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La familia del sargento segundo del Ejército, Erasmo Romero, esperó diez años su liberación.

LOS FAMILIARES

Un abrazo largamente esperado

La familia Betancourt, Buitrago y Romero, relatan cómo vivieron el momento en que supieron que sus familiares habían sido rescatados. Sus días de angustia, por fin, terminaron.

2 de julio de 2008

 Los Delloye y Betancourt

Los familiares de los 15 rescatados ya se habían acostumbrado a la rutina de la ausencia de sus seres queridos. En la mañana del 2 de julio Fabrice Delloye, ex esposo de Ingrid Betancourt, había asistido a una ceremonia en el Mont Blanc, en los Alpes, en donde un grupo de alpinistas habían colgado una gigantesca foto de la ex candidata presidencial en el cima de la montaña. En la tarde él y sus hijos Melanie y Lorenzo, llamaron a Bogotá, como tantas otras veces, para enviarle un mensaje radial con la esperanza de que las noticias familiares en algo aliviaran el dolor de su cautiverio.

Hacia las 9 de la noche, hora Paris, el celular de Fabrice comenzó a timbrar repetidamente. Su día ya había terminado y se disponía a descansar. Pero la insistencia lo hizo contestar. Era un periodista de una agencia de noticias francesa que le informó que Ingrid estaba libre.

Para ese momento Astrid Betancourt ya había recibido la noticia de boca de Juan Manuel Santos. “Primero casi no le creo, me temblaban las piernas”, contó ella a Semana.com. Pero al caer en cuenta que quien la llamaba era el Ministro de Defensa, supo que era cierto y lo único en lo que podía pensar era en las palabras que quería decirle a su hermana desde hace tanto tiempo, cuando por fin pudiera volver a abrazarla: “Que la adoro y la admiro por todo lo que logró y que tuvo que pasar. Y por estar viva ahora”. Lo primero que hicieron todos los familiares de Íngrid en Francia fue dirigirse al Eliseo donde después de una rueda de prensa junto al presidente Sarkozy, tomaron un avión del gobierno francés rumbo al reencuentro.

Ese mismo correcorre, mezclado con ansiedad por volver a ver rápido a sus seres queridos después de tantos años de cautiverio, lo vivieron también los demás familiares que se encontraban en Colombia. La reacción de Yolanda Pulecio, madre de Ingrid, fue apagar su celular pues la primera voz que quería oír era la de su hija antes de dar cualquier declaración a la prensa.

Los Buitrago

En otro rincón del país, la familia Buitrago esperaba con resignación la proximidad del 3 de agosto, un fecha muy triste que le recordaba los 10 años de no ver al cabo primero de la Policía, Julio Buitrago, desde la toma de Miraflores. “Iba camino a la oficina cuando me llamó una amiga a avisarme que habían liberado a Ingrid Betancourt”, dijo Stella Buitrago hermana del cabo de 37 años. “Me dijo que había otros liberados y de inmediato prendí la radio y empezaron a nombrarlos uno a uno. Cuando dijeron ‘Buitrago’ me ataqué a llorar de la felicidad”. Para la familia ya se había convertido en tradición rezar el rosario diariamente a las 6 de la mañana y cada tres días enviarle un mensaje a través del programa radial La carrilera de las 5 por RCN.

Para Ana Julia Cuesta, mamá de Buitrago, acabaron los días amargos. Ahora lo único que espera es llenarlos con los chistes que su hijo solía contarle y que a pesar del tiempo nunca olvidó.

Sin embargo, pese a tanta alegría, han pasado muchos años y hay momentos que nunca se recuperarán. Los Buitrago reconocen que Julio perdió su juventud. No pudo acompañar a los suyos en la muerte de sus tíos, y lo más triste: no vio nacer a su segunda hija, Ingrid Lorena, que llegó al mundo el mismo día en que lo secuestraron. Hoy la niña tiene 10 años.

Los Romero

La historia de Emilce de Romero es muy parecida. Su hijo Julián Andrés nació dos meses después del secuestro de su padre, el sargento segundo de del Ejército, Erasmo Romero. “Fue el momento más difícil durante estos 10 años”, cuenta ella, a quien la sorprendió la noticia del rescate mientras almorzaba viendo la transmisión televisiva de la noticia. Cuando Emilce se enteró de que además de Ingrid y de los tres norteamericanos, había 11 miembros de la Fuerza Pública rescatados, no paró de repetir el nombre de su esposo hasta que, por fin, lo oyó en la televisión.

Aunque solo llevaban dos años de casados cuando los separó el secuestro, para ella sus corazones siempre estuvieron unidos. Emilce cuenta cómo fue el encuentro de sus hijos con su padre el mismo día de su rescate:

“Sí, se perdió las primeras risas, los primeros pasos y las primeras palabras de sus hijos. Cuando los vio, después de tanto tiempo, quiso cargarlos a los dos al tiempo como si todavía fueran bebés y ya tienen 11 y 10 años. Pero en ese momento sentí como si el tiempo no hubiera pasado”.

A todos les ha pasado lo mismo. Ingrid tampoco pudo estar presente durante los duros años de adolescencia de sus hijos. La última vez que los tuvo cerca eran solo unos niños, ahora los encuentra crecidos y con la madurez y valentía que les dio el sufrimiento generado por la separación. Tampoco estuvo cerca a su familia el día de la muerte de su padre.

La alegría para estas familias es inenarrable. La prioridad ahora, dijeron los familiares, es tratar de recuperar el tiempo perdido y aprovechar, de ahora en adelante, cada momento con sus seres queridos.