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Paz sí, pero así tampoco

Le elegibilidad política es la columna vertebral de un acuerdo de paz, es un inamovible y por más pataleta que hagan será imposible que la guerrilla acepte algo distinto.

Federico Gómez Lara, Federico Gómez Lara
22 de noviembre de 2016

El pasado 2 de Octubre, a eso de las 4 o 5 de la tarde, cuando se conoció el resultado del plebiscito, recibí una llamada de uno de mis mejores amigos. Antes de contestarle, traté de armarme de paciencia pues sabía perfectamente por qué me estaba buscando. A pesar de ser muy cercanos desde hace tiempo, Alejandro y yo estamos en orillas políticas totalmente opuestas, y después de haber pasado cientos de horas intentando persuadirlo, jamás logré convencerlo de que votar por el Sí era la mejor opción.

En medio de las lágrimas y de la rabia que en ese instante me invadían, decidí espichar el botón verde y contestar su llamada. Sin casi alcanzar a decir aló, oí una risa burlona y una voz que eufóricamente me decía: “¿si vio como es la vaina no?, ¡ganamos! Ahí le queda su tal paz de Santos, ahora si a renegociar un acuerdo serio”. No quise seguir hablando con él, le dije un par de barbaridades y le colgué el teléfono. Después de ese episodio, nuestra relación tuvo en serio deterioro y pasamos de hablar todos los días, a durar más un mes sin dirigirnos la palabra.

Alejandro no fue el único con quien viví algo parecido. También terminé agarrado con quien había sido uno de mis mentores en la universidad, con un antiguo socio, y tuve además que ver a miembros de mi familia dejar de hablarse por el simple hecho de pensar distinto. En general, en el país, hubo serios distanciamientos entre gente muy cercana por cuenta del voto en el tal plebiscito.

Con el pasar de los días fui superando la rabia, y logré analizar el panorama desde un punto de vista más objetivo. Llamé a mi amigo a pedirle perdón, me di un abrazo con mi antiguo profesor y entendí que, como decía un sabio que conocí en la infancia, “lo mejor es lo que sucede”. Empecé a ver la victoria del No como una oportunidad para alcanzar un acuerdo más sólido, más incluyente y que generara un consenso nacional que acabara de una buena vez con esta polarización política y social que tanto daño nos ha hecho. En ese momento, así me costara, me propuse darle el beneficio de la duda a Álvaro Uribe, a Andrés Pastrana y a los demás voceros del No, pensando que lo que querían realmente era alcanzar la paz y no buscar protagonismo ni réditos electorales. Sin embargo, en las primeras semanas de acercamientos y reuniones entre el gobierno y la oposición, mi voto de confianza se fue al piso.

El presidente Santos fue humilde, fue noble, agachó la cabeza y aceptó con grandeza su derrota en el plebiscito. De inmediato convocó a todos sus adversarios políticos y empezó un dialogo serio para acoger sus propuestas y llevarlas a la mesa. Esta semana se está firmando el nuevo acuerdo de paz, que será radicado en el Congreso y que acoge la inmensa mayoría de las propuestas del No. Pero a pesar de los grandes avances alcanzados en La Habana, ahora resulta que este acuerdo tampoco les sirve. Ahora resulta que Pastrana está indignado, y que publica un memorial de agravios que raya en la locura. Resulta muy difícil entender que quien fuera el gestor de la payasada del Caguán, esté hoy tratando de atravesarse como mula muerta a la posibilidad de que en Colombia vivamos en paz. Para utilizar el lenguaje de Uribe, Pastrana sí que supo “entregarle el país a la far”: él les despejó un territorio de tamaño de Suiza, los dejó hacer los que se les dio la gana y les permitió que jugaran con el Presidente como un niño juega con un trompo.

Señores voceros del No: ustedes que ahora piensan que son los referentes éticos y religiosos del país, deben saber perfectamente que la gula es un pecado. Y por ella, el exprocurador Ordoñez puede hasta condenarse a pasar el resto de la eternidad en el infierno. A ustedes el gobierno los oyó, los tomó enserio, los acogió, les dio protagonismo, le dio a Pastrana la posibilidad de volver a salir en televisión y, como si eso fuera poco, en el nuevo acuerdo de paz se acogieron 56 de las 57 propuestas presentadas por ustedes. ¡El que quiera más que le piquen caña!

Ustedes tienen que dejar la concepción de que la paz que todos aclamamos a gritos es un juego de Monopoly. Por lo que más quieran, por Tomás, por Jerónimo, entiendan que esto no se trata de la antesala de las elecciones del 2018; entiendan que esto no es una guerra de poderes; entiendan que están empezando a matar gente, que el cese al fuego es frágil, que el país no aguanta más, que otro plebiscito es un disparate, y que cada día que pase sin implementar estos acuerdos, estamos más cerca de perder todo este esfuerzo. Le elegibilidad política es la columna vertebral de un acuerdo de paz, es un inamovible y por más pataleta que hagan será imposible que la guerrilla acepte algo distinto.

No en vano el hashtag #uribenojodamas fue tendencia número uno esta semana en Colombia. La guerrilla ya cedió en el 98% de sus peticiones. En su campaña de mentiras en el plebiscito, uno de los eslogan más sonados era “paz si, pero no así”. Qué pena que yo les pregunte: pero ¿entonces cómo?…

En twitter: @federicogomezla