos ha pedido dinero.

En Bogotá estuve hablando con el director de Derechos Humanos de la Vicepresidencia, he estado mandando mails a la Cruz Roja Internacional, a Médicos sin Fronteras. Hemos hecho mucho. Y ahora mismo hemos conseguido el permiso para que la policía criminal de París investigue aquí para determinar qué ha pasado con Marc y que guíe la investigación. Ellos llegaron hace unos días.

Las pruebas

Pusimos como fecha de su desaparición el 2 de diciembre, porque ese fue el día que lo vio por última vez una de las únicas personas que se ha atrevido a hablar. Se trata de una señora que tiene una tienda de artesanías a la que parece que mi hijo iba a ver casi todos los días para preguntarle sobre el río y las comunidades indígenas. Así entablaron una amistad.

Ella se acuerda muy bien que un 2 de diciembre en la mañana, a eso de las 9, Marc pasó delante de la tienda con su mochila y le dijo: "Adiós paisana, me voy, ya vendré a verte cuando vuelva". Ella le preguntó: "¿Te vas mucho?" y él contestó: "No, una semanita y vuelvo". Esa fue la última vez que alguien dice haberlo visto.

Estoy segura de que no se fue solo. El río es peligroso, hay que coger barco y para eso se necesita un motorista o un guía. Pero nadie ha dicho nada, nadie quiere decirme la verdad. Sé que alguien sabe. Leticia es un lugar muy pequeñito, europeos no hay tantos.

A estas alturas no tenemos pistas, a pesar de mis esfuerzos y los de las autoridades que trabajan conmigo desde mi llegada.

Además de eso, la única prueba real que tenemos es que selló la entrada de Brasil el 27 de noviembre. Pero las autoridades colombianas y yo estamos seguros de que está en Colombia. Leticia es un puerto. Aquí, andando incluso en bicicleta, se pasa a Tabatinga, que es la continuación de Leticia, solo que ya es Brasil. No hay que pasar por ninguna aduana ni nada. Y cuando uno quiere viajar por el Javarí y no es brasileño, tiene que pasar por la policía federal y hacer sellar su pasaporte. Pero después del trámite, uno puede volver a Leticia y pasar dos días más hasta el día de la partida.

Yo creo que eso fue lo que hizo Marc: selló su pasaporte para estar tranquilo y pasó algunos días más en Leticia.

Aparte de eso, en agosto tuvimos una cosa bastante fuerte. El papá de Marc vino a verme y nos fuimos 10 días por el Javarí para conocer todas las comunidades del lado peruano y brasileño.

Cuando volvíamos, paramos en un sitio cerca de Leticia porque no podíamos regresar de noche. A las 10 de la noche llegaron al lugar donde nos hospedábamos, cuatro pescadores peruanos que vivían en una aldea brasileña y que habían pescado una bolsa de plástico. En la bolsa estaba toda la documentación de Marc: el pasaporte, el carné de la Javeriana, su toldillo, un cuchillo bastante nuevo, sus dos libros. Aunque suena una broma, uno de ellos era Perdido en el Amazonas; una ropa en un estado lamentable, completamente lacerada a golpes de cuchillo y tres camisetas en perfecto estado.

También estaba su mochilla cortada con unas tijeras -creo es que esto fue cortado para que cupiera en la bolsa-. Además un pantalón en mal estado y una bolsita de lona que él usaba. Todo esto estaba lleno de tierra y con una piedra muy pesada, me imagino que para que se hundiera en el río.

Lo que pasa es que en agosto el Javarí estaba muy bajo. Pero eso no puede ser catalogado como una prueba de que está vivo o de que está muerto, porque en este momento ni la policía francesa sabe qué significa. Según ellos, la tierra y la piedra encontradas en la bolsa no son de esta zona sino de más arriba.

Antes de eso, el 25 de julio, tuvimos otra pista. Alguien aseguró haberlo visto en el Putumayo, en un sitio que se llama Puerto Leguízamo. El informante dijo que lo vio con otro chico de pelo largo. Ambos llevaban una bolsa con un montón de gafas de plástico, como las que se le regalan a los indígenas. Eso nos pone a pensar muchas cosas. A lo mejor lo han cogido unos traficantes y lo van moviendo de sitio a sitio.

Un investigador de la Embajada de Francia viajó a Puerto Leguízamo y encontró al informante. Es un tipo joven que dice estar segurísimo de que era Marc. Y eso es un avance. Ahora Puerto Leguízamo está lleno de fotos de mi hijo.

Desde que estoy aquí ha pasado algo que es muy duro para mí y es que pareciera que tuviera muchos hijos. Como Marc tiene una apariencia un poco hippie, el pelo un poquito largo y tiene barba, se parece a muchos chicos. Yo al principio fui a muchas partes donde me decían que había alguien con esa apariencia. También le pagué dinero a gente que decía saber dónde estaba y al final resultaba defraudada. Pero la persona en el Putumayo parece ser confiable.

La esperanza

Yo soy europea. La verdad es que no creo mucho en espiritismo. Pero cuando uno vive aquí empieza a creer. Desde que estoy aquí he visto a algunas personas que practican este tipo de cosas. Y, salvo dos, ninguna me ha dicho que Marc está muerto. Todo el mundo lo cree vivo. Eso a mí me da mucha esperanza. Lo que sí creo es que después de un año, el pobre debe estar bastante enfermo. También creo que pudo haber perdido la cabeza.

Es que, como dije antes, Marc quería probar el yagé. Yo lo probé y no me hizo nada. Su hermana lo probó y lo vio vivo, riendo, lavando ropa en el río. Y el chamán nos dijo que cuando uno lo ve, es porque está vivo.

Pero también me explicaron que si el yagé está mal preparado, uno puede perder la memoria, su identidad y la noción del tiempo. Pienso que eso también le ha podido pasar a Marc. Porque si él hubiese tenido la más mínima ocasión de darme una noticia, lo hubiera hecho. Por eso creo que está perdido geográfica y mentalmente.

Mientras tanto, no es fácil estar aquí tanto tiempo. Pero tengo la suerte de recibir mucho cariño de aquí, sobre todo de los estudiantes de la universidad. Me llevan a ver películas a la universidad, me invitan a comer. La gente en Colombia es encantadora.

Ahora estoy contenta porque la policía de Francia está aquí. Es gente muy profesional que tiene 20 años de experiencia. Creo que gracias a ellos voy a tener un poco de tranquilidad. Después veremos dónde vamos a trasladar la búsqueda, si a Perú, si a Brasil o si seguimos aquí en Leticia o en Putumayo.

Ellos me ayudarán a romper la ley del silencio que existe. No puede ser que nadie sepa dónde está mi hijo. Eso duele porque estoy segura de que alguien sabe y puede ahorrarme este dolor".