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Repercusiones de la decisión del IRA

El catedrático Joaquín Roy analiza la trascendental decisión del Ejército Republicano Irlandés de abandonar la lucha armada.

Joaquín Roy*
7 de agosto de 2005

Parecía que el protagonismo de Blair y el Reino Unido habían llegado a la cima con los atentados del 7 de julio y la réplica, afortunadamente incruenta, de dos semanas más tarde. Pero la decisión del Ejército Republicano Irlandés (IRA) de abandonar la lucha armada ha añadido una dimensión, si cabe, más espectacular a la conversión de Londres en foco de la atención mundial. La importancia intrínseca que la renuncia a la violencia por parte del grupo armado, cuyas acciones terroristas duran ya décadas y han costado más de 3.000 víctimas (de las que la mitad son atribuibles directamente al IRA) es de por sí notable. Parecía que el problema norirlandés se había constituido en un quiste permanente en el tejido político no solamente británico, sino también europeo. El aparentemente sincero y pragmático pase del IRA a dedicarse a lograr sus objetivos políticos por la vía legal posee una evidente repercusión que rebasa el limitado contexto británico-irlandés.

Directamente, en un arduo y tortuoso camino, la decisión se rastrea al más amplio escenario del final de la Guerra Fría, desde que a mediados de los 80 la entonces Comunidad Europea había decidido pasar a una etapa más ambiciosa no solamente en el terreno económico sino también en el político. La honda transformación por la que pasaría la propia República de Irlanda y la desaparición paulatina de las efectivas fronteras económicas dejan desprovistos a los movimientos violentos y reivindicativos, como el IRA, de uno de sus argumentos más polémicos.

Con respecto al Reino Unido, la decisión del IRA representa un nuevo balón de oxígeno para Blair quien, de momento, sigue disfrutando del apoyo de la ciudadanía en estas circunstancias difíciles, en las que la oposición ha sido puntillosa en no manipular el momento ni aprovecharse de la confusión, en primer lugar por lealtad patriótica modélica, y en segundo término porque electoralmente se podría tornar en boomerang. La celeridad con que la policía británica y los servicios de inteligencia ha resuelto la caza y captura de los sospechosos de la fallida segunda matanza, ha reforzado el papel de Blair, Además, con las fuerzas policiales al limite de sus posibilidades, y la élite de sus fuerzas armadas en Irak, ahora Blair puede dedicar todos sus esfuerzos internos al acoso de los núcleos que siguen siendo potenciales terroristas.

En un contexto más amplio, la decisión también debe verse como un triunfo indirecto de la UE, la vilipendiada organización de integración regional, ya que le ha había quitado al IRA (y a cualquier otro grupo armado) la excusa de la reivindicación territorial en una Europa sin fronteras. Hoy, con la excepción de ETA, solamente en la periferia de la UE es posible este tipo de conflictos.

La decisión también es una victoria no solamente para Bush (cuyo gobierno había ejercido presión en la dirigencia del IRA), sino también se remonta a los esfuerzos de Clinton, y de una sociedad norteamericana, liderada por su lobby irlandés, que ha había abandonado hace tiempo el respaldo romántico hacia un grupo que iba quedando reducido a una mafia criminal.

En clave española, la retirada del IRA deja en aislada evidencia al ahora único (¿y último?) grupo terrorista existente en el seno de la Unión Europea: ETA. Visiblemente debilitada logísticamente, aun tiene la capacidad de asesinar y amedrentar, y en un contexto político muy peculiar todavía disfruta de la fidelidad, directa o implícitamente, de un sector radical y otro enmudecido de la sociedad vasca. Pero, como si quisiera cumplir con el eslogan del antiguo ministro de Franco, Manuel Fraga Iribarne, de que España es diferente, la ETA aislada en su parque jurásico mental, responde a las expectativas mundiales con la colocación de unos explosivos justamente para incomodar la salida de los españoles a las vacaciones de agosto. Aparte del ejemplo, no se pueden establecer otros paralelismos, ya que en Irlanda de Norte han actuado dos Estados (Irlanda y el Reino Unido) en oposición, en la reivindicación del territorio como propio, lo que no ocurre con respecto al País Vasco.

Finalmente, en el plano latinoamericano, no se espera que la decisión del IRA tenga un impacto decisivo en la evolución de los procesos de negociaciones entre el gobierno colombiano y los tres grupos terroristas que atenazan a la sociedad. Los reclamos de las FARC y el ELN no se asemejan a las demandas territoriales de ETA, y las actividades en las que se han implicado en los últimos años (narcotráfico, lavado de dinero, además de secuestro, que comparten con los grupos de derecha de las AUC) los alejan de un rápido fin solamente sujeto a una decisión instantánea. En Colombia, las guerrillas o terroristas (según el punto de vista) no solamente deberán reinsertarse políticamente, sino también social y económicamente, en unos números espectaculares que superan con creces los números de los cuadros de ETA. Y esto, además de complejo, es caro.

* Catedrático 'Jean Monnet' y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami