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A la salud de Obama

La sentencia de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, que ratifica la revolución al sistema de salud, acerca a Barack Obama a una nueva presidencia. Sin embargo, su reelección es más complicada de lo que parece.<br><br>

28 de julio de 2012

Desde el año 2000, cuando George W. Bush le ganó un pleito histórico a su rival de las elecciones de entonces -el candidato demócrata Al Gore-, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos no dictaba una sentencia de tantas repercusiones como la del pasado jueves 28 de junio. Ese día el Alto Tribunal dictaminó por cinco votos a favor y cuatro en contra que la reforma a la sanidad impulsada en el Congreso por el presidente Barack Obama no viola la Constitución. El fallo judicial produjo tres efectos: hizo que Estados Unidos dejara de ser la única potencia mundial donde millones de ciudadanos carecen de un seguro de salud, mantuvo en pie la principal bandera política de Obama y lo puso en una posición ventajosa de cara a las elecciones presidenciales del 6 de noviembre. Ventajosa, pero no invulnerable.

La ley había sido demandada a principios de este año por 26 de los 50 estados de la Unión con el argumento de que el Congreso no puede imponerles a los ciudadanos la obligación de contratar un seguro de salud so pena de pagar una multa. "Sería como si el Senado y la Cámara obligaran a alguien a comprar brócoli", dijo en marzo el magistrado Antonin Scalia en una frase que se hizo célebre. Comprensible: la sociedad norteamericana es individualista y en ella prima la idea de que ninguna autoridad puede coartar las libertades de los ciudadanos. Pero la Corte se opuso a lo que querían los demandantes. Lo curioso del asunto es que el magistrado que inclinó la balanza a favor de la reforma fue el presidente de la corporación, John Roberts, un conservador postulado por el entonces presidente George W. Bush, que terminó alineándose con Sonia Sotomayor, Elena Kagan, Ruth Ginsburg y Stephen Breyer. En la otra orilla se situaron Scalia, Samuel Alito, Anthony Kennedy y Clarence Thomas.

El pronunciamiento de la Corte suscitó la reacción casi inmediata de Obama, que habló desde la Casa Blanca. "De ahora en adelante, en esta nación -la más poderosa de la Tierra- ningún accidente o ninguna enfermedad conducirá a una familia a la quiebra", dijo. Tiene razón. Se calcula que 30 millones de habitantes, de un total de 305 millones, no poseen un seguro médico en Estados Unidos. Fuera de eso, se sabe que el mayor porcentaje de quiebras personales tienen por causa la falta de una póliza de este tipo. Algo vergonzoso, sobre todo si se compara con lo que ocurre en países de Europa occidental como Francia, España o Alemania, donde no resulta difícil acceder a la cobertura médica. Lo escribió Paul Krugman el viernes en su columna de The New York Times: "La reforma a la sanidad era un asunto de decencia humana".

Obama no se detuvo ahí. En su discurso también destacó que la reforma a la sanidad impide que a una persona se le niegue el seguro médico por las llamadas 'condiciones preexistentes', es decir, enfermedades previas a la toma de la póliza. Advirtió que 6 millones de jóvenes se beneficiarán por la circunstancia de que con menos de 26 años de edad los cobijará el seguro de sus padres. Y recordó que ciertos exámenes, como las mamografías, verán reducido significativamente su costo. "La más alta corte de esta tierra ha hablado", concluyó Obama, y la sentencia que expidió "es una victoria para la gente en todo el país, cuyas vidas estarán ahora más seguras". Como agregó el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, "no volverá a haber americanos que teman perder el empleo porque se quedarán sin seguro de salud".

El logro de Obama, un hito que no consiguieron otros presidentes demócratas como Franklin Delano Roosevelt, Lyndon Johnson o Bill Clinton, les cayó como una patada en el estómago a los republicanos. La excandidata a la vicepresidencia Sarah Palin dijo que el fallo de la Corte constituye "la muerte de las libertades". Y el virtual candidato a la presidencia Mitt Romney, que se enfrentará a Obama en menos de cinco meses, criticó la sentencia porque piensa que el seguro médico obligatorio aumentará el déficit y prometió echar atrás la reforma si llega a la Casa Blanca. Para rematar, dijo frente al Capitolio: "Si queremos cambiar la reforma, debemos cambiar al presidente Barack Obama".

En la campaña, los efectos de la sentencia son inocultables. La mayor parte de los analistas esgrimen la tesis de que Obama ha salido fortalecido y de que Romney, que curiosamente cuando fue gobernador de Massachusetts puso en marcha una reforma similar a la del presidente, anda de capa caída. Pero no hay tal. Como dijo la página Politico.com, "este es solo el primer paso para Obama en su carrera a permanecer en la Casa Blanca".

No bien terminaron de conocerse los detalles de la providencia, los republicanos la emprendieron contra Obama y la Corte, sobre la base de algunas encuestas de opinión que les sonríen. Los números son simples. Mientras en marzo de 2010, justo después de la aprobación de la reforma, un sondeo de la firma Gallup revelaba que el 49 por ciento de los estadounidenses creían que era positiva y el 40 por ciento no, el pasado 18 de junio otra encuesta de la agencia The Associated Press dejaba claro que el 47 por ciento rechazaba la reforma y el 33 por ciento la acogía. Ese resultado le abre la puerta a Romney para que en los meses que quedan de campaña apele a los conservadores radicales, individualistas a ultranza. Porque del mismo modo como defienden el derecho a portar armas, sienten repugnancia a que el Congreso los obligue a contratar un seguro de salud. Tal como afirmó tras el anuncio de la sentencia William Galston, analista de The Brookings Institution, uno de los think tanks más prestigiosos de Washington, "Los triunfadores celebran, los perdedores se movilizan".

El fallo sobre la reforma a la sanidad no fue el único con implicaciones políticas emitido por la Corte Suprema en los últimos días. El lunes anterior, también por cinco votos a favor y cuatro en contra, el tribunal declaró inconstitucional la mayor parte de la denominada Ley de Arizona, que criminaliza a los inmigrantes indocumentados. Demandada por el gobierno de Obama, los magistrados concluyeron que varios aspectos de la ley, como el hecho de convertir en delito la solicitud de trabajo formulada por un inmigrante sin papeles, quedaban sin efecto. No obstante, la sentencia de la Corte mantuvo vigente uno de los artículos más polémicos del texto legal: el que permite a la Policía de Arizona detener en las calles a alguien de quien se sospeche ha cometido un delito. Esto, en plata blanca, significa que los agentes podrán arrestar y hacerle la vida imposible a un mexicano indocumentado.

¿A quién le favorece electoralmente semejante sentencia? Sin duda a Obama, que en los sondeos cuenta con 60 por ciento del voto hispano, mientras Romney no pasa del 35 por ciento (los analistas dicen que si no aumenta el porcentaje, perderá las elecciones). Pero falta mucho para los comicios y lo único cierto es que los estadounidenses votan con el bolsillo. De modo que una caída mayor en la economía, que es improbable pero no descartable, podría poner a Romney en la Casa Blanca. Como dijo una vez James Carville, asesor de campaña de Clinton: "¡Es la economía, estúpido!". n