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120: DESMONTE, NO. REFORMA, SI

Semana
15 de agosto de 1983

120: Desmonte, no. Reforma, sí
La sociedad liberal avanzada del futuro, de que hemos hablado en un artículo anterior, pasa por la reforma constitucional que permita a los partidos dar lo mejor de sí en el gobierno -mediante la práctica de sus doctrinas, sus programas, sus proyectos- de tal forma que de tener éxito se consoliden en el poder, y sus conquistas constituyan un activo para la sociedad entera, y de fracasar sean sustituidos en la dirección del Estado por el partido que ha denunciado los principios o los efectos de una política que han considerado equivocada, y en la cual no han participado a ningún título, al asumir la oposición al gobierno. Se daría así una alternación no impuesta por la norma jurídica sino por el voto democráticamente expresado. Con una práctica de esta naturaleza habremos dado un paso muy importante en el desarrollo político de la nación. Simultáneamente, debemos ser realistas en el sentido de que no tenemos la cultura política de países como Inglaterra, donde encuentra su apoteosis este principio, esta dialéctica de gobierno-oposición, y que algunas ayudas hay que darle desde el campo institucional a esta metodología. Si aceptamos que no poseemos ni la tolerancia ni la serenidad anglosajona, y que, por el contrario, tenemos todavía demasiada pasión y demasiado ímpetu, debemos, igualmente, aceptar que no es prudente dejar sueltos a nuestros partidos políticos en la lucha por el poder. Instituciones que garanticen, del lado del gobierno, una protección a la oposición aún mayor de la que pueda existir en la propia Inglaterra, y del lado de la oposición una mayor responsabilidad, se hacen necesarias, para abrirle paso al libre juego democrático. Este planteamiento implica la modificación del parágrafo del artículo 120 que ordena al Presidente ofrecer adecuada y equitativa participación en el gobierno al partido que le sigue en votos. Las opiniones al respecto están divididas entre quienes desearían la derogatoria pura y simple de la disposición y quienes son de opinión que ella debe continuar en los términos actuales. Nosotros deseamos proponer una fórmula distinta, una fórmula que esperamos pueda combinar la polarización gobierno-oposición, con la participación de uno o varios ministros en el gabinete. Ella se inspira en el pensamiento del doctor López Pumarejo recogido en su carta a los conservadores en 1934 cuando se proponía nombrar gabinete para su administración. El decía entonces: "La cooperación conservadora tendría que ser de dos caracteres: sería, de una parte, fiscalizadora de los actos del gobierno, que deben tener la más amplia publicidad y querrán estar sometidos a la vigilancia del conservatismo, sufriendo la acción directa de la crítica de éste, hecha en primer término por los miembros del ministerio que hubieran de llevar la representación del partido conservador; y de otra parte, tendría el carácter de una cooperación administrativa limitada al radio en que podría ser posible y conveniente. Ninguna de estas dos condiciones... implicaría un compromiso del conservatismo de abandonar cualquier propósito de crítica o de oposición que pudiera estar incluido en sus planes futuros de política. "
Sin que exista una representación ni proporcional, ni adecuada, ni equitativa, deberá existir el deber, impuesto por la constitución al Jefe del Estado, de tener en su gabinete uno o varios ministros del otro partido -sin perjuicio de la coalición con partidos minoritarios que éste quiera configurar- quienes prestarían una colaboración administrativa, lo que no solo no comprometería, como dicen ahora, la responsabilidad política del partido al cual ellos pertenecen, sino que debería verse, como lo he dicho antes, apenas como una garantía adicional a la oposición en Colombia. Ello abriría paso a un nuevo juego político. No el de las pequeñas intrigas para ver cómo se sustituye uno o varios ministros por otros dentro del que se califica como gobierno del otro partido, sino al juego de ver cómo se sustituye ese gobierno por un gobierno del partido al cual uno pertenece, que son cosas diametralmente opuestas. La primera es la estrategia de fracciones dentro de los partidos que apoyan al gobierno, la otra es la aspiración de un partido de oposición a constituirse en gobierno. Una cosa es sustituir a un ministro y otra sustituir un ministerio con su jefe a la cabeza. Esta sería una oposición de verdad; a lo otro se le puede dar tal nombre pero evidentemente no le corresponde adecuadamente el titulo. La sociedad liberal avanzada del futuro que estamos proponiendo pasa, pues, en lo político, inevitablemente, por la reforma del articulo 120, pero en nuestra opinión no por su desmonte puro y simple sino por su modificación en los términos que hemos dejado expuestos y cuya fórmula constitucional podría ser la siguiente: con el propósito de proteger los derechos de la oposición el Jefe del Estado estará obligado a dar representación administrativa en el gabinete, mediante el nombramiento de uno o varios ministros al partido mayoritario distinto al suyo propio, sin necesidad de acuerdos previos o posteriores a su elección y sin perjuicio de la coalición con que quiera conformar su gobierno, mediante acuerdos con otros partidos. Buscamos con ello darle paso a los gobiernos de partido y a los partidos de gobierno.

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