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“Queremos una nación pluralista”: Uribe

Álvaro Uribe demostró una vez más que es imbatible en las urnas. No sólo retuvo la presidencia de la República sino que impuso nuevo récord de votación para el cargo y se superó a sí mismo en un millón y medio de votos respecto a 2002.

Élber Gutiérrez Roa
28 de mayo de 2006

Álvaro Uribe Vélez le ganó hasta a las encuestas más optimistas. En una jornada que pasará a la historia por la cantidad de sorpresas que trajo, el presidente-candidato demostró que las tendencias sobre su favorabilidad no eran equivocadas y logró la reelección con más de 7.3 millones de votos, que equivalen al 62.21% del total de sufragantes.

Con ese nuevo récord nacional de votaciones para Presidente, Uribe se superó a sí mismo en un millón y medio de votos respecto a la elección de 2002, en la que también ganó en primera vuelta. La diferencia entre una y otra elección significa un importante margen de gobernabilidad para el Jefe de Estado, quien de todas maneras tendrá que hacer un gabinete más político que el de su primer mandato dado que contó con el apoyo de buena parte de la clase política.

La barrida de Uribe se explica gracias a la percepción ciudadana sobre el cumplimiento de sus principales promesas de campaña y el acertado manejo de su imagen como gobernante. Durante todo su mandato, los colombianos lo percibieron como un trabajador incansable que les exigía efectividad a sus colaboradores, así algunos de ellos hayan sido objeto de escándalo.

Esa percepción explica el triunfo. Pero ¿de dónde le salieron tantos votos? El incremento en el caudal electoral del Jefe de Estado coincide con la debacle del Partido Liberal (cuyo candidato pasó de 3.5 millones a 2.3) que perdió casi tantos votos como los que conquistó Uribe. Eso significa que mientras Horacio Serpa avanza hacia el retiro, a Uribe se le abren cada vez más las puertas para convertirse en el nuevo jefe del liberalismo, lo que sería otro hit en su carrera política.

De momento, Uribe no parece interesado en ello. En su discurso triunfal, ante 1.000 personas en el Hotel Tequendama, de Bogotá, recalcó la importancia de no acabar con Primero Colombia, el grupo por el cual se inscribió las dos ocasiones que ganó la presidencia y que es objeto de celos por parte de los movimientos que integran su coalición. Eso sí, invitó al liberalismo a un proceso de diálogo “con el único interés de que esta democracia sea más sólida”.

El discurso del Presidente no fue un gran ejemplo de oratoria. Con frases simples y directas, Uribe hizo gala de su fe católica, agradeció con nombre propio a los jefes de los partidos y movimientos que lo apoyaron, insistió en la importancia de dar continuidad a su política de seguridad democrática, saludó a los candidatos perdedores y agradeció a quienes lo acompañaron en su primer gobierno.

Quizás para acallar las críticas de quienes temen que se convierta en un dictador, el Presidente recalcó en su compromiso con una nación pluralista. Y a nuestros compatriotas del Polo Democrático, la frase de Gandhi: “¡Nosotros no sabemos discriminar!, nuestra política social no pregunta ni preguntará, por quién votaron los que van a recibir los carnés de salud, los créditos de los microempresarios. No ha preguntado ni preguntará, por quién votaron los ancianos de nuestros programas sociales ni los beneficiarios de nuestra política de vivienda”, dijo.

Poco y nada habló sobre sus retos en política internacional, la posibilidad de un proceso de paz con la guerrilla, las estrategias para corregir las falencias del proceso de desmovilización de las autodefensas, la reforma tributaria. Sólo usó frases generales para indicar que buscará un mayor crecimiento económico y que dará garantías tanto a los empresarios como a los trabajadores del país.

Los asistentes al acto se sorprendieron cuando invitó a los alcaldes y gobernadores a que dejen de ponerle nombres comunes a las obras que inauguren y les pidió –siguiendo el ejemplo del vecino Hugo Chávez- que las denominen como “segundo centenario” (que es el nombre de una de sus propuestas de gobierno). Para ilustrar la idea, usó como ejemplo el túnel de La Línea: “Que sea el túnel del Segundo Milenio”, dijo. La concurrencia estalló en aplausos y se escucharon voces que lo postulaban desde ya para su tercer mandato.

Sus palabras para el Congreso fueron muy distintas de las de hace cuatro años, cuando propuso reducirlo de tamaño. Esta vez elogió su labor durante el último cuatrienio y le pidió más empeño para tramitar de manera “concertada” las reformas que vienen en su próximo mandato.

Los dos momentos más emotivos de su alocución fueron cuando se excusó por sus salidas de tono durante la campaña y cuando recordó a su familia. Sobre las sonadas frases fuertes contra sus opositores dijo que “si en mis arrestos de combatiente alguien sintió una alusión que no debí transmitir, queda retirada”. La mención a su familia fue al final del discurso, cuando dijo que este lunes asistirá a una misa en la iglesia de Santa Teresita, en Medellín, en donde reposan los restos de su padre y su hermano. La voz quebrada del presidente obligó al bullicioso auditorio a callar sus vivas y ovaciones.

Concluido el discurso, dedicó unos minutos para saludar a los presidentes de Cambio Radical (Germán Vargas Lleras), el Partido de la U (Juan Manuel Santos), Colombia Democrática (Mario Uribe), Alas-Equipo Colombia (Luis Alfredo Ramos y Álvaro Araujo) y el Partido Conservador (Carlos Holguín), así como a los senadores Claudia Blum, Carlos Moreno de Caro y Óscar Iván Zuluaga, y al ex alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa. Según los cálculos de los analistas, en ese grupo hay por lo menos tres ministros de su próximo gobierno. Sobre ese tema prefirió no hablar, pero dijo que la estrategia seguirá siendo la de trabajar, trabajar y trabajar.

Su día no terminó ahí. Había empezado a las cinco de la mañana con las oraciones de rigor y continuó a las 8:30 de la mañana, cuando fue a votar en la mesa número uno de la Plaza de Bolívar. Luego, en condición de Presidente, recibió la visita de un congresista estadounidense y presidió un consejo de ministros. Al final de la tarde, en compañía de su gabinete, siguió minuto a minuto los resultados de la jornada electoral y cuando se enteró de su triunfo partió al Hotel Tequendama, en donde era esperado por sus seguidores. Para ellos hubo cena de celebración en el mismo hotel. Para él, un sencillo homenaje de sus ministros en un sitio del tradicional barrio la Candelaria, en Bogotá.