Blog: Psicoanálisis aplicado

Sobre Fetiches

Qué es sexy es una noción de infinitas alternativas.

Semana
30 de marzo de 2014


Muchas veces me he preguntado, ¿por qué entran las mujeres a los baños públicos para hombres? Es algo que con frecuencia sucede. Pues resulta que mi vida es muy quieta por mi oficio de psicoanalista. Paso horas y horas y horas sentado en mí silla, psicoanalizando, entonces entre paciente y paciente, cuando tengo tiempo, suelo hacer una pequeña caminata por el centro médico, la clínica y sus alrededores. La llamo, Paseo Antitrombótico. El núcleo hipocondriaco de mi personalidad hace que me preocupe por la posibilidad de que me dé una trombosis venosa profunda en las piernas, por la quietud. Y con frecuencia aprovecho el Paseo Antitrombótico para hacer una parada en el baño público de la clínica. Allí, por alguna razón que todavía no entiendo, muchas mujeres entran. ¡Sucede al menos una vez por semana, no exagero! Generalmente se trata de damas madurísimas que abren la puerta accidentalmente, entran adustas, miran serenas, y luego se van como quién dice, ¿¡y qué va a hacer!? Lo narro así, como una tendencia, porque muchas veces he presenciado esta situación: entran desprevenidas como quien pasa revista por el baño sin buscar a nadie en especial. Mi entrenamiento psicoanalítico me ha enseñado que los errores inocentes no existen, de modo que podría pensarse que ellas entran al baño de los hombres, por supuesto motivadas inconscientemente, para verlos medio desnudos en plena acción.

No es sorprendente pues no solo los hombres son mirones, ellas también detallan a los señores. La sexualidad humana es variadísima, es casi una perogrullada afirmarlo, pero así es. Qué es sexy es una noción de infinitas alternativas. Basta con detenerse a pensar en la gran cantidad de objetos que tienen implicaciones sensuales. La ciencia de la estética, el arte del maquillaje y la industria de la moda, han inundado el mundo entero de creaciones diseñadas para despertar concupiscencia. Los fetiches abarcan desde el colorete rojo carmesí, el tacón puntilla y el vestidito negro de Cocó Chanel, hasta el escote profundo que revela tanto como oculta, o el bluyín 505 de Levis que sin duda es la prenda femenina más notable del siglo XX, y qué tal el wonder bra, diseñado de un ingeniero civil, que en alguna parte leí, ganó el premio Nobel por su creación portentosa, y quién dudaría de una afirmación escrita en papel impreso.

Pero también para ellas hay fetiches. Los cuerpos atléticos de los futbolistas, por ejemplo, las nalgas de los beisbolistas y las pilas de los toreros, y es asombrosa la eficacia del carro lujoso y de las habilidades artísticas, verbigracia, un hombre que cocina para ella con la devoción de un artesano, o el señor que pinta un desnudo inspirado en el cuerpo bellamente imperfecto de su amada, como lo hizo Van Gogh, o el que escribe colecciones y colecciones de versos incendiarios sobre la dicha inigualable de amanecer cada día a su lado. Esto sin mencionar que el poder y la elocuencia son los únicos afrodisiacos plausibles. Ah, y el sentido del humor, una amiga solía decir: la mujer no olvida a quien la hace reír.

Ellas se apasionan por el hombre interesante. Un buen ejemplo es Grey, el protagonista de la novela, Cincuenta Sombras de Grey. Se trata de un señor próspero y elegante. Un continuo inventor de situaciones y ambientes románticos, así él penetra poco a poco la organización de ella. La ama con entrega, y sobre todo con una exclusividad incorruptible. La adora. Para él ella es su religión, y, lo mejor, no lo mortifica el hecho inevitable de que estar enamorado es tener una religión con un dios falible. Además es un tipo capaz de hacerle el amor con constancia y sabiduría por siempre jamás, incluso después de casarse y tener hijos. Y fueron felices para siempre. Así resumo los tres tomos que componen este bestseller.

