Crónica 7
“Venceremos las tristezas y las dificultades”
Bucaramanga, dic. 23 (Colprensa).- Era el 6 de agosto del año 2003. Estábamos varios jornaleros trabajando en unos arreglos a la carretera en una vereda llamada Manzanares, del municipio de El Tarra, en Norte de Santander. De repente salieron de la nada muchos hombres el llamado grupo guerrillero ELN (Ejército de Liberación Nacional). Fuimos retenidos.
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¿Por qué me retienen, si solamente estoy trabajando
para mantener mi familia?, les dije, pero no me prestaron atención.
Tuve que amanecer allí.
Al día siguiente me fui de regreso
para mi pueblo, junto a otro señor que también había sido retenido en
el mismo lugar por el ELN. Entonces se comentaba que la guerrilla se
había metido a unas fincas, muy cerca del pueblo, a robarse el ganado.
Nos habían dicho que la retención de nosotros era para que no bajáramos
al pueblo adelante de ellos y después les echáramos la ‘ley’.
Esa
no fue mi única experiencia con la violencia. Unos días más tarde, el
día 9 de agosto del 2003, las AUC (Autodefensa Unidas de Colombia, un
grupo paramilitar), llegaron al pueblo. Me sacaron de allí para la
vereda El 92, me amarraron y me tiraron al piso, donde duré medio día.
Les
dije, “¿Por qué me amarran y por qué hacen esto conmigo”?, pero no me
dejaron hablar más. Estuve todo ese tiempo amarrado junto a otro señor,
entonces sentía las manos que se me iban a reventar del dolor. Le dije
a uno de los hombres de las AUC, “paisano, usted también es hijo de
Dios conduélase y me afloja las manos” y él hizo aquello que yo le
pedí. Al poco tiempo me soltaron, pero me corrieron de mi pueblo
injustamente.
Al día siguiente fui a la iglesia con mi familia
para asistir a la misa. Había vuelto a mi casa para poderme despedir de
mi familia, pero para hacerlo, me tuve que tomar unas copas de licor
porque nunca me había tocado salirme de mi casa.
Lo más grave
para mí fue lo que hicieron conmigo, siendo un pobre inocente
trabajador, me vi traumatizado por ambos grupos al margen de la ley.
Salí
para la ciudad de Ocaña, en Norte de Santander, a buscar refugio. Allí
jornalié dos años para sostener a mi familia, porque perdí todo lo que
tenía, como si le hubiera causado algún mal a una persona o a la
comunidad.
Perdí a un sobrino menor de edad, por causa de la
misma violencia. Me da dolor que, habiendo estado toda mi vida con mi
familia, unos se quedaron viviendo lejos de mi casa por esos
sufrimientos. Lo mismo le sucedió a otras familias y a mucha gente, que
lo perdieron todo.
Los grupos al margen de la ley mataban sin
discriminación, tanto de un lado como del otro. Mataron muchos seres
humanos y la situación llegó a tal extremo, que los violentos llevaban
los muertos a una funeraria y luego les cobraban a sus familiares lo
que ellos querían, para entregarles el cadáver.
Cuando
cualquier grupo, sea guerrillero o AUC, mataba a alguna persona, los
familiares no podían poner el denuncio porque entonces también los
mataban.
¿Cómo se libra un pueblo sin ley de esta situación?
Los pobres inocentes no nos podemos quedar callados, como cuando le
pegan a un niño y para que no llore le vuelven y le pegan.
No
siempre aparecían los muertos, también desaparecieron muchas personas.
Los ríos los volvieron ‘camposantos’, las montañas fueron ‘sembradas’
de cadáveres, mientras que los familiares estaban sumidos en el
sufrimiento, la angustia y el dolor.
Había que volver a
empezar. Después de estar dos años en la ciudad de Ocaña, tuve que
retornar a mi municipio nuevamente, porque no alcanzaba con el dinero
del jornal donde trabajaba para cubrir los gastos de la casa: tenía que
pagar arriendo, recibos de agua, luz, gas para la cocina y los
alimentos, la compra del mercado y por otro lado, la compra del
vestuario.
Soy artista. A pesar de todas estas dificultades
volví a organizar mi agrupación de música con mucho esfuerzo, para
continuar haciéndole canciones al pueblo colombiano y al mundo entero.
Muchos
amigos me dicen que hoy nuevamente vuelven a sonar los trinares
poéticos que le cantan sus canciones al bello camino, a la paz, a la
vida, al amor y a las mujeres, que son el corazón y la hermosura del
hombre.
Con mucho esfuerzo y con el poder poderoso de Dios,
venceremos las tristezas y las dificultades y seguiremos adelante con
una vida de paz y tranquilidad en el municipio de Alparra y de todo
Colombia.
*Los nombres han sido camniados por petición de los autores alegando protección