OPINIÓN ONLINE

Uribe, el cuero y el tigre

Uribe es un hombre que lleva la guerra en el ADN. Su estirpe es reaccionaria y para él la paz debe ser, como lo demostró ampliamente en su gobierno, un espectáculo...

Marta Ruiz, Marta Ruiz
25 de octubre de 2014

Si algo hay que reconocerle a Juan Manuel Santos es que ha corrido grandes riesgos políticos al apostarle a la negociación con las FARC. Uno puede criticarle la ambigüedad, la liviandad, el clientelismo, etc; pero hay que aceptar que para sacar adelante su agenda de paz, se ha enfrentado al tigre más bravo que tiene este país: Uribe. Y que ha logrado ponerlo en situación de minoría, de oposición, y no de gobierno.

Pero ahora resulta dizque no puede haber paz sin la bendición de Uribe. Políticos de varias orillas, analistas, y en fin, pazólogos y guerreristas se han unido para decirnos que sin Uribe no es viable la paz en Colombia. El propio presidente Santos le brindó la pipa de la amistad y el diálogo sin que hasta ahora tenga respuesta. Y Timochenko, que sabe lo que significaría un acuerdo de Santos con la derecha extrema, salió a pedir que se aísle al expresidente de una vez por todas.

Que Santos y Uribe conversen está bien. Eso es lo que debieron hacer hace años, y me parece normal y loable. Sin duda el amo del Ubérrimo es un crítico al que hay que escuchar y es un líder de indiscutible importancia. Pero cuidado. Uribe es un hombre que lleva la guerra en el ADN. Su estirpe es reaccionaria, y para él la paz debe ser, como lo demostró ampliamente en su gobierno, un espectáculo de entrega de armas, aunque sea ficticio, en el que sobre la mesa no se concede nada, y bajo ella, casi todo.

Uribe fue derrotado en las urnas. La propuesta de su candidato resultó bastante farragosa durante la campaña presidencial: oscilaba entre un no rotundo a la paz; un sí pero no; y un sí, si era con él y no con otro. La votación del uribismo resultó minoritaria, aunque muy significativa. Eso lo convierte en un gran jefe de la oposición. Como tal, tiene la oportunidad de poner al país a debatir temas de fondo. Pero Uribe es un líder al que le encantan las pequeñeces, y ya hemos visto que ha optado por la propaganda negra, la intriga, la mentira, y por lanzar al aire 52 suposiciones e infundios. Confunde y reinarás, dice el refrán, y eso casi siempre le sale bien al expresidente.

Construir con Uribe un consenso sobre el actual proceso de paz puede poner en riesgo los contenidos de los acuerdos: el reconocimiento del problema agrario como escenario de prolongación del conflicto, la apuesta por la apertura de una democracia que ha probado con ríos de sangre cuán cerrada es, el sensato viraje en materia de la lucha antidrogas, y el volver a darle un tratamiento político a la insurgencia. A lo mejor muchas voces se alzan a implorar la reconciliación de Santos-Uribe porque creen, como Uribe, que Santos se les está volviendo de izquierda. Así de delirante es el establecimiento de este país.

Tiene razón 'Timochenko' en estar alerta. La historia de Colombia es rica en ejemplos de cómo los sectores dominantes no pueden soportar por mucho tiempo sus desavenencias y divisiones; especialmente cuando se empiezan a exaltar los aires reformistas en el país. Esa sí que es solidaridad de clase. ¿No fue eso lo que pasó con el Frente Nacional? ¿No se repitió acaso en el Pacto de Chicoral? ¿Y en el paro cívico del 77?

Uno no puede darse la pela de jugársela por la paz, de matar el tigre y luego asustarse con el cuero. Políticamente, eso no tiene justificación. Ahora, ¿Existen otras razones para que Santos busque un acercamiento con Uribe?

Se me ocurre esta: que Uribe, además de ser el vocero de la derecha política del país, esté siendo considerado el jefe supremo de un sector de los militares con capacidad de sabotear la firma y la implementación de cualquier acuerdo de paz. De una logia castrense que no le copia al Gobierno y sobre la que no hay control. Prueba de ello es que Uribe sigue recibiendo profusa información de seguridad nacional, impunemente.

Si ese es el caso, entonces no es el cuero lo que asusta al presidente sino un peligroso tigre que anda vivo, coleando y, lo peor de todo, suelto.