Home

On Line

Artículo

¿Que la paz no es posible?: El caso africano

Dos investigadores del Centro de Estudios Africanos del Externado explican algunas experiencias de construcción de paz en el continente negro

Jerónimo Delgádo Caicedo y Lina María Mejía*
1 de mayo de 2005

Desde el continente africano, generalmente estigmatizado por Occidente como desorganizado, conflictivo y marginado, surgen destacables experiencias de construcción de paz. Suráfrica, Rwanda y Sierra Leona han demostrado a la región y al mundo que, luego de décadas de conflicto armado, la paz sí es posible cuando se aúnan esfuerzos y recursos tanto nacionales como internacionales en pro de un proceso de reconstrucción nacional. Suráfrica comienza su proceso de segregación racial en 1910 y luego, en 1948, se instaura el Apartheid como política de Estado. Este sistema que planteaba un desarrollo separado entre la población negra y blanca, condenó al 88% de la población surafricana a la exclusión política, económica y social, garantizando únicamente el bienestar de la minoría blanca. El conflicto se agudizó con el surgimiento de una oposición organizada y con la creciente represión del gobierno. Para el caso de Rwanda, luego de la descolonización belga comienza una lucha por el poder entre dos grupos: los Hutus y Tutsis. El gobierno, en manos de los Hutus comienza una política de violencia contra los Tutsis, que genera la planeación y ejecución de un genocidio que acabaría con cerca de 1.000.000 de rwandeses en tres meses. En Sierra Leona, la violencia se generalizó desde el surgimiento del Frente Revolucionario Unido - FRU - que, con el apoyo de Charles Taylor, ex presidente de Liberia, inició una guerra en contra del gobierno. Como consecuencia del conflicto, entre 10.000 y 15.000 personas perdieron su vida y 2´000.000 - aproximadamente la mitad de la población - se vieron obligadas a abandonar su país. Distintos caminos se han abordado en estos tres países, Suráfrica optó por una Comisión para la Verdad y la Reconciliación; en Rwanda se instauró un Tribunal Penal Internacional; y en Sierra Leona, se establecieron las dos figuras anteriores de forma paralela. La Comisión y El Tribunal surgen como dos opciones de justicia transicional, donde ambas tienen como objetivo construir y consolidar la paz en el territorio nacional. El proceso de reconciliación nacional surafricano, considerado un ejemplo para África y el mundo, a través de su Comisión para la Verdad y Reconciliación se basó en tres pilares: comprensión, reparación y Ubuntu. Este último concepto significa humanidad en Xhosa, una de las lenguas oficiales de Suráfrica. Con esta iniciativa enteramente nacional, se estableció que la Comisión debía ser el vehículo para alcanzar una justicia restaurativa. Los sudafricanos priorizaron los intereses nacionales de reconciliación sobre el interés particular de venganza y castigo. Confesando crímenes y revelando las verdades sobre el devenir de sus familiares y amigos, se perdonó el pasado y se abrió una puerta para la paz en el futuro. Se convocó a toda la nación en audiencias públicas donde la sociedad encontró en la verdad el mecanismo adecuado para el diálogo entre víctimas y victimarios. La conciencia y voluntad de paz del pueblo surafricano establecieron un proceso de paz sin vencedores ni vencidos, donde el mayor logro fue la construcción de una nueva nación. Si bien se concedieron amnistías a los crímenes ejecutados en nombre del Apartheid, éstas fueron el precio que todos decidieron pagar para alcanzar la reconciliación nacional y la transición a la democracia. En Rwanda, contrario al caso surafricano, se aplicó un modelo basado en la justicia penal internacional que se materializó a través del Tribunal de Arusha; cuyo objetivo fue establecer las bases para una nueva Rwanda libre de genocidios y violencia segregacionista. Este órgano se convirtió en el mecanismo creado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para judicializar a los responsables de crímenes contra la humanidad y reparar a las víctimas. El Tribunal fue para Rwanda una herramienta en la búsqueda y consolidación de la paz, donde se postularon los principios de reconciliación nacional y el respeto por la dignidad de las víctimas. Así, a través de jueces nacionales e internacionales se establecieron los derechos de los acusados, las formas de protección y garantías para las víctimas y testigos, y se estipularon las penas y sentencias correspondientes. El proceso en Sierra Leona estuvo marcado por la conjunción de una Comisión para la Verdad y la Reconciliación y un Tribunal Penal Internacional similar al de Rwanda, pero adaptado a las condiciones del país bajo el nombre de Corte Especial para Sierra Leona. Ambos vigentes en la actualidad, han tratado de garantizar un cese de hostilidades y un reestablecimiento del orden. La ONU y la CEDEAO - Comunidad Económica de Estados de África Occidental- desempeñaron un papel esencial en el proceso de desarme, la instauración de la Comisión y la Corte y, sobre todo, en el establecimiento, mantenimiento y fortalecimiento de la paz. La participación de estos dos organismos, vitalizó las dinámicas de resolución de conflictos en Sierra Leona, demostrando la importancia del apoyo de la Comunidad Internacional a las iniciativas encaminadas a garantizar la estabilidad y seguridad regional. Es importante destacar que en la experiencia de Sierra Leona se logró involucrar a todos los actores del conflicto. A través del diálogo, herramienta esencial para la paz, se estableció de mutuo acuerdo un plan de desarme, desmovilización y reinserción. En este orden de ideas, tanto la Corte como la Comisión han sido esfuerzos destacables en el camino hacia la reconciliación nacional y la paz. El primero como mecanismo para juzgar a aquellas personas que hayan tenido mayor responsabilidad en las violaciones a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario; y el segundo como estrategia complementaria para la reconstrucción post-conflicto y el fortalecimiento de una cultura de paz. Suráfrica, Rwanda y Sierra Leona son sólo tres ejemplos de resolución de conflictos en África que se convierten en un punto de referencia para el continente y el mundo. Las experiencias para la construcción de la paz en estos países no sólo han comenzado a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, sino que también han planteado la importancia del período posconflicto para garantizar la sostenibilidad del acuerdo de paz. En el caso de Suráfrica, el fin del Apartheid y el nacimiento de una nueva sociedad reconciliada y tolerante han proyectado a este país como líder en el continente; gracias a este proceso, ha pasado del aislamiento internacional, al liderazgo en África. Las anteriores experiencias demuestran que es posible encontrar una solución a conflictos violentos y prolongados como el colombiano. Si bien ésta puede surgir de una iniciativa enteramente nacional como en el caso surafricano, no se debe descartar la importancia del apoyo de otros países y organismos regionales e internacionales. La Unión Africana y la CEDEAO junto con Suráfrica han liderado procesos en el continente encaminados a garantizar la estabilidad, seguridad y desarrollo regional. Finalmente, siendo África y Colombia realidades no tan distantes, aún quedan lecciones por aprender; de nosotros depende qué tan ciegos y sordos seamos ante su experiencia. *Jerónimo Delgádo Caicedo es profesor e investigador de Estudios Africanos de la Universidad Externado de Colombia. Correo electrónico: jdc1@uexternado.edu.co. Lina María Mejía es monitora de investigación de la misma institución.