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PREDICCIONES

Un mismo destino en los vaticinios de cuatros adivinos

¿Verdad o mentira? ¿Puede la gente confiar en las predicciones de brujos, astrólogos, echadores de cartas y demás? El periodista Santiago Cruz visitó cuatro adivinos para consultar su futuro e intentar responder estas preguntas. Crónica de mundos ocultos.

Santiago Cruz Hoyos
20 de marzo de 2007

La casa, por fuera, está en obra negra. Adentro, unos asientos plásticos cumplen la función de una sala de espera. Huele a incienso. En el fondo, tras un escritorio, está Lorena, la secretaria, rodeada de santos, cuadros de José Gregorio Hernández, mirra, sábilas, oraciones escritas sobre las paredes. Un anuncio: se prohíbe entrar armas al consultorio. Un anciano cojo merodea por el lugar. Otras personas están sentadas, esperando su turno. Mi ficha es la número 7. Espero.

Hay un televisor colgado y están transmitiendo, en el programa mañanero de Caracol, la entrevista a una mujer que supuestamente adivina el destino con las láminas que salen en las chocolatinas Jet. Me causa risa el nuevo ‘invento’. Claro que estoy ahí para hacer algo parecido.

El sitio es el Centro Espiritual Niño Jesús Fe y Esperanza. Está ubicado en Yumbo, un municipio enclavado en la entrada a Cali. Allí, Carmelina, una menuda mujer, lee el futuro a través de un vaso de agua. Eso dicen. Sigo en mi espera, escuchando a la gente que llama al programa para que le adivinen la suerte con las famosas láminas de Jet. Ridículo.

Llegué hasta donde la adivina por curiosidad. Por los testimonios de amigos y familiares que hablan de hombres y mujeres que leen el destino en la tinta, las cartas, el tabaco, los vasos de agua. Que sí, que casi todo lo que les dicen les ha salido… viajes, trabajos, amores, enfermedades, pérdidas, éxitos. Que el futuro está escrito, como lo afirma con seguridad inalterable una compañera de la universidad que lee la mano.

¿Será cierto? ¿Qué tanto atinan los adivinos para predecir el futuro de las personas, qué tanto es verdad y qué tanto es charlatanería? ¿Coincidirán cuatro adivinos prediciendo un mismo futuro? Ésa es la pregunta que pretendo resolver. Espero mantenerme con mi idea. Soy de los que consideran que el destino depende de las decisiones, del trabajo, de la disciplina para alcanzar los sueños. Porque… si todo está escrito ya, ¿dónde queda el sentido de la vida?

Turno 7. Es el mío. Entro al consultorio. A la izquierda, en diagonal, veo una especie de altar. Carmelina está sentada tras un escritorio. Saluda. Sonríe. Esperaba encontrarme con una persona de otro corte, más mística, por llamarlo de alguna manera. Tomo asiento. Con una campana de porcelana la mujer llama a Lorena, su secretaria. Le pide que le cambie el vaso de agua. Sonríe de nuevo.

Cuando aparece el vaso me indica que ponga mi mano sobre él, tapándolo. “¿Cuál es su nombre completo?”, pregunta. Santiago Cruz Hoyos. Asienta con la cabeza, mira el vaso, pasa su dedo por mis nudillos. Parece que está contando. Espera un momento. Habla. “Usted quiere cambiar de trabajo”, dice. Le digo que sí, que en eso estoy. Me sorprendo, era lo que pensaba preguntarle de entrada, pero se adelantó. “Le pinta bien, mire lo que le sale (veo el vaso y está tan normal como cualquier otro). Dice que usted quiere abrirse camino profesional y socialmente, que está algo preocupado por eso, pero le va a salir”. Después me habla de que estoy algo “bloqueado”, pero no del todo, no tan mal, que hay envidias, que estoy “medio bloqueado”.

Me pregunta qué estudié. Comunicación Social, le respondo. Vuelve a las predicciones. “Usted va a cambiar de ciudad, ahí le sale”. Curioso. Desde hace cierto tiempo vengo con la idea de irme a Bogotá.

“¿Usted tiene novia?”, pregunta. Nada, soltero, le digo. “Ahí le aparecen dos mujeres. Una es blanca, pelinegra, lisa, alta, muy bonita”. Por esa descripción pienso en mi ex novia.

“La otra es trigueña, pelo crespo, más trozuda, también muy linda”, continúa. “Usted con ella va tener una amistad muy bonita, después van a tener relaciones y es muy posible que quede en embarazo. ¡Mucho cuidado!”. Augura una relación “bonita y duradera” con esta mujer. Pienso en alguien. También me preocupo. Queda la duda. Algunas cosas coinciden, otras no. ¿Será ella?

