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Pésimo análisis

A los politólogos y analistas de temas electorales les fallaron los cálculos y resultaron quemados en su intento por obtener una curul en el Congreso.

Élber Gutiérrez Roa
15 de marzo de 2006

En Colombia es célebre un viejo dicho de las abuelas según el cual es más fácil criticar que hacer las cosas. Así parecen haberlo comprobado seis versados analistas colombianos, quienes en esta campaña electoral decidieron dejar de lado sus críticas y recomendaciones a los políticos para montarles competencia por una curul en el Congreso. No sólo no lo lograron, sino que su derrota fue tan aplastante que varios de ellos ahora se cuestionan por haberse arriesgado en un terreno tan complicado.

La derrota de los analistas demuestra, como ya se dijo, que las abuelas tienen razón. No es lo mismo dar consejos sobre política que aventurarse en una campaña con correrías interminables, agotadoras jornadas en la plaza pública y elevados gastos económicos. Pero en casi todos los casos esas mismas derrotas tienen su explicación en la falta de maquinarias y la inexperiencia práctica en temas sobre los que a diario teorizan.

Casos como el de Iván Marulanda, quien se quemó en la lista liberal con 3.410 votos (16.000 menos que Cecilia López, quien sacó la última curul del partido) demuestran que por mucho que se aspire al voto de opinión también hace falta un aparato político propio que compita con el de los integrantes de la misma lista. Marulanda es un respetado columnista quien sin duda conoce cómo funciona la maquinaria, pero no tuvo una campaña publicitaria de impacto (no necesariamente costosa), punto en el cual se ubican algunas de sus fallas como candidato.

En el Polo Democrático también hay ejemplos. Daniel García Peña, director de la ONG Planeta Paz, y Otty Patiño, columnista de El Tiempo, vieron frustradas sus intenciones de llegar a la Cámara por Bogotá y Valle, respectivamente. García Peña tuvo más respaldo en los medios de comunicación, mientras que la candidatura de Patiño parecía tener más respaldo social. A ambos les hizo daño la competencia contra los pesos pesados de la política local quienes, incluso en su misma lista, contaban con aparatos políticos más grandes. García Peña, por ejemplo, perdió frente a Clara López, candidata del Polo respaldada por el alcalde Lucho Garzón.

Igual situación ocurrió con el candidato liberal Jaime Castro. Ex alcalde, ex ministro, ex constituyente y desde hace varios años columnista permanente de RCN Radio, este veterano de la política tuvo en su contra el surgimiento de nuevas figuras políticas en Boyacá, su tradicional zona de influencia. Castro no alcanzó a sacar 20 mil votos, lo que significa que quedó a más de 12 mil de Cecilia López. Es difícil que una catástrofe electoral de este tipo incida en la respetabilidad que tiene como analista. De hecho los políticos viven de remontar derrotas electorales. Pueden ganar, perder y luego volver a ganar. Así es la política.

Del mismo departamento y con cero experiencia en política activa es Alfredo Rangel, un referente obligado cada vez que los medios de comunicación quieren interpretar los movimientos de la guerrilla o las estrategias del paz del gobierno. Pero ser uno de los analistas más mediáticos de los últimos años tampoco le sirvió para llegar al Senado. Rangel obtuvo 76 votos en su tierra y sólo 780 en Bogotá, el centro de opinión más importante del país. Su votación total (2.062) es 11 veces menor que la de David Char, quien obtuvo la última curul de su partido. ¿Cuál fue la falla en su caso? La campaña de Rangel se basó en la imagen de intelectual del candidato partiendo de la base de que ya era conocido en ese nicho poblacional. Pero había muchos candidatos disputando el voto de opinión y a Rangel le faltó mayor promoción en otros grupos de opinión. Era un candidato con buena imagen, pero con poco reconocimiento mas allá del sector académico.

De la misma lista era Rafael Merchán, el ex director del Instituto de Ciencia Política presentado por Germán Vargas Lleras como la renovación de la política bogotana. Su inexperiencia en temas electorales lo dejó por fuera de la Cámara con solo 6.236 votos. Varios de los miembros de su campaña le hacen bromas parodiando la frase que la columnista María Isabel Rueda acuñó hace un mes para Rafael Pardo: “Lo conocían más antes de lanzar su candidatura”.

El caso de Hernando Gómez Buendía, segundo en la lista para Senado de los Visionarios de Antanas Mockus, es más difícil de evaluar por cuanto se trataba de una lista cerrada en la cual no se sabe cuántos votos tuvo cada candidato. Pero las equivocaciones de los anteriores candidatos aplican en este caso de manera colectiva. Además, la lista de Mockus no arrastró porque en Colombia casi nunca se cumple la premisa del voto endosable. La gente vota por Mockus, pero no necesariamente por su gente. El caso del uribismo en las recientes elecciones es la excepción que confirma la regla.

Los analistas se rajaron por sus cuentas equivocadas sobre la política pero tienen a su favor que, al haberla conocido por dentro, incrementaron sus elementos de juicio sobre el tema. Y de paso legitimaron aspiraciones futuras, como lo suelen hacer quienes saben de política electoral.