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De alcohol y marihuana

Los colombianos seríamos más pacíficos si en vez de ser un país de alcohólicos, como somos, fuésemos un país de marihuaneros.

Semana.Com
5 de septiembre de 2013

Mucho se ha escrito en las últimas semanas sobre el paro agrario. Sobre las reacciones que este ha suscitado en la ciudadanía, en el gobierno, en los medios de comunicación. En fin, ha sido el tema del momento y con sobradas razones. 

Pero me pregunto cuánto durará; hasta cuándo hablaremos de los campesinos, de la papa, de la cebolla, de la defensa de nuestros productos nacionales. ¿Hasta cuándo durará la rasgadura de vestiduras por este episodio? 

Fácil, hasta que otro incidente u otra debacle similar, termine por desbancarlo del primer puesto de actualidad y entonces se guardará bien atrás, en las últimas páginas y no se volverá a tocar. En ese momento será como si no hubiese sucedido. Se producirá un conveniente olvido y poco o nada cambiará.

Con los recientes paros, ya muchos se olvidaron del asunto de los conductores borrachos que continúan a diario, poniendo en riesgo la vida de muchos o cometiendo viles asesinatos. Tampoco se acuerdan de los borrachos que llegan todos los días a maltratar a su familia en todas las formas posibles. Así es en este país, una noticia llega y se monta tan rápido sobre la otra, que no da tiempo a que alguna se digiera bien. 

Todos los temas pasan por las primeras planas, duran unos pocos días y de allí van desfilando a un segundo o tercer  lugar. Pero, estoy segura de que con la forma que tienen muchos colombianos de hacer uso del alcohol, muy pronto ocurrirá otra tragedia que lo hará saltar de nuevo a los titulares principales. ¡Increíble! Mientras escribía la frase anterior, me entra un correo con la última noticia sobre uno de estos fatales comportamientos. Un hombre mata a su vecino porque este le reclama por enésima vez su mal comportamiento de convivencia ciudadana. 

Una de esas tragedias humanas, que se leen a diario sobre ese fenómeno, me impresionó especialmente. Un hombre llega borracho a su casa, discute con su mujer y en medio de la riña, coge un manduco y destroza la cara (fractura de tabique y mandíbula) de su hija pequeña. Los vecinos reaccionan y buscan linchar al agresor. Interviene la Policía y lo llevan preso. Infortunadamente esto es el pan de cada día en muchos hogares y ya hasta parece ser normal. Lo extraño, es que el hombre sale libre porque argumenta que no quería pegarle a la niña sino a la madre.

¿Habrase visto que Esta pueda ser una razón valedera para que a alguien que ha cometido ese acto de barbarie no se le sancione? ¿Si los golpes los hubiera recibido la madre, no hubiese entonces, cometido ningún delito? 

O ¿es que el haber fallado en el objeto de su agresión, lo exime de un castigo? ¿Al juez le parece “más normal” que quiera pegarle a su cónyuge que a su hija? Busco respuestas y no encuentro la lógica para dejarlo en libertad. ¿O será que el atenuante es que como estaba borracho no sabía lo que hacía? 

Recientemente, otro hombre llega borracho, rocía con gasolina a su mujer y le arroja un fósforo causándole graves quemaduras de tercer grado. Según él, tampoco era consciente de sus actos. La borrachera es siempre la excusa.

La mayoría de estos hechos, terribles e injustos, de intolerancia y violencia intrafamiliar están mediados, casi siempre por el alcohol, que sumado a problemas económicos, falta de educación y oportunidades de todo tipo, resultan convertidos en un macabro y mortal coctel.

La mayoría de las víctimas terminan siendo mujeres y niños o niñas, que deben soportar que los hombres de la casa lleguen embriagados a insultarlos o a golpearlos de manera cruel y recurrente.

Escudándose en su borrachera, algunos piden perdón diciendo que no eran conscientes de sus actos y esgrimen argumentos tan imbéciles como el de los casos descritos. La gran mayoría de estos episodios, son causados por la enorme agresividad que produce el exceso de alcohol. 

En este país, es raro que se organicen actividades sanas que no lo incluyan. Hasta los paseos familiares, en todas las clases sociales, se riegan con abundantes dosis. Los niños y niñas crecen rodeados de adultos que toman de manera permanente y hasta emborracharse. Muy seguramente será lo que repliquen en sus vidas.

¿Vamos a seguir tolerando impasibles estos actos, producto de una sociedad altamente alcoholizada, sin tomar correctivos?

Mientras, por otro lado, miles se rasgan las vestiduras ante la propuesta de legalizar la marihuana, sin darse cuenta de que está legalizada y consentida una de las peores drogas del mundo: el alcohol. Así lo ratifican abundantes estudios

Y basta leer la prensa diaria para medir sus estragos sobre la seguridad y la vida: borrachos que asesinan -no tengo otro calificativo- a personas inocentes cuando conducen un carro bajo los efectos del alcohol. Padres de familia que maltratan a sus hijos y cónyuges, amigos que se matan en peleas callejeras o en bares; celos y situaciones de exaltación que se exacerban por los efectos del alcohol y producen estados delirantes  y brutales asesinatos... en fin el alcohol deja a su paso toda una estela de agresión y muerte.

Recientemente el experto en drogas de los EE.UU., Mark Kleiman, frente a la pregunta de que si la marihuana es menos nociva que el alcohol, contestó sin titubeos: “En casi todo sentido, la marihuana es menos nociva que el alcohol, excepto por el hecho de que es ilegal. Algunos dicen que entonces deberíamos tener menos restricciones que las que se tienen con el alcohol, a lo que diría que sí, si nuestras políticas respecto al alcohol fueran apropiadas”.

Con lo que voy a decir a continuación no quiero afirmar que se deba consumir alguna substancia para vivir, pero como sabemos que hay tantos que necesitan de ellas para divertirse o que no son capaces de vivir su realidad "a palo seco", creo firmemente que los colombianos seríamos más pacíficos, si en vez de ser un país de alcohólicos,  como somos, fuésemos un país de marihuaneros. 

Así lo ha entendido Pepe Mujica, Presidente de Uruguay, y ha tenido el valor y el tino de tomar el toro por los cuernos legalizando, con controles, la marihuana en su país.

Dejemos ya la mojigatería y el falso pudor y enfrentemos en serio y sin prejuicios artificiales estos problemas, para ver si salimos de esta espiral de violencia que pareciera no tener fin. Lo que sí sabemos es que mucha de ella se origina en el seno de esos hogares donde la vida transita mediada por el mal uso del alcohol. 
 
*Profesional de Estudios Literarios
Asesora de Proyectos internacionales
Institución Universitaria Bellas Artes y Ciencias de Bolívar UNIBAC

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