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Qué tan grave es el rechazo de la bancada uribista a los ministros de Agricultura y Transporte

Los retiros espirituales del uribismo de esta semana dejaron al descubierto el desencanto de parte de la bancada con algunos ministros, en especial con Andrés Felipe Arias y Andrés Uriel Gallego. Las críticas tienen origen en la falta de resultados y hasta en celos políticos. Qué va a pasar ahora. Análisis de SEMANA.COM.

Élber Gutiérrez
18 de enero de 2007

La cumbre del presidente Álvaro Uribe con los siete partidos que conforman su bancada en el Congreso no sólo sirvió para que el jefe de Estado les explicara la urgencia de aprobar los proyectos de ley propuestos por el Ejecutivo, sino que se convirtió en escenario de desahogo de los legisladores contra los ministros. Según algunos de los congresistas asistentes a la cita, el gobierno tiene una gran falencia en el área social, y los responsables de ello son los titulares de las respectivas carteras.

Las críticas abarcaron desde el incumplimiento en las metas de construcción de vivienda y carreteras hasta los resultados en el sector agropecuario. Los ministros más cuestionados fueron los de Agricultura, Andrés Felipe Arias, y Transporte, Andrés Uriel Gallego. En ambos sectores el gobierno tuvo que enfrentar sendos escándalos de corrupción que –aunque no comprometían directamente a los ministerios, sino a entes como Invías o Incoder– terminaron afectando sus indicadores de gestión.
 
Arias genera fuertes resistencias en el Partido de la U, mientras que su defensa corre por cuenta del Partido Conservador, al cual pertenece. En el primero de ellos, congresistas como Carlos García vienen manifestando su descontento ante el escaso crecimiento del sector agro (1 por ciento). Para los críticos de Arias, tal resultado es injustificado si se tiene en cuenta que el sector recibe inversiones o beneficios tributarios para las familias guardabosques, los desmovilizados (medio billón de pesos) y tiene créditos de Finagro o apoyo a la producción de etanol y biodiésel. Luis Guillermo Vélez, también senador por la U, cuestionó la pérdida de más de 600.000 empleos en el sector agro durante 2006. Aunque se esperaba una enérgica solicitud de renuncia al ministro, García y Vélez no pasaron de hacerle “respetuosas críticas” que revivirán en el Congreso.
 
Al ser interrogado sobre el tema, Arias mostró su faceta de político y aseguró que “la idea era discutir los temas de la agenda del gobierno, y así se hizo en un encuentro programático muy respetuoso”. Sabe que cuenta con el respaldo y la confianza de Uribe y por eso parecen no afectarle los señalamientos de quienes lo tildan de conflictivo y mal funcionario.

Similar situación ocurre con el ministro del Transporte, objeto de señalamientos desde varios sectores por el incumplimiento en la construcción de vías del llamado Plan 2.500, una de las banderas del primer gobierno del presidente Uribe que sigue en veremos. En otras palabras, muchos congresistas piensan que Gallego se rajó durante el primer gobierno y que el premio que le dieron fue mantenerlo en el cargo. Si las vías en las regiones no se construyen según lo planeado, los congresistas no tendrían obras para mostrar a sus electores, lo que pone en riesgo su poder en cada departamento en pleno año electoral.
 
El caso de Gallego tampoco es nuevo. Hace más de un año arreciaron voces que demandaban su salida del gabinete, y él mismo le renunció a Uribe argumentando que quería darse un descanso. La respuesta de Uribe fue bastante ilustrativa. Expidió un decreto de dos artículos en el que le aceptaba la renuncia a Gallego, pero lo nombraba nuevamente como ministro de la misma cartera.
 
El Presidente no quiso referirse al tema en los medios de comunicación. Sencillamente le notificó al país la condición de inamovible que tiene Gallego e hizo saber a sus críticos que él no cambia ministros por presión.
 
Por eso no sorprende que los legisladores que buscaban la cabeza de los ministros se hayan encontrado con una barrera irrompible en la cumbre uribista de Hato Grande. El Presidente advirtió desde el primer momento su respaldo a los funcionarios –aun antes de que estos fueran cuestionados– e invitó a los congresistas para que les colaboren en materia legislativa.
 
Ante este panorama, los inconformes no tuvieron más que ahogar sus quejas y plantear otras soluciones. Alas-Equipo Colombia pidió acabar con Invías, entidad encargada de la construcción de las carreteras, y dejarles esas funciones a los alcaldes. El Partido de la U sugirió centralizar las inversiones para carreteras pactadas en los consejos comunitarios. En otras palabras, mientras Alas-Equipo Colombia solicita que el manejo de los recursos lo tengan los entes locales, la U prefiere que su administración la haga el gobierno nacional.

Aunque la actitud de Uribe no permitió ataques contra los ministros, lo más lógico es que estos afloren en febrero, cuando el Congreso se reúna para debatir en sesiones extraordinarias los tratados de libre comercio con Estados Unidos y Chile. Si bien la bancada se comprometió a respaldar estas dos iniciativas, eso no los limita para cuestionar a los funcionarios que las lideran. El inconformismo desborda los asuntos relacionados con su gestión y también se debe a diferencias personales y apetitos burocráticos.
 
Varios de los congresistas de la U quieren quedarse con los ministerios manejados por Cambio Radical o el Partido Conservador y viceversa. Si algo está claro es que lo único que une a dichos partidos es su simpatía por Uribe. Eso sí, por ahora parecen también de acuerdo en rechazar una eventual postulación suya para un tercer periodo, contrario a lo que sugirió esta semana el industrial Julio Mario Santo Domingo.

De momento, la aprobación de los proyectos del gobierno está asegurada y en tal sentido, la reunión de Hato Grande fue un éxito. Pero de otro lado las rencillas internas se mantienen en voz baja, a la espera de una coyuntura especial para aflorar. Como ocurrió el año pasado, cuando la U fue derrotada en plena elección de magistrados del Consejo Electoral.