“¿Usted ha mandado hojas de vida?”. Sí, respondo. “Porque ahí le sale una entrevista”. Vuelve y me pregunta por mi profesión. Que qué es lo que hago. Le digo que soy periodista. Queda en silencio, cambia el semblante por un momento. Creo que no le agrada tener a un periodista al frente. Retoma, habla sobre la entrevista. Le digo que es en un periódico importante. “¿Eso es en Cali o en Bogotá?” En Cali. “Ah sí, también le sale”. Me confundo. ¿Al fin me voy para Bogotá o me quedo en Cali?

Le pregunto por “mis dos mujeres”. ¿Vuelvo con mi ex novia? “Sí, vuelven”, responde. Ahí sí se equivoca. Estoy seguro de que eso no pasará. Y además, ¿supuestamente no me predijo una relación larga y duradera con la otra mujer?

Termina. “Vamos a abrir caminos, a desbloquear, a sacar malas energías”. Llama a Lorena. Le pide que prepare un “descruce de frutas”. Lo escribe en un papel membreteado, como una receta médica. Salgo.

Afuera me esperan Diego, mi cuñado, y Claudia, mi hermana. Recuerdo que él me habló de unos tratamientos, de unos riegos para echarse que Carmelina le mandó. Que después de eso empezó a trabajar de nuevo, a realizar negocios, que le sirvió. ¿Será? Lo compro.

Leo. “Baño Verde: untar de los hombros a los pies. Dejar 15 minutos y enjuagar con el jabón por tres días”. ¿Será? Probemos. Empiezo mañana.

***
La mesa tiene un mantel azul. La pared, a mi izquierda, está pintada de curuba y sobre ella están pegadas estrellas doradas. En la mesa hay un vaso de agua, una vela, una canasta con manzanas artificiales y un pan del mismo material. También hay algunos portarretratos con estampillas de santos.

Mientras observo, Osiris está rezando. Ojos cerrados, muecas de dolor, habla entre dientes. Antes me había preguntado nombre, fecha de nacimiento y ocupación. Lo escribió en una agenda. Miro. Un músico la visitó hace poco.

Osiris dice que lee la baraja española, el tarot. Que la coincidencia de las predicciones depende de la fe, que en un 70 u 80 por ciento las cosas se dan. Que lo suyo es la magia blanca, “la buena”, y después siguen seis derivaciones de la magia negra, las negativas.

Termina de orar. Voltea y me dice que estoy ansioso, preocupado. Después toma las cartas, cartas viejas, gastadas, con los colores pálidos. Hace una especie de cruz o bendición sobre ellas. El gesto es rápido. Baraja de dos en dos. Me las entrega. Dice que las divida en tres.

Empieza a voltearlas sobre la mesa. Predice. Habla rápido, de muchos temas a la vez. “Regresa un viejo amor que lo marcó mucho, viene con buenas intenciones. Oportunidades laborales, le marca bien. Hay muchas envidias de familiares y amigos que le están perjudicando los proyectos, energías negativas. ¿Usted se hizo leer el tabaco en estos días?, me pregunta. No. “Porque hay una energía negativa, no se lo vaya a hacer leer”.

Toma otras cartas, las voltea. Vuelve a la carga con más temas.
“Hay un hombre mayor en la familia que está muy pendiente de usted, él no le expresa sus sentimientos, pero usted es muy importante para esa persona”. “Es posible que tenga una pérdida material que lo puede afectar. De pronto se enferma en estos días, pero no es nada grave”.
“Le van a llegar noticias de alguien que se muere, pero no es un familiar, es alguien conocido. Le va a afectar, pero es pasajero. El matrimonio todavía no es propicio. Si piensa organizarse, espere dos o tres meses. “Tiene buena suerte en los juegos de azar, juega el 741 y el 147”. Cuando le digo que me los repita para escribirlos, duda, trastabilla. Da un número parecido.

Me distraigo, pierdo el interés. Osiris comienza a hablar de generalidades. Repite palabras como le “marca bien, favorabilidad”. Y qué tal cuando habla de matrimonio. Esa idea no se me pasa por la cabeza.

