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El favorito de papá

Aunque lo nieguen, la psicología cada vez encuentra más evidencia de que los padres prefieren a unos hijos más que a otros. <br><br> Si no se maneja bien, los resultados pueden ser negativos.

19 de noviembre de 2011

Entre herma-nos es fácil debatir por horas quién ha sido el más consentido de la casa, sin llegar a un acuerdo. Y acudir a los padres para resolverlo no es de gran ayuda pues lo más probable es que se salgan por la tangente con un "los queremos a todos por igual".

Obviamente están mintiendo y así lo confirman los más recientes estudios. El favorito puede ser el mayor o el menor, el más bonito, la única mujer o aquel que tiene una desventaja marcada, como síndrome de Down. Todo esto varía según la personalidad de los padres, pero la constante es, como lo afirma la psicóloga Ellen Weber Libby, que el fenómeno se da en todas las familias.

"Es natural, normal", dice Weber Libby, autora del libro The Favorite Child. Ella aclara que no se puede confundir este fenómeno con falta de cariño. De hecho, el solo esfuerzo de esconder la preferencia por uno de la prole es un acto de amor. Weber Libby explica que es normal porque los hijos no son idénticos y es posible que uno tenga más afinidades con uno de los padres que con el otro. Además, la cercanía con un hijo es un acto inconsciente y no deliberado. Según Jeffrey Kluger, autor de The Sibling Effect, el favoritismo es como una impronta en el cerebro de la especie para asegurar que se reproduzca. En ese orden de ideas, los padres invierten más en aquellos hijos que tienen mayores probabilidades de triunfar en esa tarea.

Explorar este tema tabú no es fácil. Kate Tiejte, madre de una pareja, publicó en marzo pasado una columna en la comunidad virtual Bubble en la cual reveló sin aspavientos que prefería a su hijo. Las críticas no se hicieron esperar. "En qué estaba pensando cuando escribió esto" y "¿cómo pudo decir algo tan horrible?" fueron los insultos menos agresivos que recibió de otros padres.

Tal vez por miedo a ser vistos como crueles, los progenitores no admiten este hecho ante sí mismos y mucho menos ante extraños. Para lograr descifrar ese secreto, los investigadores han tenido que idear estrategias como visitar durante años a grupos familiares e interpretar sus dinámicas para identificar a los preferidos.

Uno de los trabajos más citados fue hecho por Catherine Conger, de la Universidad de California, con 384 pares de hermanos y sus padres. La investigadora los frecuentó durante tres años y en las visitas les preguntó sobre sus relaciones y comportamientos. El trabajo reveló que el 65 por ciento de las madres y el 70 por ciento de los padres preferían a uno de sus hijos. Si se tiene en cuenta el secretismo que se maneja en estos casos, los expertos señalan que estas cifras son conservadoras.

Paradójicamente, por más que los padres quieran taparlo, los hijos se dan cuenta de las preferencias. Un estudio hecho por Karl Pillemer, gerontólogo de la Universidad de Cornell, encontró que los adultos admiten darse cuenta de que sus padres se sentían más cercanos a un hijo. En otro estudio similar, hecho por Denise Daniels y citado en el libro Rebeldes de nacimiento, de Frank Sulloway, dos terceras partes de los entrevistados afirmaron que sus madres no fueron imparciales y que existía más discriminación de la que sus padres estaban dispuestos a admitir. "Los hijos tienen una sensibilidad exquisita ante el favoritismo", dice Sulloway.

El investigador señala que, ante este fenómeno, los hijos también luchan por conseguir la máxima inversión de los padres y desarrollan estrategias para lograrlo. En ellos, la idea de justicia no es el usual 50-50, sino "dar al hermano una tercera parte de cualquier unidad compartida", dice Sulloway. Todo esto desencadena una competencia entre los hermanos, lo que a la postre forja la personalidad de cada cual.

