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Transgresión de lo sagrado

Las cifras sobre trata de menores en Colombia son alarmantes. Por eso, diversas organizaciones y fundaciones se han dado a la tarea de ayudar a los niños afectados y prevenir que esto siga sucediendo. En días pasados se lanzó <b>'Hamartía'</b>, un cortometraje que muestra la dura realidad y que hace parte de una ambiciosa campaña.

8 de diciembre de 2003

A Ana María* le cambió la vida una tarde en la que su papá la arrancó de los brazos de su madre loca y se la llevó a vivir con él. A partir de ese momento, sus días estuvieron colmados de castigos, represiones y abusos sexuales por parte de él y su esposa, quienes involucraban a la niña de siete años en sus aberraciones y juegos sexuales. "Hágale caso a su papá mamita.yo se que a usted también le gustan nuestros juegos.", le decía su madrastra cada vez que ella se oponía. Un par de años después se escapó de su casa y siguió siendo abusada. En las calles consumió marihuana, alcohol y todo tipo de drogas, se prostituyó y filmó películas porno, cuando ni siquiera había llegado a la adolescencia. En una de las filmaciones llegó la policía y los capturó a todos. Ella reconoce que ese fue el primer paso para cambiar. "Durante muchos años fui explotada no solo por mi padre sino por todo aquel que se me acercaba, hasta que un día la policía me rescató. y mi vida cambió", cuenta.

Esta parte de su historia es contada en 'Hamartía', un cortometraje que recrea los momentos en los que Ana María y otros niños sufrieron todo tipo de abusos cuando todavía tenían que estar jugando con muñecas y carros. A ella la acompañan Patricia, Mario, Fernando y Luisa, otros niños que cuando no tenían más de nueve años fueron obligados a prostituirse o a aceptar los maltratos de alguno de sus familiares. Hoy ellos tienen más de 20 años y contaron sus historias para evitar que más niños sigan engrosando las cifras sobre trata interna de personas.

De acuerdo a los estudios de Unicef, 25 mil menores son víctimas de la explotación sexual en Colombia; 16 mil de ellos están entre los 8 y 12 años. Y cada año parece que la cifra aumenta. De ese punto parte la campaña de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), de la que hace parte Hamartía -que será distribuido en los colegios- y varias decenas de talleres y conferencias que se dictan a lo largo del país.

"Hamartía significa transgresión de lo sagrado. Se refiere a cuando alguien mayor traspasa las normas o los grupos indefensos, en este caso los niños", explica Fanny Polanía, coordinadora del programa contra Trata de Personas de OIM. "Las historias que contamos son reales, son jóvenes reales. Todos colaboraron con los textos y la realización".

Todavía no ha sido distribuido en los colegios del país, donde se supone que le mostrará a los niños que tienen que respetar su cuerpo y denunciar cuando estén siendo explotados. Sin embargo, Polanía asegura que las fases previas de la campaña, como conferencias, talleres y comerciales en radio y televisión han dado resultado. "Estamos logrando nuestro objetivo: prevenir la trata, hacer que la gente hable de la trata interna, cuando antes en Colombia ni se conocía el tema", indica.

El que la prostitución infantil, pedofilia, turismo sexual y pornografía sean aceptados como trata interna tiene tan solo un año y cambia totalmente el panorama del delito en Colombia. Antes estos comportamientos eran atribuidos a una situación social, donde se creía que muchos menores eran involucrados por necesidad económica o conveniencia. Pero desde el 19 de julio de 2002 la tipificación de la situación cambió con la modificación de la ley 747 del Código Penal. Ahora la explotación es vista como Trata de Personas, un delito en el que organizaciones gigantescas explotan y obligan a los niños a recurrir a prácticas ajenas a su voluntad. A partir de ese momento, el hecho fue reconocido por el Derecho Internacional Humanitario. Entonces ahora los proxenetas y otros que permiten que los menores hagan parte de estas atrocidades, están cometiendo un delito de lesa humanidad y la ley puede ser aplicada con mayor rigor sobre ellos.

Con el apoyo legal, distintas organizaciones y entidades trabajan para ayudar a víctimas. Una de ellas es la Fundación Renacer, que desde hace más de 15 años recoge a menores de las calles, prostíbulos y de sus propios hogares para enseñarles que hay una alternativa de vida distinta a la prostitución, el maltrato y la drogadicción.

"Educadores y sicólogos van a los sitios donde se presume que hay niños explotados, les hablan y convencen de aceptar una vida distinta. Entonces son llevados a los hogares de la fundación, pero solo cuando quieren", dice Stela Cárdenas, directora de Renacer.

Cuando aceptan ser tratados, los niños entran en un proceso que muchos de ellos abandonan a su voluntad y otros siguen de manera intermitente. "El proceso que se sigue con cada uno depende de la voluntad y del tiempo en el que entiendan sus derechos, que aprendan a quererse", explica Cárdenas. Pero reconoce que cuando se dan cuenta de su situación, la mayoría lucha por terminar el proceso, olvidar y perdonar a sus agresores. Entre enero y diciembre de 2002, la Fundación asistió a 1,323 víctimas de Trata, 392 niñas y 270 niños. Así mismo, en hogares permanentes atendió a 144 niños y niñas, de los cuales 88 son de Bogotá y el resto de otras regiones del país.

Ana María fue tratada hace varios años y el suyo es uno de los casos exitosos. Ella llegó a la fundación a través de una amiga y no se arrepiente. De hecho reconoce que su vida cambió. "Yo creía el abuso de mi padre era normal y que también lo era drogarme y prostituirme. Pero cuando llegué a Renacer, me abrieron los ojos, me dieron cariño y apoyo", cuenta. Además asegura que de no haber llegado a la Fundación estaría muerta o convertida en un indigente.

Y ahora, aunque no olvida y le "quedan algunos detallitos" de su vida anterior, asegura que perdonó a su padre y que de hecho lo ha buscado luego de que éste saliera de la cárcel; pero no ha sido posible encontrarlo. También dice tener una vida normal: tiene novio, cursa cuarto semestre de ingeniería de sistemas, le está buscando ancianato a su mamá y tratamiento para sus problemas mentales, tiene un trabajo y sabe que algún día se casará y tendrá hijos.

Así como ella, Patricia, Fernando, Luisa y Mario, tuvieron procesos exitosos, viven sin traumas ni resentimientos y hacen parte de la campaña para prevenir que más niños sigan perdiendo su inocencia, vida y niñez en manos de delincuentes. Por eso prestaron sus historias para Harmatía y son líderes de los programas creados por la OIM contra la trata interna de menores. Ellos no quieren que sus historias se repitan porque lo que vivieron cuando aun eran unos niños, los hicieron recorrer caminos oscuros, enfermizos y violentos.

*Los nombres son los mismos del cortometraje. Fueron cambiados para guardar la identidad de los jóvenes.