A los hombres también les sucede esto. Nada es más interesante que una mujer de mente desarrollada, con sentido del humor y un pasado considerable, alguien que ha luchado y ha vencido, una mujer satisfecha de sí misma. Y si está buena, mejor. Este es el caso de Gabriela, el personaje de Jorge Amado en su novela, Gabriela Clavo y Canela. Se trata de una mulata que es una tempestad en la cama, tiene el perfume del clavo y el color de la canela. Además es una cocinera superdotada y una mujer que ha derrotado al infortunio, ha sobrevivido con dignidad a la miseria más severa. Y el Turco Nacib la ve por primera vez en la plaza de mercado, la están vendiendo como esclava, pero desde ese momento ya es tarde para él, la ama más que a la vida misma.

Las personas necesitan mirar y ser vistas. Los empresarios de la vida nocturna lo saben, por eso los restaurantes y discotecas son lugares amplios a donde se congrega la gente para tener veladas íntimas. Una paradoja, lo sé, pues en esos sitios se busca estar en privado y en público al mismo tiempo. Son espacios muy especiales.  Por otro lado, las personas adornan sus cuerpos por su propio placer, sí, los objetos son extensión del yo, pero también estos elementos tienen sentido en cuanto afectan a los demás, el observador recibe un mensaje nítido sobre quién es su interlocutor. El ser humano es gregario, y el lenguaje del cuerpo es central en su comunicación con los demás. Pero cómo se adquieren los fetiches. Cómo se llenan estos adornos de significados eróticos depende del punto de vista de cada cual, de su historia personal, de su desarrollo psicológico desde la infancia.

Cada uno le da un uso particular a la relación de pareja. Para unos el placer está en el desafío de la cacería, el reto está en la seducción, así que al llegar a la meta, una vez se realiza ese amor, el romance pierde interés. En cambio para otros el deleite está en exhibirse, en la imagen respetable y estable que proyecta la pareja, le agrada el prestigio que adquiere al amar y ser amado por semejante personaje. Incluso, para otro sector de la población, la violencia es lo que lo une a la pareja. Se trata de un nexo sadomasoquista, por cierto, bastante firme y estable y común, funciona porque los dos son complementarios, uno domina y el otro se deja, de lo contrario no estarían juntos, incluso estas uniones pueden llegar a extremos agresivos reprobables y punibles por la ley. Pero también hay para quienes el amor es una experiencia maravillosa de camaradería que con el paso de los años se embellece. Como sucede con los objetos de madera, el amor de pareja se hermosea con el uso. Se trata de personas que se aman precisamente por las diferencias que hay entre ellos, hacen buena yunta, recorren juntos los meandros de la vida, sorprendiéndose, aprendiendo, acompañándose. En cambio, otros están juntas por la mecánica del sexo. En medio de onomatopeyas suspirando obscenidades las carnes vibran, y los orgasmos, telúricos. Sin nada más en común, son incapaces de conversar, ni de compartir, simplemente la relación no tiene vocación solidaria, están unidos solo por el cuerpo. En su ética, Baruch de Spinoza trató este fenómeno, lo incluyó dentro de lo que llamó, la esclavitud humana de las pasiones. Tema que muchos intelectuales retomaron posteriormente, entre ellos el novelista Somerset Maugham. Y, qué tal el caso del anciano dependiente y melancólico que necesita desesperadamente, como un bebé a su madre, de su mujer mucho más joven, quién a sabiendas de que el amor por interés no trae felicidad, decidió cambiar romance por confort, y se fue a vivir con él.

Así que hay muchas maneras de estar juntos. Todo depende de los impulsos inconscientes que ligan a las parejas. Lo que las hace exitosas es la complementariedad, ya lo dijimos, un sádico requiere de un masoquista, un exhibicionista de un voyerista, así como un estoico de un hedonista, o un prudente de un imprudente, en fin, existen todas las permutaciones concebibles, y las inconcebibles también. Por otro lado, lo que abre la posibilidad del largo plazo, porque no a todo el mundo le interesa que las relaciones sentimentales perduren, es la capacidad de ser versátiles, de adaptarse a las circunstancias cambiantes. Se trata de la disposición para elaborar duelos, superando adversidades, para perdonar y luego aprender de la experiencia. Hay que renunciar a la necesidad de tener siempre la razón y de poseer la verdad. El mundo en nada se parece a lo que suponemos. En palabras de Napoleón Bonaparte, las únicas batallas que se ganan huyendo son contra las mujeres, o, en este caso, contra la pareja, hay que darle el beneficio de la duda. Al fin y al cabo, los enamorados siempre empiezan creyendo que serán felices.