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Alcaldes: la nueva etapa

Los insurgentes acabaron de señores feudales. Y en vez de apoderarse del Estado, la guerrilla dio en el extraño invento de crear otro Estado

Semana
29 de julio de 2002

El lIo de la guerra colombiana consiste en que no es política. No lo es porque la guerrilla carece de apoyo popular. Y sobre todo no lo es porque la insurgencia no podía ni puede tomarse el poder. Es lo que muestran los estudios comparativos. Para que los revolucionarios tumben al gobierno hace falta que éste sea una dictadura personalista, corrupta y exclu- yente, una "mafiocracia" como la llama Wickham-Crowley, un "sultanato" en las palabras de Goodwin, un "régimen neopatrimonial" según dice Theda Skocpol. Algo, en todo caso, como Luis XVI, el zar Nicolás, Batista, Somoza, Porfirio Díaz, Chiang Kai-Chek, Ceausescu o el sha de Irán. Y ese, sencillamente, no es el caso de Colombia. Así que nuestros rebeldes tuvieron que optar por algo distinto de tumbar al gobierno. Como 'Marulanda' no podía llegar a presidente, sus "comandantes" se fueron convirtiendo en poderes locales. Los insurgentes acabaron de señores feudales. Y en vez de apoderarse del Estado, la guerrilla dio en el extraño invento de crear otro Estado. Es el "Estado embrionario" que llaman en sus panfletos, la guerrilla como poder territorial. Un ejército paralelo, con sus propios "impuestos" y su propia idea del "orden", que a medias convive y a medias compite con las autoridades oficiales de cada municipio. Pero el fracaso de los últimos diálogos fue el punto de inflexión: ya no queda resquicio para que la guerrilla incida en las reformas, para que entre de ladito siquiera en la política, para que influya la dirección del Estado. Y entonces tuvo que tomar en serio su raro invento del Estado alternativo. Por eso se rompió la convivencia y se ordenó la expulsión de los alcaldes. Un proceso que, dada la realidad de cada municipio, no puede ser tajante ni homogéneo. Y así se dan rumores, cambios de listas, tanteos y ententes informales para que unos funcionarios se vayan de veras, otros renuncien para no renunciar y la mayoría no sepa ni qué hacer. Es la mezcla de folclor y tragedia con más tragedia que folclor que hay en todas las cosas de Colombia. La nueva estrategia tiene ventajas obvias para las Farc. Es barata y eficiente porque con pocos hombres y menos hechos asusta a muchos y paraliza todo. Es efectista porque desnuda la debilidad del Estado y las falacias que se hicieron sobre el "despeje". Y ¡quién sabe! a lo mejor acaba en que les entreguemos la mitad del país. Pero la estrategia también tiene límites que un Estado menos bobo se pondría a aprovechar: -El límite de credibilidad. Mientras más numerosos y más poblados sean los municipios de la lista, menos creíble es la amenaza de las Farc. Y a la inversa: mientras menos y más pequeños sean los pueblos despejados, menos poder territorial está mostrando la guerrilla. -El límite de saturación. Las Farc tendrán que distraer tropas para "dejarse ver" en muchos pueblos con alguna frecuencia. Y ni hablar de qué pasaría si pretenden hacerse cargo directo o hasta indirecto de la alcaldía, la escuela, las basuras y el puesto de salud. -El límite fiscal. Las transferencias de ley -o sea el 85 por ciento de los ingresos del municipio en esa mitad del territorio patrio- dejarían simplemente de llegar. ¿O alguien imagina que Uribe y Junguito van a girarles a las "juntas populares" o "comités revolucionarios" que inventarían las Farc? -Y el límite paralelo y final, que es el de los impuestos. Si la guerrilla quiere ser Estado o cualquier otro ente que a él se le parezca, no tiene más camino que volver a inventar lo ya inventado: tributación a cambio de servicios, dejar vivir y dejar producir hasta que el "fisco" tenga cómo servir y con qué invertir. Pero si la guerrilla trata de hacer eso, se autodestruye como guerrilla. Ya que aquí los presidentes entran y salen sin dar pie con bola, habrá que invocar al Sagrado Corazón a ver si nuestro lío se resuelve solo.

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