Por Daniel Coronell | Foto: John Caslon

OPINIÓN

El dilema

María del Pilar lleva años lidiando con el desprecio de quienes fueron sus pares y, sobre todo, con el desdén de su antiguo jefe.

Daniel Coronell
21 de febrero de 2015

Callar y quedarse con toda la culpa o contar de dónde venían las órdenes y quiénes conocían la operación. María del Pilar Hurtado cumplió 51 años en noviembre y tiene que resolver en estos días el mayor predicamento de su vida. La solución no es sencilla y la exdirectora del DAS ha estado entregando señales contradictorias a quienes han podido hablar con ella.

Por un lado ha dicho que quiere “aliviar el alma” y “terminar con esta película”. Sin embargo, también dice que le preocupa el sostenimiento de sus padres mayores y dependientes de ella. Esa vulnerabilidad la puede convertir en presa fácil de los que por sí mismos, o por interpuesta persona, quieren comprar su silencio.

Desde cuando empezó a salir a flote lo que sucedió en el DAS, María del Pilar Hurtado sabe que ella es el eslabón más débil de la cadena.

Quienes fueron sus subalternos, muchos de los cuales ya están condenados, señalaron cuál fue el papel de la directora en la trama siniestra. La justicia tiene testimonios y pruebas documentales que muestran cómo se hicieron los seguimientos ilegales a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, políticos de la oposición y periodistas.

También está claro cómo el DAS usó delincuentes en operaciones de desprestigio contra los blancos políticos del entonces presidente. Las informaciones falsas –o deliberadamente distorsionadas– fueron filtradas de manera calculada, para destruir la imagen pública de quienes se atrevieron a contradecir la determinación de quedarse en Palacio de un hombre enfermo de poder.

El expediente muestra también cómo se usó la partida de gastos reservados, por ejemplo, para comprar a un fotógrafo que hizo parte de una puesta en escena chapucera contra Yidis Medina.

Los resultados de las grabaciones clandestinas de las sesiones de la Corte Suprema de Justicia llegaron a María del Pilar Hurtado, y ella las hizo llegar al único jefe que tiene el director del DAS: el presidente de la República. El argumento de que ella no conocía el procedimiento que usaba su director de Fuentes Humanas para obtener esa información no parece ni suficiente, ni creíble.

Sin embargo, los problemas de la exdirectora del DAS no vienen únicamente de abajo. María del Pilar lleva años lidiando con el desprecio de quienes fueron sus pares y, sobre todo, el desdén de su antiguo jefe. El respaldo ha sido desganado e intermitente, apenas el necesario para mantenerla lejos.

La última vez que la vi, en julio de 2010, María del Pilar me aseguró que el entonces presidente le había prometido “llenarla de contratos”. Para eso, ella constituyó con su abogado y amigo Jaime Cabrera una compañía que al final solo recibió dos contratos del gobierno: uno de la Superintendencia de Servicios Públicos y otro de la Unidad de Parques Nacionales.

Es cierto que Álvaro Uribe gestionó su asilo en Panamá, pero después de eso la ayuda no fue del tamaño prometido. Por lo menos eso es lo que le ha dicho María del Pilar a algunos de sus conocidos.

Mientras estuvo en Panamá respiraron aliviados quienes se valieron de la información ilegal conseguida por el DAS. En los mismos testimonios aparecen los nombres, entre otros, de José Obdulio Gaviria, César Mauricio Velásquez y Edmundo del Castillo, a quienes nada les ha sucedido. Han seguido prosperando a la sombra del jefe.

Por un instante, María del Pilar Hurtado tiene en sus manos la decisión de liberarse contando la verdad o de seguir presa del silencio que tanto ampara a quienes la desprecian.

P. S.: ¿Quién quiere matar al mayor Juan Carlos Meneses, principal testigo en el caso de los 12 Apóstoles? Hace unos días alguien le arrojó un ladrillo en la cárcel de la Policía donde está preso. Esta vez fallaron. Ojalá el mayor Meneses no termine corriendo la triste suerte de Francisco Villalba.