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“Uno tiene que sufrir en carne propia, para saber lo qué es la guerra”

Ever, un soldado campesino de 20 años, perdió su brazo y la posibilidad de caminar por causa de una mina antipersona.

28 de noviembre de 2006

“Le dije a mi compañero: “Cuidado pisa una mina por ahí”. Me respondió: “Claro, güevón”. Yo tenía el presentimiento de que me iba a pasar algo. Caminaba con cuidado, cuando sentí una explosión. Pensé que me habían matado. Como a los tres o cuatro minutos, me desperté. Sentí que me había partido en dos. El dolor era en la cintura. Entonces, levanté la cabeza y vi mi pierna toda deshilachada, toda abierta. Empecé a gritar, desesperado: “¡Mi Sargento, mi Sargento, sáqueme de acá, no me deje morir”.

A la mina, le habían echado materia fecal de cuatro animales diferentes. Eso fue lo que me produjo la gangrena. Me arrancó toda la piel de la pierna derecha, hasta las nalgas. Pero me la pudieron salvar. Al brazo sí se lo comió la infección. Un médico me dijo dizque me “mochaban desarticuladamente”, pero que no me garantizaban la vida.

Duré casi un mes en cuidados intensivos. “Hoy se muere, hoy se muere”, decían los doctores todos los días. Pero, afortunadamente, el que decide es Dios, que es muy grande y paró la infección. Cuando me desperté, estaba desnudo. Moví los brazos para abrazarme, pero del lado derecho sólo se movía el hombro. La mina me afectó la comuna vertebral: tampoco volvería a caminar. Fue una tristeza muy grande despertarme y, de un momento a otro, verme mocho y tirado en una cama, después de 20 años de poder bailar, de poder hacer todo.

Mi brazo me hacía mucha falta. Yo me quería morir. A cada rato, le pedía a mi Dios que me quitara la vida. Ahora, me queda el consuelo de no ser el único mocho en Colombia. Desgraciadamente, uno tiene que sufrir en carne propia, para saber qué es la guerra”.