Home

On Line

Artículo

Gente

Un hombre llamado Jesús

Oscar Domínguez G.*
23 de diciembre de 2002

Jesús era un muchacho juicioso. Y eso que era hijo único. Como no se habían inventado los sicólogos, los niños no tenían tantas taras. Por eso Jesús nació sin complejos. Electra era una vecina que cocinaba rico con aceite de oliva. Y Edipo ?el que le dio nombre al otro complejo famoso- era un judío que prestaba dracmas al modesto veinte por ciento.

Sus vecinos le decían "Calidad" Jesús. Las mamás que nunca han permitido que sus hijos se junten con malas compañías, estaban tranquilas cuando sabían que sus vástagos se habían ido de farra con él. Iban mucho a casa de Jesús con sus hijas casaderas, pero el muchacho abría rápido el paraguas y se daba el ancho. Como se conocía como a la palma de su mano, sabía que lo podía resistir todo, menos la tentación, como un tal Oscar Wilde que vendría muchos siglos después.

Como a toda mamá, a María la parecía que su hijo nació aprendido. El joven Jesús se las sabía todas y las que no, se las inventaba. Bailaba trompos en la uña. Por eso, cuando resucitó al tercer día, a María no se le hizo nada raro. Ella lo había visto caminar sobre las aguas primero que el resto de los mortales. (En cambio, al principio a Pedro le costaba trabajo creer en un hombre que ni siquiera sabía nadar: prefería caminar sobre el mar).

Interesante personaje este Jesús, simplemente Chucho, para sus amigos de charlas intrascendentes, de mirar muchachas con los ojos pacíficos del amor platónico, de robar mangos en Nazareth para romper la rutina, de llegar tarde a casa cuando el reloj de arena marcaba las 11 de la noche y dos granitos.

Cuando había que hacer vaca para comprar vino, Jesús era el único que no ponía un peso ni se tomaba un trago. Y eso que no pertenecía a los AA. Pero como siempre iba más allá, sacaba el vino de la nada. Así se entrenó para las bodas de Caná cuando se acabó el vinillo y la gente estaba a punto de quedarse pasmada.

Su agenda era más bien jarta. Como la del presidente Uribe. De pronto se pegaba unas perdidas hasta raras. Y aparecía en el Templo. Pero no de acólito o poniendo el sombrero para que la gente se extrovirtiera con la limosna. Nada de eso: les ponía conversa a los doctores de la Ley que quedaban lelos oyéndolo hablar.

Los doctores de la ley corrían leguas cuando "ese hijo del carpintero José", como le decían despectivamente, se les aparecía sin previo aviso con su cara de niño prodigio.

A don José, su papá carpintero, le ayudaba a cortar la madera. Pero lo hacía de tal forma que a la madera le daba siempre forma de reclinatorio o de confesionario. Y a José le pedían más que todo camas para descansar, dormir y hacer muchachitos. Y taburetes para sentarse a la mesa o recibir visitas. El padre se inventaba mandados (los famosos tenete allá) para mantener a Jesús alejado de la ebanistería.

Cuando nadie se lo imaginaba, Jesús se metió a la política por la vía de la religión. Hablaba de tal forma que nunca tuvo votos sino de-votos.

Era lo que ahora llaman un subversivo. Con razón lo querían meter a la cárcel. Era el antipolítico en pasta.

Claro que de pronto se le salía el clientelista que llevaba por dentro. Empezó por hacer su clientela entre unos pescadores que no distinguían entre la letra a y la sota de bastos. La gente que lo seguía se fue multiplicando como peces.

Proponía pendejadas como amar al prójimo y ofrecer el otro cachete. ¿Y qué tal esa picadurita de mosco de hacer el bien sin mirar a quién? ¿O de amar a nuestros enemigos? Cuando se iba, le dejaba su paz al interlocutor.

Era un encantador de serpientes. Y se tuteaba con Dios a quien llamaba "Abba", padre.

Desde muy joven, Jesús tenía el palito para perdonar. Perdonaba hasta setenta veces siete, es decir, unas 490. Eso si, ni una más porque eso sí ya es pendejada. Después les endosó esa gracia a sus discípulos.

Como perdonaba pecados a dos manos y traía el mensaje de salvación, estorbaba más que un lotero a los poderosos de la época que se empeñaron en quitarlo de en medio. Y lo crucificaron.

