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Acuerdo sin acuerdo

Un renglón niega lo que afirma el otro, cada quien se compromete y se descompromete, cada frase es interpretable de modos opuestos

Semana
29 de febrero de 2004

Excelente la idea de un ''acuerdo nacional'' para reformar los impuestos, la justicia y el Estado. Pero al paso que vamos, vamos hacia un acuerdo entre los que no son, sobre lo que no es y para lo que no era.

El "acuerdo nacional" debe incluir no sólo a los amigos sino a los adversarios del gobierno. Es más: debe incluir no sólo a los políticos, sino a la ''sociedad civil''

-o como mínimo a los patronos y los sindicatos-. Así al menos se entiende ''acuerdo nacional'' en otras partes, como decir España (''Pacto de la Moncloa'') Italia (1947) Francia (1958) o Portugal (1976) y por supuesto, Salvador o Irlanda.

Acá el pacto no incluye -ni podría incluir- a la guerrilla. Pero tampoco incluye a nadie fuera de los políticos, pues el texto se limita a advertir que ''el gobierno analizará las iniciativas con expertos independientes y con los gremios, las organizaciones sociales y las altas cortes''. O sea que, en vez de darle puesto al ''país nacional'', el gobierno se reserva el derecho de incumplir lo pactado con el país político invocando la opinión de algún ''experto''.

Admitamos entonces que no se trata de un acuerdo ''nacional'' (como anunciaron Presidente y Ministro) sino apenas ''político'', como dicen los medios. Aun en este caso falta lo esencial, que son las firmas de la oposición. Independientemente de su fuerza electoral y peso en el Congreso, la oposición es la que define si en efecto hay ''acuerdo'' o no hay. Pues acá no hay acuerdo porque faltan el PDI y Alternativa Democrática, que son la verdadera ''oposición''.

Los partidos o movimientos firmantes son uribistas. Uribistas a secas, aunque retrecheros, los partidos de Vargas y compañía. Uribista por adhesión el Partido Conservador, que adhirió porque Uribe lo dejó sin programa. Uribista en veremos el Partido Liberal, cuya Dirección está dividida y cuyos jefes naturales -Turbay, Samper, Gaviria- se esfuerzan a cual más en arrimárselo a Uribe.

Es un acuerdo sobre lo que no es, porque nadie entiende sobre qué fue el acuerdo. O porque las personas que firmaron no están de acuerdo sobre qué acordaron.

El compromiso único es ''estudiar (!) a la menor brevedad (¿15 días, seis meses?) las iniciativas gubernamentales, presentadas por escrito (¡!)''. Y luego vienen tres listas de temas genéricos, acompañados de adjetivos pomposos y condiciones mutuamente excluyentes (''eficiencia y justicia social'', ''racionalizar'' pero ''no disminuir'' los ingresos regionales, ''economía procesal y seguridad jurídica''.).

O sea que un renglón niega lo que afirma el otro, que cada quien se compromete y se descompromete, que casi cada frase puede interpretarse de maneras opuestas. Es justamente lo contrario de un contrato, cuya razón de ser es una sola: evitarse los pleitos (y así debía saberlo el Ministro del Derecho).

La cosa no para ahí. Fuera del texto pero en forma contundente, los dos firmantes que cuentan dejaron salvedades que destruyen el texto. Es obvio: la intención del gobierno es subir los impuestos y bajar más el gasto. Pues el Partido Conservador exige más inversión social y el Liberal se rancha en lo de los impuestos.

Tal vez por eso hay quienes quieren colgarle al acuerdo el TLC o el sistema electoral, los discapacitados o los servicios públicos. Tal vez también por eso el primer proyecto que presenta el gobierno -el de justicia- no se ocupa de lo que dice el acuerdo (oralidad y descongestión de cárceles) sino de la tutela, la Fiscalía o la Corte.

Y es un acuerdo para lo que no era, porque los acuerdos interpartidistas en el mundo se hacen para cinco cosas:

-Superar una crisis de gobierno mediante cambios en el gabinete; pero Uribe no hace politiquería.

-Tomar grandes decisiones nacionales. Pero aquí no se toman decisiones, porque los textos se someten al Congreso y porque en el Congreso no existen bancadas.

-Fortalecer los partidos políticos. Pero ni Uribe cree en los partidos, ni el espectáculo de sus amigos firmantes da el ejemplo, ni las firmas de marras comprometen a nadie.

-Lograr que gobierno y oposición ''se den la pela'' juntos en cosas impopulares como el "ajuste". Pero aquí no está la oposición y los firmantes no le jalan al ajuste.

-Disminuir la polarización; pero dijimos que el acuerdo es entre uribistas.

De donde este modesto columnista debe concluir que el acuerdo se hizo para dar la impresión de que hubo acuerdo.