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| Foto: Archivo SEMANA

CICLISMO

La historia de la primera bicicleta de Nairo Quintana

Una periodista de SEMANA acompañó a la familia de Nairo en la última etapa. En medio del festejo conoció detalles de la vida de este ciclista a quien apodan el “Cóndor” de Cómbita.

Laura María Muñoz*
12 de septiembre de 2016

Desde 1987 un colombiano no ganaba la Vuelta a España. Lucho Herrera, “el jardinerito”, les mostró a los europeos cómo se coronaban las cumbres,  29 años después, un boyacense repite el título y se ubica como uno de los mejores del mundo junto con Chris Froome. Además, les siguen otros colombianos que están dejando en alto el ciclismo nacional -como Esteban Chaves, Darwin Atapuma, Jarlisson Pantano o Miguel Angel López- que también ganan etapas y carreras.

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Luis Quintana, de 61 años, hombre de piel rojiza y línea de expresión casi tan fuertes como su carácter, es el que toma la palabra ante más de 1.000 personas reunidas en su hogar, en una vereda cerca a Cómbita, Boyacá. Cuenta que Nairo comenzó a montar, con serias aspiraciones, hace diez años gracias a una bicicleta que le regaló para ir a la escuela.

“Luego de que le dimos la bicicleta nos dijeron: `su hijo va a ser un gran deportista. Póngale cuidado al modo que pedalea. Parece un profesional´. Desde ese momento puse mi espíritu en él y al final me salió como está saliendo”, dice Luis Quintana, su papá, mientras sigue recibiendo más y más personas en el patio de su casa, un espacio verdaderamente reducido.

El viejo usa una ruana roja en honor al uniforme de campeón de su hijo y se mantiene sereno sobre una silla plástica, como si nada lo afectara. Él no se caracteriza propiamente por ser expresivo, al igual que su esposa, Eloisa, que va de lado a lado sirviendo cervezas. Luis Quintana parece un sujeto al que le habría gustado pasar inadvertido durante toda su vida. Pero fue imposible por el éxito de su hijo.

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Dadas las hazañas de Nairo, hablar en público se volvió una virtud: se postra en el patio central, se deja envolver por la masa de nuevos mejores amigos y admiradores del campeón de la vuelta y, con parsimonia, responde una a una las preguntas.

Al otro costado de la casa, a unos dos metros de donde está la mayor concentración de personas que vitorean a la distancia al ciclista, se ubica Eloisa. Ella es una mujer menuda, morena, de cabello muy negro y casi tan homogéneo como la superficie de los prados boyacenses. No hay forma de verla y no reconocer a Nairo, o ver a Nairo y casi verla a ella.

Eloisa Rojas tiene 51 años y tuvo cinco hijos con Luis: Esperanza, Willington Alfredo, Lady Jazmín, Nairo y Dayer, quien siguió con el ciclismo y corre por el Movistar. Al ser una familia numerosa, los recursos económicos siempre fueron muy ajustados, por lo tanto, la forma más viable de transportarse fue en cicla.

La primera ‘bici‘ que tuvo Nairo costó 380.000 pesos y fue un regalo para desplazarse desde Cómbita hasta Arcabuco y viceversa -pues ese era el trayecto para ir a la escuela-. No obstante, el joven Nairo quiso darle un valor agregado al obsequio y apostó una carrera con un ciclista profesional de la región. La sorpresa para todos no solo fue que ganó, sino que al día siguiente de haber recibido la bicicleta le regaló a su padre 400.000 pesos en agradecimiento. Es decir, que prácticamente le pagó la bicicleta y le dio un pequeño excedente.

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Esta historia la confirma Juan Ramiro Quintana, un primo de Nairo, que tiene su misma edad y entrena junto a él en las empinadas vías del departamento. Según Juan Ramiro, “Don Luis siempre le decía ‘vamo’, ‘vamo’, ‘vamo’ mi negro y Nairo empezó a mostrar sus dotes. Además, agrega, “hoy en día Nairo no sólo significa Boyacá, sino otra cara del ciclismo nacional. Lógicamente, le dio un nuevo estandarte para la generación que viene”.

Y es verdad, pues luego de muchos años sin triunfos, Colombia vuelve a tener ciclistas que no se bajan del podio. El país goza de una generación de nuevos talentos deportivos que muchos jóvenes quieren imitar.

Luis Quintana y Eloisa Rojas concuerdan en que los triunfos de su hijo no son sólo de su familia, sino del país entero. Ad portas de celebrar la victoria de su hijo -en una vereda de Cómbita prácticamente perdida en la geografía y en el tiempo-, se reúnen nuevamente, se abrazan y trazan una sonrisita en la comisura de sus labios. Nairo ha ganado.

En la casa de los padres del ciclista hay un mural en el cual está una pintura de Nairo.

*Colaboradora de Semana.com