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Lynne, Gine y Kyle Stansell llevan casi cinco años esperando la liberación de Keith Stansell. Foto: Guillermo Torres

REPORTAJE

“Por primera vez sentimos que el gobierno está comprometido en la liberación de nuestros familiares”

¿Quién se acuerda de ellos? ¿Cómo viven a diario su enorme tragedia? Son los familiares de los tres ciudadanos norteamericanos secuestrados por las Farc y que esta guerrilla vigila como un tesoro para el intercambio humanitario. Semana.com los entrevistó a su paso por Colombia

César Paredes
27 de septiembre de 2007

Todas las noches se reúne con su esposa para rezar una plegaria que todavía no encuentra respuesta. George Gonsalves y su familia tienen que enfrentar el secuestro de su hijo Marc que, junto con Keith Stansell y Thomas Howes, está en poder de las Farc desde el 13 de febrero de 2003.

Cada pregunta que le hago es como una punzada. Baja la mirada y no puede evitar expresar en sus ojos el dolor acumulado. Su vida, al igual que las de cientos de familias colombianas, se ha convertido en un vía crucis. George Gonsalves habla de su devoción a la Virgen y cuenta que la fe es lo único que le permite sobrellevar la situación. Dice que “es muy duro” cuando se reúnen en familia, por unos segundos se siente impedido para seguir hablando.

El secuestro de un pariente une a tres familias norteamericanas que viajaron a Colombia con la intención de reunirse con delegados del gobierno para expresar su dolor, agradecer la iniciativa del acuerdo humanitario e intentar comprender la situación que atraviesa el país.

Cada día pasa lento como si fuera un rosario de sufrimientos para un grupo de norteamericanos que poco o nada sabían del conflicto colombiano. En total son seis los familiares de los plagiados que estuvieron en Bogotá, de la familia Stansell, Gine (padre adoptivo), Lynne (madre adoptiva) y Kyle (hijo); de la familia Howes, Mariana (esposa), Tomas Santiago (hijo) ‘Tomy’, y de la familia Gonsalves, George (padre).

Cuando la familia Stansell recibió la llamada del Departamento de Estado norteamericano para notificar el secuestro de su hijo, preguntaron cuánto duraría. Les dijeron que probablemente seis meses. “Nosotros no teníamos idea de lo difícil que sería. Seis meses nos pareció una eternidad. Miren el tiempo que ha pasado”, dice Gine sin comprender.

La única prueba de sobrevivencia que tienen estas familias la conocieron en septiembre de 2003, cuando Enrique Botero, un periodista, dio a conocer el video de una entrevista a los plagiados. Sin embargo, George Gonsalves menciona el encuentro que tuvieron con Frank Pinchao, este año, quien les contó detalles que dan cuenta de que permanecen con vida.

Luego de un encuentro con el presidente venezolano Hugo Chávez, en Caracas, tienen más optimismo por las iniciativas multinacionales en busca del acuerdo humanitario. Aunque todos coinciden en que en un comienzo había frustración debido a lo que ellos consideraban falta de interés por parte del gobierno de su país.

Pero ahora que saben que el presidente Chávez ha pedido que una delegación del partido demócrata participe en la reunión con delegados de las Farc el próximo 8 de octubre, que a su vez el presidente Uribe solicitó que la comisión estuviera acompañada del partido republicano, y que el embajador William Brownsfield está de acuerdo con cualquier iniciativa para la liberación de los secuestrados, sienten que se ha encendido una luz de esperanza. “Es la primera vez que sentimos que hay un interés real por facilitar las cosas”, dice Lynne.

El secuestro

En un avión, Stansell, analista de sistemas con Howes, piloto veterano en la guerra antidrogas, y Gonsalves, procesador de imágenes, sobrevolaban las selvas de Caquetá como parte de las operaciones del Plan Colombia para la erradicación de cultivos ilícitos, junto con Thomas Janis y el colombiano Luis Alcides Cruz. Ese día sintieron un ruido extraño en el motor que después se apagó. Sobre el hecho circulan dos versiones: que el avión fue derribado por las Farc o que se trató de un accidente.

En todo caso, Alcides y Janis fueron asesinados. Los demás fueron plagiados por el grupo guerrillero y hacen parte de los 2.211 que, según datos de Fondelibertad, fueron privados de la libertad entre 2002 y 2006, por las Farc. Desde ese entonces, los tres sobrevivientes se convirtieron en ‘cartas’ importantes para el posible intercambio humanitario, y el hecho se constituye en el peor drama para sus familias.

Las Farc en más de una ocasión los ha acusado de ser integrantes de la CIA. Sin embargo, “ellos no trabajaban como miembros del Ejército norteamericano, sino como contratistas de la empresa Northrop Grumman (una empresa privada que presta servicios al gobierno de ese país en la lucha antidrogas en Colombia y en Afganistán)”, explica George.

La pesadilla lleva cuatro años y medio en los que todo lo que implica la separación forzada de los seres queridos lo han tenido que sufrir estas familias. Una situación que cada día llama a más personas de la política colombiana y la extranjera. Lo único que esperan los seis visitantes es que les llegue el mensaje a sus familiares de que no los han olvidado y que se depongan los intereses políticos en aras de un gesto humanitario.

Ellos vuelven a sus diferentes residencias en Estados Unidos, no sin antes reconocer que Colombia es un “hermoso país”, y que todavía no acaban de comprender qué es lo que impide que haya paz, pero en el fondo, sienten que sus oraciones por fin están siendo oídas.