Retoma de nuevo. “Hay una mujer trigueña, trozuda. Esta mujer lo quiere manipular”. (Carmelina habló de una mujer así, pero con la que iba a tener una “relación bonita y duradera”). “Prosperidad, le marca bien la suerte, favorabilidad en los asuntos laborales”. “Hay una mujer blanca, pelo liso, que está en dificultades”. “Tenga cuidado con una mujer que tiene una energía muy pesada, que cambia de estado de ánimo constantemente. Esto lo perjudica porque usted tiene una energía muy buena”. “Hay heridas del pasado con un amor que usted cree que ya sanaron, pero todavía están ahí. Vaya al pasado, pero no se quede en él. Escuche su Cristo interno, su conciencia, ahí están las respuestas. No las busque en el exterior. No se engañe”. ¿Estará siendo sincera sobre ella misma y sobre su oficio? Habla de tantas cosas a la vez que no me deja pensar.

Después de tres preguntas en lo que habló de lo mismo, termina la consulta. Dialogamos algo sobre la brujería, la magia blanca, el tarot. Le pago los 20.000 pesos y se da una bendición con ellos. Un acto grotesco. Después me aconseja que no ponga mi maletín en el suelo (en la visita lo dejé ahí) y que no cuente plata encima de la cama “porque no rinde”. Salgo.

El ocultismo ha estado presente desde el inicio de la historia humana. Incluso, la Biblia lo menciona y lo condena en los antiquísimos libros del Viejo Testamento. “No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortilegio, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti”, se lee en Deuteronomio, Capitulo 18, Versículo 10.

Sin embargo, a pesar de las condenas, la práctica del ocultismo y las artes mánticas han estado presentes en la vida de cada pueblo, en la vida de cada sociedad. París, por ejemplo, es considerada la ‘ciudad de los mil profetas’. El libro Misterio, Magia y Ocultismo, de Salvat Editores, da cuenta de una encuesta realizada en la capital francesa en 1971. Según la encuesta, por cada adivina o echadora de cartas habían 120 habitantes. En cuanto a los sacerdotes, había uno por cada 5.000 habitantes.

El ensayo titulado El Fenómeno del Pensamiento Mágico afirma que, según un trabajo realizado por el Instituto Gallup, el 80 por ciento de las personas en Estados Unidos y Europa mantienen creencias que son consideradas como “mentalidad mágica”. “Esto se manifiesta muy notablemente en las grandes librerías y en la proliferación de centros concentrados en la venta de libros de temas espirituales, esotéricos, metafísicos, paranormales y de autoayuda escritos por autores pseudocientíficos (de apariencia científica)”, dice el autor.

En Colombia, el asunto de consultar el futuro también es un tema arraigado en el imaginario colectivo, y, como es bien sabido, incluso en el propio Estado. Hasta hace muy poco, por ejemplo, las decisiones de la Fiscalía General de la Nación, uno de los estamentos más importantes para el país, eran tomadas con la venia y el visto bueno del mentalista Armando Martí. Al hombre, calificado por la Revista SEMANA como el “Rasputín de la Fiscalía”, se le había asignado hasta un carro blindado, un arma de dotación y la posibilidad de acceder a cualquier lugar de la entidad de investigación judicial. Un tema del que poco se volvió a hablar.

Hay quienes afirman que la humanidad busca estas prácticas como una forma de evasión de la realidad, como diversión. Sin embargo, en la búsqueda de adivinos, astrólogos, brujos y demás, aparece la necesidad de encontrar certezas, de saber qué pasará en el futuro, de controlar lo que no se conoce. Es una manera de querer prepararse para lo que viene, sea ‘bueno’ o ‘malo’. Incluso, encontrar la posibilidad de cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Otra de las explicaciones que se dan para que la humanidad centre la mirada en estas prácticas tiene que ver con el desprestigio de la religión cristiana, la ciencia y la filosofía liberal de principios del siglo pasado. Antonio Santacruz, en el ensayo titulado La Atracción de los Cultos Orientales y Esotéricos, sostiene que “la gente se cansó de lo que había sido la dogmática oficial: la conciencia racionalista, la ciencia y técnica, el liberalismo, y se volvió a cuestionar la religión cristiana. La decepción y la deserción consecuentes se dieron mayoritariamente en los jóvenes, y después de la Segunda Guerra Mundial se redoblaron. El proceso lleva unos 70 años y no muestra indicios de detención ni retroceso”.

Respuestas. Seguridad. Algo en qué creer. Esas, en últimas, son las razones para que millones de personas depositen su fe en las artes mánticas y el ocultismo. Una vía para escapar de la realidad que apabulla.

Vuelvo a mis consultas. Veo un papel. Pasacalle 7F # 61ª-12. Es mi próxima cita con las predicaciones de mi futuro. Parto.