No hay claridad sobre qué hace favorito a un hijo. Puede ser el orden de nacimiento, la inteligencia o la belleza. Kluger dijo a SEMANA que el mayor casi siempre se gana a sus padres por ser el primero. Hace un símil con la regla del costo escondido (sunk cost), un término usado en las corporaciones para explicar cómo mientras más esfuerzo se ponga en desarrollar un producto, mayor compromiso hay para que salga adelante. "En ese sentido, el primer hijo es en quien ambos han invertido más recursos, tiempo y energía", explica.

Pero otros investigadores en Inglaterra encontraron hace poco, en un estudio con más de 1.800 parejas, que en el 59 por ciento de los casos el preferido es el menor. Los expertos explican que el benjamín logra ganarse a sus padres porque ante la competencia por los recursos y la atención de ellos desarrolla habilidades únicas. "Los menores son encantadores, intuitivos, sensibles con los demás, y eso fascina a los papás", agrega Kluger.

Es posible que el del medio sea el preferido si es de un sexo diferente al de los demás, el único hombre o la única mujer. También es frecuente que papá y mamá no coincidan en quien es su preferido. A veces el padre es el admirador número uno de su hija pequeña y la madre, de su hijo mayor. Esto no obedece al complejo de Edipo o de Electra, sino a rasgos de sí mismos que los padres y madres ven en su descendencia. El ejemplo de Kluger es la madre sensible a la cultura que prefiere al hijo poeta o el padre empresario que adora a la hija con una maestría en gerencia. En estos casos juega un papel importante el concepto de narcisismo reproductivo, la idea de replicarse en otro ser humano, pero "como no es fácil para un papá verse físicamente en su hija, el efecto se da si esta actúa como él lo haría", señaló Kluger en un artículo en la revista Time.

Los científicos han encontrado también que cuando los padres se sienten más cercanos a hijos de ambos sexos que actúan como ellos o con quienes comparten valores y actitudes, estos también son los llamados a cuidarlos en su vejez. Como lo dice Pillemer, "cuando usted pierde su autonomía, va a querer a su lado a un hijo que comparta sus valores".

En muchas familias, los preferidos se escogen por sus atributos físicos. Y cuando ese es el patrón, los patitos feos tienen todas las de perder, pues está demostrado que obtienen menos atención. Así lo confirmó un estudio hecho por científicos de la Universidad de Alberta que siguió a un grupo de padres en el supermercado para analizar su comportamiento. El estudio reveló que los progenitores trataban a los hijos bonitos con más cuidado y les daban más atención que a los feos. Esto se explica, según Andrew Harrell, autor del trabajo, porque la belleza, en términos evolutivos, se asocia a salud e inteligencia y en ese sentido vale la pena invertir más en estos retoños que en quienes tienen menos probabilidades de salir airosos en el juego de la reproducción. "Los más lindos representan el mejor legado genético", dice Harrell.

A menudo se observa que el favoritismo de los padres no es fijo sino que fluctúa según el escenario y el momento. Así, el mayor puede ser interesante para hablar de negocios, pero cuando se trata de jugar tenis, el segundo puede ser mejor compañía.

Las consecuencias de tener un preferido en la familia pueden ser variadas. A veces, ante tantos mimos, el consentido crece con delirios de grandeza y solo al llegar a la adultez y enfrentarse a la sociedad se da cuenta de que no desarrolló suficientes habilidades. Los menos favoritos, por su parte, optan por ser rebeldes, lo cual les da a los padres más argumentos para tratarlos de manera diferente. Kluger ha descubierto que en ocasiones los relegados se enfrentan al favorito en la ausencia de los padres y le hacen la vida imposible.

Casi siempre estos conflictos se superan cuando los hijos crecen y se van de la casa. Pero también es posible que tanto el favorito como el rechazado crezcan con cicatrices emocionales, el primero por sentimientos de culpa y el otro por no ser el elegido. Solo cuando la diferencia es muy marcada las huellas del favoritismo permanecen, como se puede atestiguar en los escritos de Charles Dickens, quien basó su obra literaria alrededor de la familia debido a su experiencia personal de ser el hijo no privilegiado.

Por eso, la mayoría de los expertos señala que en este tema solo hay una recomendación y es que si un padre tiene un hijo preferido, lo cual es muy probable, guarde el dato como su mayor secreto y trate de que no se le note. n