Pero tacaron burro porque lo que hicieron fue darle credibilidad a las escrituras que hablaron del "Mesías", del "Hijo de Dios". Desde entonces, todo el mundo en su barrio chicaniaba diciendo: A ese lo conocí yo, vivía cerca de mi casa, almorcé con él varias veces, fuimos a cine, perdón, a ver el paisaje más próximo, etc.

Su Sermón de la Montaña, considerado como todo un código ética, fue transmitido en vivo y en directo por el Eco que era la CNN de entonces.

Fue el precursor de los "yupis" pues a los 33 años era todo un ejecutivo de Dios, sin estrés, sin celular y sin novia en el Sur.

Si Jesús de Nazareth hiciera campaña en Colombia, no tendría más de tres votos: los de pobreza, castidad y obediencia. En caso de que aparecieran cinco votos es porque papá y mamá votaron por él.

Como político, Jesús era totalmente atípico. Para empezar, nada de asesores de imagen. Nunca los necesitó porque andaba datiado por el Espíritu Santo que era El mismo en una paloma. Su reino no era de este mundo. Tampoco era de los que llamaba para lagartear la publicación de éste o aquel comunicado "ojalá con fotico en primera de la manifestación en Belén".

Para prevenir las filtraciones de dineros de dudosa ortografía en su campaña y para evitar que después le pasaran incómodas cuentas de cobro, no admitía siquiera que le prestaran caballos ?menos "mulas"- para movilizarse. Un domingo aceptó un burro de San Antero, Córdoba, sólo para no hacer quedar mal a los profetas que se ganaban la vida y la fama anunciando su llegada.

Cuando lo cogía el día, como a cualquier candidato, subía a bordo de sí mismo, desaparecía como por encanto y aparecía aquí o en Cafarnaún. Después, desde cualquier lugar de Galilea, como decían los "Cacharilas" Sánchez Vanegas con sandalias de entonces.

¿Escribir discursos? Jamás se le ocurrió. Como Jesús era la CNN y la Internet de sí mismo, palabra que decía, palabra que llegaba a medio mundo. Una vez hizo una excepción y escribió algo en el suelo mientras los escribas y fariseos despotricaban de una apetitosa mujer adúltera que no les quiso dar ni la hora. O sea que escribió una vez más que Sócrates quien no lo hizo nunca. A los dos los mataron porque se les fue la mano en tener razón.

Nunca se supo lo que escribió Jesús en tierra. Hasta hoy cuando lo revela esta bien informada nota. Escribió simplemente: "Estos #¿¡$%/#¿!" majaderos tienen de lo que sabemos". Y colgó la pluma de por vida.

"Oírlo hablar no daba sueño". No podía ver un morrito porque se trepaba en él y se dejaba venir con las Bienaventuranzas, por ejemplo. Los reporteros sin tarjeta que antes habían sido pescadores, tenían que acreditar memoria de elefantes, para no perderse detalle. Y para no tergiversarlo. ¿Se imaginan lo que significa que Dios lo rectifique a uno? Tenaz, eso de cubrir a Jesús sin grabadora. Preferían mirar a Jesús a los ojos, anticipándose a la receta del Nobel García Márquez.

Tenía una pinta tenaz este Galileo. Las mujeres chorreaban la baba por él. El mejor retrato suyo apareció no hace mucho entre una nube de arena. Muchos periódicos publicaron la foto. Jesús habría podido vivir de la pinta. Pero no era un gigolo, un mantenido.

Decía cosas tan escasas como: "Haz el bien y no mires a quién". Mataba y comía del muerto si por algún azar su mano izquierda se enteraba de lo que había hecho la derecha. Jamás se le conoció un 8 ni un 8.000 en su espléndida hoja de vida.

Puso a dieta a todos los ricos cuando les notificó que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un platudo se salvara. Los que enflaquecieron entregaron la plata y entonces Jesús hizo la revolución con el billete de los demás. Así fundó la Teología de la Liberación. A los ex-pobres no les cabía un tinto de la dicha.

Sólo admitió una entrevista de una pregunta: ¿Quién eres tú? La respuesta fue: Yo soy el que soy. El improvisado reportero sin tarjeta (un tal Poncio Pilatos) quedó sin alientos para contrapreguntar, como se desprende de las escrituras cuya lectura conviene retomar en vísperas del nacimiento de Jesús para retomar el rumbo embolatado, pescar una luz, disfrutar de muchos asombros.

*Periodista antioqueño