Mercedes Torres parece más bien una buena amiga con quien se habla de la vida, que una echadora de cartas. Es una mujer joven, de unos 40 años, preparada con cuatro carreras universitarias. Es alegre, abierta, conversadora.

Mercedes lee las cartas angelicales. Y, como las consultas anteriores, pregunta mi nombre completo. Antes tengo que decir que su consultorio, ubicado en el último rincón del barrio Las Ceibas, en Cali, es muy parecido a los sitios visitados anteriormente. En la entrada está el expendio de riegos, un pequeño espacio parecido a una tienda de barrio. Más adelante, en la sala, hay un altar con santos de tamaños respetables. Y al fondo, tras pasar un patio, está Mercedes, en un estrecho cuarto.

Toma las cartas, traza líneas con sus dedos sobre ellas. Después me pide que las parta en tres con la mano derecha. Empieza la lectura. “Un camino de mucha luz y oportunidades. Vienen unos cambios a partir de 2007 pasados los primeros cuatro meses del año. En abril se vienen cambios buenos para tu vida en cuestión económica, en cuestión sentimental y en cuestión de ubicación”.

Echa de nuevo las cartas y me diagnostica un presente no muy bueno. “Me perdonas, pero yo soy muy sincera”. Muestra una carta que indicaba que mis proyectos estaban frenados, sin prosperar. “Metes la cabeza por aquí, nada. Metes la cabeza por acá, nada. Y sentimentalmente altibajos también de un tiempo para acá. Estaban las cosas muy duras con alguien, se normalizaron, y volvieron y arrancaron para acabarse”. De cierta manera acierta en esto. “Veo mucha lucha, mucha lucha”. “En el trabajo hay mucho bochinche, mucha intriga, cuídate de eso”, agrega.

“Estás trabajando, pero no estás amañado, quieres buscar otras cosas”. Acierta, al igual que Carmelina. Sigo con la idea de cambiar de trabajo. “Quieres estudiar, ¿Por qué no lo has hecho?. No te preocupes que esto se te va a dar”.

“En el amor las cosas están estancadas, quieres darte un tiempo, dar un espacio, preocuparte más de lo tuyo”. También acierta, en este momento no me interesa iniciar ninguna relación sentimental. “Hazte una limpieza, un descruce”, me aconseja. Es el mismo ‘tratamiento’ que me mandó Carmelina.

El futuro parece más promisorio. “Yo nunca le digo a nadie que va a tener dinero, pero vas a tener buena posición”. Me muestra una carta en donde aparece una especie de rey sentado de un trono de oro, joyas, abundancia. Y sentencia: “Te acordarás de mí toda la vida, de lo que le estoy diciendo”.

Mercedes me habla de un viaje al extranjero y vuelve al presente. Ve una lucha constante, desubicación, que por momentos me deprimo. También acierta, aunque ¿a quién no le pasa eso por momentos? Después me dice que me cuide las rodillas y que se me cansa la vista con facilidad. Vuelve al futuro. Dice que voy a lograr una carrera y dos especializaciones. La carrera ya la logré. Veremos el resto. “En el amor no te preocupes, va a llegar. En este año llegará una mujer, pero esa no es la de tu vida. Espera. Ten paciencia”.

Me escribe en un papel el tratamiento que debo comprar y un número, 4127, para el chance, claro. Después me dice que tengo tres preguntas. Repito las mismas que planteé en las anteriores consultas. En lo laboral me van a salir tres opciones, y por supuesto, que si hago el tratamiento, en las tres me va bien, dice Mercedes. Después pregunto por un viejo amor. “Para qué pregunta, usted sabe que ésa no es la mujer para usted. Chocan mucho, no, nada que ver”. Me muestra dos cartas. Ambas tienen una palabra grabada: negativismo.

Hablamos algo sobre la familia, sobre “mi ubicación” en 2007. La consulta termina. El tratamiento, cuando lo coticé, costaba 140.000 pesos. Prefiero gastarme esa plata en otras cosas. Fin de mi tercera cita con la predicción de mi futuro.

‘Mimi’ es una guajira. Se le nota de entrada por sus marcados rasgos indígenas. En su tarjeta de presentación personal dice que es una “parasicóloga especialista en dar suerte para empleos, hogar, problemas sentimentales”, entre otras cosas. Dice, además, que lee la mano, el tarot, las velas.

Mientras espero en la sala de su casa, un espacio estrecho atestado de porcelanas grandes, tres muebles y un televisor viejo, me pregunto por qué la mayoría de estas personas, si dicen tener el poder que tienen, vive en medio de tanta pobreza. Una pregunta que, en tertulias, muchos se formulan.

