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VICTIMAS INOCENTES DE LA VIOLENCIA. Cap. del libro <i>Requiem por los niños muertos</i>

6 de junio de 2002

Esta vez los delincuentes de la dinamita dieron en unos blancos muy frágiles, muy débiles, muy vulnerables. No se enfrentaron a batallones de soldados armados; asesinaron niños, niños que inclusive no habían nacido. Niños que aún jugaban con juguetes y con aviones de colores.



Asesinaron un embrión de vida que aún estaba en el vientre de su madre. Y a ella, a ella también la asesinaron.



Son las víctimas inocentes de la violencia. Como Angela Milena González Delgado, que iba a cumplir apenas 9 años el próximo 20 de mayo, y que quedó en el piso, entre los escombros de cemento, bajo una sábana blanca teñida de rojo, destrozada sin vida, mientras su madre lloraba desconsolada.



Angela Milena no sabía todavía nada de la guerra. Pero a las 4:15 de la tarde, cuando salía a la calle a jugar frente a la casa de su madre, cincuenta kilos de dinamita segaron su vida.



Angela Milena apenas cursaba el tercer año escolar en una concentración pública del sector. A ella le gustaban las matemáticas, jugaba con muñecas y soñaba con ser doctora. Rezaba cada noche un Padre Nuestro a la memoria de su papá, ya fallecido. Había comprado el regalo que daría a su mamá hoy.



Víctimas inocentes como Claudia Esperanza Varela, de sólo 10 años, cuyo cuerpo cubierto con un manto pálido, navega en un mar de sangre sobre las baldosas de un local comercial.



La madre de Claudia, Azucena Silva, sólo pudo llorar. Nada pudo explicar. No pudo siquiera responder a las preguntas de las autoridades. "Ella era lo único que me quedaba y ahora está vuelta pedazos", gritó en tono desgarrador frente al cadáver. Estaba casi enloquecida.



Azucena Silva trabajaba en una venta de hamburguesas y ayer había llevado a Claudia a su lugar de trabajo porque no tenía con quién dejarla en casa. Sin siquiera sospecharlo, allí encontró la muerte.



Víctimas inocentes como esa otra criatura de apenas unos 11 años que las autoridades no pueden identificar con facilidad porque su cuerpo quedó convertido en una masa de carne informe.



Muchos otros niños, algunos de ellos mutilados, forman parte del casi centenar de heridos que dejaron las explosiones de ayer tarde.



Al cierre de esta edición, la policía había confirmado la muerte de cinco niños, entre las 14 víctimas que perdieron la vida por la explosión del carrobomba en el barrio Quirigua.



La fuerza del explosivo, que dejó restos humanos esparcidos en varios metros cuadrados, dificultaba la identidad de todas las víctimas.



Plenamente identificados estaba Angela Milena González, Claudia Esperanza Varela y Sandra Carolina Varela, con edades de menos de 11 años.



CARROBOMBA EN EL CENTRO



Dieciséis personas muertas, entre ellas tres niños, cerca de 30 heridos, un número indeterminado de contusos y lesionados, así como decenas de establecimientos comerciales destruidos dejó anoche la explosión de un carrobomba detonado por terroristas en pleno centro de Bogotá.



La explosión ocurrió a las 6:24 minutos en momentos en que decenas de personas transitaban por la carrera 9 con calle 15, a escasas dos cuadras de la Gobernación de Cundinamarca, y a 150 metros del nuevo edificio del Ministerio de Justicia.



Este es el tercer atentado terrorista que se produce en la capital en los últimos diez días, tras conocerse las amenazas del jefe del cartel de Medellín, Pablo Emilio Escobar Gaviria, acerca de desatar una oleada terrorista contra diferentes objetivos.



El pasado 21 de enero, terroristas al servicio de esa organización, hicieron explotar un carrobomba en la carrera 7a con calle 72 y un paquete de explosivos en la calle 100 con carrera 31.



La explosión de anoche afectó numerosos edificios de apartamentos, establecimientos comerciales como restaurantes, pizzerías, sedes bancarias, un supermercado, una academia de belleza, una relojería, almacenes de ropa infantil y oficinas de abogados.



Anoche el grupo Antiexplosivos de la policía Metropolitana dijo que la bomba estaba compuesta por cien kilos de dinamita que fueron dejados en el interior de un Renault 9 por dos hombres. Los expertos en explosivos agregaron que el carrobomba fue accionado por un reloj.



La explosión dejó un cráter de 1.95 metros de ancho por 95 centímetros de profundo y destruyó algunas tuberías.



Un testigo que se encontraba frente al lugar donde fue dejado el carro, dijo que "el estruendo sacudió todo el centro. La gente corrió despavorida tratando de salvarse de una lluvia de vidrios que caían destrozados", dijo.



El cadáver de un niño de unos cinco meses de nacido quedó destrozado frente a un automóvil Renault 9 azul, de placas AS 5901, que quedó completamente destruido. Otros dos vehículos, un automóvil Mazda y un Renault, también quedaron inservibles.



Allí mismo quedaron los cuerpos de un hombre de aproximadamente 50 años y de dos mujeres, entre ellas, una joven rubia.



Un funcionario de Sección de Policía Judicial e Investigación (SUIN) dijo que el cuerpo de un hombre de aproximadamente 30 años de edad, "quedó incrustado en un almacén de ropa infantil".



Otros dos niños fueron alcanzados de frente por la onda explosiva en el momento que se encontraban comprando comestibles.



Las personas que resultaron heridas fueron trasladadas a los hospitales La Samaritana, La Hortúa, La Misericordia, San Blas, la Clínica San Pedro Claver y otros centros asistenciales.



