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Abusos

¿Por qué extraña ceguera pueden creer los ciudadanos comunes y corrientes que la derecha va a sacarlos del hueco en el que ella misma los metió?

Antonio Caballero
28 de mayo de 2011

Es increíble: los electores españoles votan por el Partido Popular como manifestación de protesta. (Y también es increíble que el Partido Popular, que es la más rancia derecha, se llame así). ¿No se dan cuenta de que en todo lo que se refiere a las razones de la protesta el PP sería aún peor que el PSOE? (Partido Socialista Obrero Español: un nombre que también...). Claro que el PSOE merece su voto de castigo: lo ha hecho bastante mal, al derechizarse para enfrentar la crisis económica traída por la derechización universal del neoliberalismo que muchos llaman admirativamente "la globalización". Pero el PP no merece ningún voto de premio, porque lo hará peor todavía.

Es muy raro que la gente vote por la derecha, cuando es precisamente la derecha la causante, en casi todas partes, de la mala situación en que está la gente. En los países del mundo en los que no hay elecciones, que son la mayoría, manda la derecha, y es natural que así sea. Dictadores militares o de partido único, coroneles o comandantes, jeques o ayatolas: su gobierno coincide con sus propios intereses. Pero en los pocos países en donde además de haber elecciones libres las elecciones son limpias, manda también la derecha, y eso es absurdo. Ahora en España, donde las próximas elecciones generales las ganará sin duda el PP. O en Italia, donde una y otra vez vuelve al poder el payaso de Silvio Berlusconi. O en Israel, donde el muy derechista primer ministro Bibi Netanyahu representa el sector menos derechista de su coalición de gobierno. O en Gran Bretaña, donde los viejos tories de David Cameron no solo expulsaron a la izquierda arrepentida y vergonzante de los "nuevos laboristas" de Tony Blair y Gordon Brown, sino que acaban de derrotar también a sus provisionales aliados, los liberales-demócratas. En Francia, donde los sondeos de opinión muestran que los electores, no contentos con la derecha relativamente moderada de Nicolas Sarkozy, están a punto de echarse en brazos del ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen. En los Estados Unidos, donde la levísima corrección hacia el centro izquierda que representaba -al menos en política interior- el demócrata Barack Obama se está viendo arrollada por la marea creciente del republicanismo hiperderechista del Tea Party. Es muy raro. La izquierda ha sido siempre decepcionante, es cierto: es su manera de ser. Pero ¿por qué extraña ceguera pueden creer los ciudadanos comunes y corrientes que la derecha va a sacarlos del hueco en el que ella misma los metió?

Cuando las cosas van mal, la gente sale a la calle a manifestarse indignada contra los políticos, se llamen a sí mismos de izquierda o de derecha, o, como últimamente se pretenden todos, de extremo centro. Así sucede ahora en los países árabes de "despotismo asiático". Así ocurrió hace unos años en los países europeos de "comunismo científico". De la misma manera están saliendo en Madrid los "indignados" del espontáneo movimiento 15-M a la Puerta del Sol, a protestar contra un gobierno que genera desempleo y desigualdad, y a reclamar una "democracia de verdad". Pero luego van y votan... por el PP. Parecen no darse cuenta de que su movimiento no es contra un gobierno, sino contra un régimen. Contra un sistema. Lo que hay hoy en Madrid -como en Atenas ayer, o en Davos anteayer durante las reuniones de los representantes de los países ricos- no es un movimiento de protesta contra los políticos, salvo en la medida en que ellos son correas de transmisión de las grandes ("globales") decisiones económicas. Va dirigido en realidad contra el orden económico mundial.

A Dominique Strauss-Kahn, el director del Fondo Monetario Internacional que lleva la batuta en ese orden, lo están juzgando en Nueva York por abusos sexuales. Lo deberían estar juzgando por abusos económicos.