Home

On Line

Artículo

Uribe dice que buscará la paz

Al asumir su segundo mandato el Jefe de Estado habló menos sobre una victoria militar y más sobre la paz negociada, pero no aclaró cómo pretende lograrla ni varió sus condiciones para comenzar los diálogos.

Élber Gutiérrez Roa
7 de agosto de 2006

El segundo periodo del presidente Álvaro Uribe tendrá como retos principales la consecución de la paz y la consolidación de los avances en seguridad ciudadana. Así lo admitió este lunes el propio Jefe de Estado al asumir por segunda ocasión como mandatario de los colombianos.

Tras tomar posesión ante la presidenta del Congreso, Dilian Francisca Toro, Uribe leyó un discurso de 13 páginas cuyo eje central fue su intención de buscar la paz, sobre la cual apenas explicó que buscará la reconciliación con las guerrillas con el mismo entusiasmo que usó durante su primera administración para tratar de doblegarlas por la vía militar. No dijo cómo lo hará, ni varió sus exigencias para sentarse en una mesa de diálogos. Simplemente anunció que le apuntará a ese objetivo durante el próximo cuatrienio.

Al tratar de imprimirle un tono filosófico a su discurso el Presidente dio varios giros sobre la misma idea para concluir que la negociación requiere hechos de paz de la contraparte y que uno de ellos sería el cese de hostilidades. Esta exigencia es la misma que Uribe ha hecho desde hace cuatro años a las Farc. Es decir, Uribe no se movió de la postura expresada durante su primer mandato, pero cambió la presentación del discurso para pasar de Presidente de la mano dura a mandatario de la reconciliación.

Según Uribe, la seguridad democrática es “un paso irreversible para obtener la paz” y lo que debe venir ahora es la demostración de “hechos también irreversibles” desde la otra orilla. Para enfatizar en la idea, dijo que en el caso español se está abriendo la posibilidad de un diálogo con ETA porque “en los últimos tres años no se han presentado asesinatos imputables a la organización que empieza a ser interlocutora de voceros oficiales”.

Esta idea que pudo ser lanzada como un dardo a las Farc -a pesar de que no las nombró ni una sola vez- también fue interpretada como un autogol del Presidente en cuanto a las negociaciones con las autodefensas, a las cuales la misma Misión de Verificación del Proceso de Paz de la Organización de Estados Americanos, OEA, ha señalado de incumplir el cese de hostilidades.

Otro punto del discurso que llamó la atención de los mandatarios y congresistas presentes en el acto de posesión fue la confesión de Uribe respecto a sus miedos para dialogar con la guerrilla. El Presidente dijo que “no nos frena el miedo para negociar la paz. Confieso que me preocupa algo diferente: el riesgo de no llegar a la paz y retroceder en seguridad”.

A Uribe le preocupa mucho la forma como será recordado en la historia de Colombia y sabe que los éxitos cosechados en cuanto a la percepción de seguridad pueden echarse a pique si no juega adecuadamente sus fichas para la búsqueda de la reconciliación. Máxime cuando las Farc no se han movido ni un milímetro de su exigencia del despeje militar de dos departamentos -Caquetá y Putumayo- para sentarse a negociar, así hayan reducido a sólo dos municipios su petición de despeje para un intercambio humanitario.
 
Por eso su insistencia en las condiciones impuestas desde hace cuatro años, aunque con distinta presentación. En el 2002, Uribe dijo textualmente que se requería un “cese de hostilidades”. En esta oportunidad no lo pidió con esas palabras pero dijo que “en medio de la violencia, el diálogo se desgasta y la búsqueda de la paz desmotiva la tarea de la institución armada legítima”.

Sobre el intercambio Uribe no incluyó una sola línea en su discurso. Ni siquiera lo mencionó cuando los congresistas del Polo Democrático -en pleno discurso presidencial- sacaron afiches de los policías y militares secuestrados como señal de protesta por lo que consideran un desinterés gubernamental frente al drama de sus familias.


Otro tono

El discurso del Presidente fue menos beligerante en sus formas que el de su primer mandato. Si en 2002 su prioridad fue la de dejar clara su postura de mano dura contra los violentos -que intentaron matarlo ese mismo día- el Uribe modelo 2006 prefirió jugarse la carta de la paz dialogada aunque sin mayor claridad sobre la forma en que pretende lograrla.

Tampoco quiso cazar peleas con la oposición a la cual dijo que respetará e invitó a buscar “acuerdos fundamentales”. Aseguró que no habrá prebendas entre el Ejecutivo y el Legislativo y que legitimará sus actos de gobierno con la aprobación de la opinión pública.
 
En este sentido Uribe buscará ser, como durante su primer gobierno, un presidente mediático, de frecuente contacto con la ciudadanía pero con relaciones más estrechas con las bancadas del Congreso. Si hace cuatro años amenazó con cerrar el Legislativo, este lunes se tomó más de 15 minutos para saludar personalmente a cada uno de los congresistas, incluidos los ex purgados a los que él mismo había pedido retirar de la bancada uribista.
 
También dijo que está dispuesto a reconocer errores y emprender rectificaciones y que hará una administración austera, realizadora y transparente.

Economía, otra prioridad

Como todo presidente que se estrena en el cargo, Uribe también aprovechó para arrancar aplausos con la enunciación de una que otra promesa sobre temas sociales, las mismas que esbozó en su campaña reeleccionista: plena cobertura en educación básica y en régimen subsidiado de salud, acabar con el empleo informal, fortalecer los programas de familias en acción, guardabosques, el Sena, Bienestar Familiar, vivienda, saneamiento básico, infraestructura y acceso popular al crédito.

Insistió en la importancia del paquete legislativo (reforma tributaria, TLC con Estados Unidos, reforma a la ley 100, entre otros) con el cual pretende jalonar el crecimiento del país y dijo que continuará las reformas a los organismos del Estado para hacerlos sostenibles y mejorar sus servicios.

El Presidente reclamó apoyo ciudadano en aspectos como la tributación y las reformas económicas y en un mensaje a la oposición en el Congreso dijo que “es preferible devolver el valor del IVA a los más vulnerables, franquear dificultades, corregir el Sisbén, procurar el acceso bancario a 6 millones de familias pobres, vincularlas con ese inicial recurso a la banca de oportunidades, gestionarles crédito, que estancarnos en el remolino del discurso que lo critica todo y nada permite hacer”.

En medio de sus compromisos para el cuatrienio, Uribe dedicó parte de su discurso a explicar la seguridad democrática como eje de un modelo de centro, alternativo a las tendencias de derecha e izquierda que tradicionalmente han dividido al país. Según él, su visión de la democracia moderna gira en torno a cinco elementos: la seguridad democrática propiamente dicha, las libertades públicas, la cohesión social, la transparencia y las instituciones independientes.

Este modelo –dijo- brinda las garantías de seguridad que históricamente reclama la derecha, pero a la vez satisface las necesidades de libertad, igualdad y justicia social que reivindica la izquierda. Uribe cree que con la seguridad democrática el país ha mejorado pero que aún hace falta camino por recorrer en aspectos como la protección a sindicalistas, la erradicación del secuestro y la protección a mandatarios locales.

Con la presencia de un puñado de presidentes latinoamericanos y del príncipe de Asturias Felipe de Borbón, de España, y en medio de una relativa tranquilidad (ver En limpio) que contrasta con los ataques terroristas de hace cuatro años, comenzó así el segundo mandato de Álvaro Uribe, que por el tono del discurso, promete ser más político, menos audaz, más reconciliador y básicamente continuista.