En el Hospital San Juan de Dios se reportaron 26 heridos atendidos y cuatro personas muertas, entre ellas Guillermo Arango, de 50 años de edad.



Así mismo en la Clínica San Pedro Claver se reportó ]a atención de 23 heridos, l 6 de ellos en cirugía menor y tres muertos. Otras tres personas se encontraban en cirugía en delicado estado, dijeron los médicos. Una de las víctimas fue identificada como Salomón Barón Gómez.



También, en el hospital San Ignacio se informó que allí fueron atendidos nueve niños heridos.



DEFICIT DE SANGRE.- Los directivos de los centros asistenciales hicieron un llamado a la ciudadanía para que donaran sangre debido a la emergencia que se presentó por la gran cantidad de heridos que debieron ser sometidos a cirugía.



Los cuerpos de socorro de la Cruz Roja y de la Defensa Civil comenzaron de inmediato la remoción de escombros del almacén CAFAM en donde, al momento de la explosión, se encontraban decenas de personas haciendo compras.



Una vez ocurrido el atentado comenzó la evacuación de todos los edificios de la zona, algunos de los cuales quedaron con sus fachadas destruidas y a punto de derrumbarse.



Al llegar al lugar de los hechos, el comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, General Oscar Eduardo Peláez Carmona, solo atinó a decir que "un hecho como este no sólo hace llorar los ojos sino también el corazón'.



El oficial ordenó de inmediato el acuartelamiento en primer grado para todas las unidades de policía de Bogotá.



La unidad primera de fiscalía que se hizo presente en el lugar para practicar las diligencias de levantamiento de los cadáveres, trataba de establecer la identidad de las personas muertas allí.



Igualmente, una Fiscal dijo que cien establecimientos quedaron afectados con la onda. En el informe no se discriminó la clase de locales, pero se trata de viviendas y establecimientos comerciales.



La explosión causó la destrucción casi total de una pizzería, de un almacén de ropa infantil, uno de artesanías así como de decenas de edificios de apartamentos y oficinas ubicados en esa calle.



La onda explosiva destruyó completamente los ventanales de por lo menos doce edificios con un promedio de ocho pisos cada uno.

¿POR QUÉ ESAS INJUSTICTAS DE DIOS?

El dolor y la tristeza se unieron ayer en las puertas del Instituto de Medicina Legal, a donde medio centenar de las víctimas de la explosión del carrobomba del sábado se acercaron a reclamar los cuerpos sin vida de sus parientes.

Allí estaban los Jaimes Martínez y su tragedia. Reclamaban el cuerpo del sargento primero del Ejército, Luis Ernesto Jaimes Martínez, los de sus dos pequeños hijos y el de su sobrina de siete meses.

Mientras eso ocurría allí, al otro lado de la ciudad la esposa del suboficial. Ana Lucía Romero, se debatían entre la vida y la muerte.

Según el relato de sus familiares, a la hora de la explosión el suboficial se encontraba en CAFAM comprando los libros para sus hijos.

392. "El drama de los familiares de las víctimas en Medicina Legal. "¿Por qué esas injusticias de Dios?". El sufrimiento de los parientes de un suboficial del Ejército que vino a Bogotá a comprar los libros y los cuadernos a sus hijos; sus hijos salieron. a la calle en el momento en que el carrobomba estalló", El Tiempo' Bogotá, 1° de febrero de 1993.

"El vive en las casas fiscales del Batallón de comunicaciones de Faca y vino a Bogotá a comprarle los libros y los cuadernos a sus hijos", dijo uno de sus primos.

"Lo único que sabemos -agregó- es que uno de los niños se salió a la calle y de inmediato todos los demás corrieron detrás de él para evitar que se fuera a perder o que le fuera a pasar algo, y en ese momento estalló el carrobomba".

Jaimes se encontraba en el supermercado con su esposa Ana Lucía y sus hijos Miguel Angel, 5 años; y Carlos Alberto, 7 años; y con su cuñada María Cristina Romero, madre de Yuri Marcela, una bebita de siete meses de nacida.

Ese fue sólo uno de los dramas que ayer se vivió en la morgue. Tal vez por eso en el ambiente flotaba una combinación de rabia y dolor profundos, reflejados en lágrimas y expresiones de rechazo al atentado.

"Segarle la vida a un ser así y dejar en la miseria a niños no es justo. No entiendo, ¿Por qué esas injusticias de Dios y por qué permiten que vivan terroristas como los de anoche, que asesinaron a personas inocentes?", se preguntaba el hermano de Manuel Alberto Garavito Cifuentes, un mecánico de profesión que murió en el atentado.

"Estoy aquí porque perdí a cuatro familiares, tres niños inocentes y su padre, sargento primero del Ejército. Además, están graves en el Hospital Militar dos de mis sobrinas, quienes perdieron a sus hijos", dijo la señora Ana de Sánchez.

"No entiendo por qué cae gente inocente -dijo otro de los dolientes-. Salomón García iba todos los días a las 6:30 de la tarde a entregar la lotería al expendio, pero esta vez los criminales se lo llevaron para siempre con un carrobomba".

Las parientes de los muertos, una vez realizaban el reconocimiento, salían a la calle a describir lo que aún no podían creer y mucho menos entender; los cuerpos de sus seres más queridos estaban desfigurados por cortaduras de vidrios y por la onda explosiva.

"Está irreconocible; los vidrios le desfiguraron todo el cuerpo". "Está destrozado por todas partes". "Tiene muchas heridas". Eran algunas de las descripciones que realizaban las personas que ingresaron a hacer el reconocimiento de los cadáveres.

Después de más de ocho horas de gestiones que van desde el reconocimiento hasta la entrega de documentos y arreglos con las funerarias, por fin los dolientes pudieron reclamar los cuerpos de sus parientes.