Entro a un cuarto y ahí está ella, sentada tras un escritorio. A su lado hay un altar atestado de figuras extrañas, santos, copas, un sapo de metal en el suelo y, bajo su escritorio, un perro negro durmiendo que ni se inmutó con mi presencia.

‘Mimi’ aseguró que este oficio de leer el futuro viene desde niña, allá en La Guajira. Que es un don. Recuerda que lanzaba sentencias de temblores, de lluvias, o de personas que visitarían su hogar. Todas se cumplían. Descubrió su don de a poco.

Le explico que vengo con la intención de que me lea la mano. Ella me recomienda el tarot, “es más completo”, pero insisto. ‘Mimi’ rocia un extracto de rosas sobre mis manos. Después las froto, le digo mi nombre completo y la fecha de nacimiento. Abro mi mano derecha. Predice.

Dice, de entrada, que soy “un poquito malgeniado”, que voy a vivir muchos años, y que con el dinero me va a ir bien. Sobre lo de malgeniado se equivoca, soy muy tranquilo. Sobre el resto, veremos. Continúa.

“Veo molestias en las piernas, en el estómago, en las rodillas, ¿ha tenido algún dolor?” No. Sigue. “De pronto en este momento las cosas no le han salido como usted quería, pero vienen cosas bastantes buenas para usted, en este año vienen cosas muy favorables. Usted es una persona que todo lo que quiere alcanzar lo logra”.

Ahora vuelve a un tema mencionado en todas las anteriores consultas. Que sobre mí hay demasiadas envidias, gente que transmite esas energías. Que tenga cuidado. Ve, también, dos personas (mujeres). “¿No tiene novia? Una de ellas es muy posesiva, muy celosa, pero está muy pendiente de usted”. Vuelve al tema de las envidias. Me recomienda no contar mis proyectos, lo que tenga planeado por realizar. También, como las anteriores, me dice que estoy preocupado, que tenga paciencia, que las cosas se van dando. Y ahí, claro, recomienda un riego para que el dinero me rinda. Predice que alguien, muy destacado, me va a brindar una oportunidad que no puedo desaprovechar, una oportunidad laboral. Sobre los hijos me habla de dos, en un hogar estable. Para el chance (también se ve en la mano, curioso) dice que haga el 7432.

Repite que este año va a ser muy bueno, laboral y sentimentalmente. Que sí, me va a tocar trabajar y luchar, pero los objetivos se alcanzan. “Tenga tranquilidad en las cosas”, dice. “Este año también le sale que cambia de casa, y aparece un viaje”. Dice que debo tener cuidado con un accidente, que ojo con las motos. Me aconseja de nuevo lo del riego, me habla de sábilas, panelas, clavos, azúcar morena, leche, cubos de hielo y un jabón y siete frascos que ella vende por 25.000 pesos.

Después, cuando la consulta termina, hablamos un rato sobre su oficio, de las predicciones que de niña tenía, de sus abuelos que también eran brujos guajiros. Aparece Vanesa, su hija. (Seguro, no exagero, Vanesa no tiene nada que envidiarle a Naomi Campbell). Mientras su hija me ofrece gaseosa, ‘Mimi’ cuenta que también tiene la facultad de hacer “endulzamientos”, lograr que las parejas separadas vuelvan a unirse, enamoradas. Muchos son los que la consultan para esos trabajos. Termina la visita. La puerta de su casa se cierra.

***
¿Verdad o mentira? ¿Puede la gente confiar en las predicciones de brujos, astrólogos, echadores de cartas y demás? Las preguntas de esta historia no tienen una respuesta exacta, una verdad absoluta. Sin embargo, pareciera, por la experiencia de esta crónica, que el ocultismo y las artes mánticas tienen algo de verdad, algo de razón, la capacidad de predecir o percibir ciertos hechos, ciertas expectativas de las personas con respecto al destino. Pero también hay mucho de charlatanería, de manejar el arte de la palabra, de saber conversar, hablar de lugares comunes y acontecimientos que a todos, definitivamente, nos suceden.

Mientras escribo el final de estas líneas, leo una frase del gran escritor francés Gustave Flaubert. “El futuro nos tortura, y el pasado nos encadena. He ahí porqué se nos escapa el presente”. Allí, en sus palabras, se resume lo encontrado en esta historia. El hoy, el presente, el aquí y el ahora, es la única certeza del ser humano. Es, a la larga, lo que importa, lo que vale.