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Abu Ghraib: ¿quién responde?

El que comienza una guerra injusta corre con la responsabilidad moral de todos los abusos que se sigan cometiendo. Incluidos, cómo no, los de Abu Ghraib

Semana
16 de mayo de 2004

Unamerican" es la palabra de moda entre los gringos. La usan Rumsfeld y Kerry, los congresistas y los analistas, los defensores y los críticos de Bush: el maltrato de prisioneros en Irak no es "criminal", "ilegal" o "inmoral", sino primero y antes "unamerican" -contrario a los valores básicos de Estados Unidos-.

Los cínicos se burlan de la idea: la historia de los gringos está llena de crímenes de guerra, desde el Lejano Oeste hasta Hiroshima, de Charles Lynch a Salvador Allende y desde la Secesión hasta My Lai. Y sin embargo quienes vivimos aquel país por dentro, quienes nos educamos en sus campus y sus sueños, en Thoreau y Tocqueville, en John Dewey y en Rawls, sabemos que el juego sucio es realmente "unamerican".

Dígase lo que se diga, Estados Unidos es puritano, atormentado y principista como ningún imperio de antes fue. Precisamente por eso hay el escándalo de Abu Ghraib. Pero también por eso perturba tanto que no sea un caso aislado ("manzanas podridas", dicen Rumsfeld y Bush) sino una cultura institucional que viene in crescendo desde septiembre 11: 600 retenidos y todavía sin cargos en Guantánamo, presos sin abogado en las cárceles de Ashcroft, muertes inexplicadas y torturas en Bagdad o Kabul, "órdenes superiores", encubrimiento desde abajo y arriba en la prisión.

En el diluvio de explicaciones que se ofrecen, hay tres o cuatro que llegan a lo hondo. Una, la menos reversible, tiene que ver con la tecnología: Estados Unidos puede aniquilar sin tropas a cualquier adversario, pero no puede controlar sin tropas ningún territorio. A base de satélites, Internet y bombas dirigidas -"información, velocidad, precisión", los tres pilares de la doctrina Rumsfeld- Washington pulverizó al ejército de Irak; pero ocupar un país con 26 millones de habitantes requiere harta más tropa de la que puede enviar. La consecuencia es obvia: usar atajos, acortar los trámites, jugar sucio si el tiempo aprieta mucho.

Y acá entronca la segunda explicación: la juventud educada de Estados Unidos no está para morir en estas guerras. De ahí la inaudita prohibición de transmitir imágenes de muertos, de ahí el ejército de afros y chicanos, de ahí, peor, el uso de "contratistas privados", esto es, de mercenarios para llevar a cabo las tareas riesgosas o sensibles. Pues ¿cómo pretender que una gente alquilada para matar respete las finuras del derecho de gentes?

El afán de agarrar a Hussein fue la otra explicación; libre Ben Laden y con Irak infestado de guerrillas, la presión sobre los cuerpos de inteligencia subió de punto hasta hacer "necesarias" las torturas.

Y todo eso sobre el fondo del discurso incendiario de George Bush: "cazar" iraquíes en sus "madrigueras", pues a ellos no se aplican los convenios de Ginebra. Ni prisioneros de guerra ni ciudadanos de ningún Estado, 50.000 ó 60.000 caídos en redadas son parias en el limbo, mejor decir, infierno, donde no rige ningún orden jurídico.

Rige la moral del vencedor, la ética de Bush y sus halcones, la que adopta la Ley del Talión y la exagera bajo el rótulo de "guerra preventiva", la de Jehová sin el bálsamo de Cristo, la de la "nueva mayoría" que hacen la ultraderecha republicana y el evangelismo de tono chillón.

Y ni siquiera así son consecuentes. Si su política nace de su moral, los hombres y mujeres de Bush tendrían que tomar en serio la cuestión de si esta guerra es justa. Lo sería, aceptemos, si Hussein hubiera sido cómplice de Al Qaeda; pero no. Lo sería, aceptemos, si Irak tuviera armas de destrucción masiva; pero no. O lo sería, aceptemos, si la invasión hubiera sido el fin de un régimen brutal porque inventa sus leyes y tortura a sus presos: pero no.

Esta guerra es injusta porque sus tres justificaciones son mentiras. Y el que comienza una guerra injusta corre con la responsabilidad moral de todos los abusos que se sigan cometiendo. Incluidos, cómo no, los abusos de Abu Ghraib, ejecutados materialmente por este o aquel soldado u oficial, pero causados por el gobernante que echó a rodar la inercia que acabó en estos hechos criminales, inmorales y ''unamerican''.

De modo que la conducta del presidente Bush es "unamerican".

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