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Cómo perder un plebiscito

Ojo con las lecciones del “Brexit” para Colombia.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
1 de julio de 2016

David Cameron, el hoy dimitente primer ministro del Reino Unido, prometió en enero de 2013 que, de ser reelegido, convocaría un referendo sobre la permanencia británica en la Unión Europea en 2017, por tarde.  Era una jugada a tres bandas: calmar los ánimos de la franja minoritaria euroescéptica, pero locuaz de su bancada parlamentaria; atajar el crecimiento del partido independista de Nigel Farage que le estaba mordiendo votos a los conservadores, y posicionarse como el líder que podría negociar un mejor acuerdo con Bruselas. Como táctica electoral cortoplacista funcionó: Cameron sería reelegido. Mas era una apuesta riesgosa proponer una consulta con tanta antelación. Si en la política una semana es una eternidad, asumir que en tres o cuatro años el apoyo a la salida de la UE sería estática (el partido independista tenía apenas el 10 por ciento en ese entonces) fue negligencia profesional. Así las cosas, Cameron corre hoy el peligro de ser recordado como el líder que facilitó la desintegración del Reino Unido (un Mijail Gorbachov inglés).

El presidente Juan Manuel Santos enfrenta una encrucijada similar. En agosto de 2013, cuando aún no se había incumplido su augurio de que el proceso de paz con las FARC sería cuestión de "meses", Santos se comprometió a presentar a los colombianos el acuerdo final para que votaran su aquiescencia. Fue antes del tal "paro agrario no existe". Antes de su desplome en las encuestas. Cuando se pensaba que solo una pequeña minoría se opondría a la paz. Que incluso era posible imaginar algún respaldo del ex presidente Uribe o por lo menos, de sus seguidores.

Hoy, es otro momento. El Centro Democrático encabeza una resistencia civil y si bien las encuestas recientes muestran que el "sí" ganaría el plebiscito, una inmensa mayoría se opone a los dos pilares del acuerdo: justicia transicional (no cárcel para las FARC) y participación política de los guerrilleros.

Ante esta incertidumbre, quizás sea útil para el Presidente, que tanto admira a la política británica, revisar las lecciones del “Brexit”.

Los detalles de los acuerdos son irrelevantes. Muy pocos británicos conocían en qué consistía el tratado de adhesión del Reino Unido a la Unión Europea. Igual ocurrirá con los centenares de páginas que se firmen en La Habana. La gente no tiene tiempo o prefiere que otros le cuenten. Es normal, la vida cotidiana es absorbente.

La propaganda del miedo no funciona si proviene del gobierno.  Cameron y sus aliados advirtieron sobre la catástrofe y no fueron escuchados. El intento de Santos de asustar a los colombianos con la amenaza de una guerra urbana y más impuestos fue contraproducente: antagonizó y desconcertó a sus aliados. Hasta las mismas FARC salieron a desmentirlo.

El apoyo de la comunidad internacional no es determinante. Los principales líderes mundiales se manifestaron a favor de la permanencia británica. Si bien es positivo que tantos gobiernos apoyen las negociaciones, dudo que muchos colombianos estén pendientes del guiño de Obama para decidir su voto.

El voto pocas veces es racional. Prácticamente todos los expertos consideraban un error el “Brexit”. Pulularon las gráficas de barra y las presentaciones en powerpoint. Y nada. Pudo más la promesa de regresar a un pasado idílico. Ojo con la nostalgia. Es tangible. Muchos colombianos añoran la época de Uribe donde las únicas noticias sobre las FARC provenían de boletines del Ministerio de Defensa.

Los voceros importan. Cameron fue la cabeza más visible de los partidarios de mantener a Londres en la UE.  Hubo voto castigo contra él y sus políticas. Lo mismo le puede suceder a Santos, cuya imagen desfavorable ronda por el 65 por ciento. Si la consulta se centra en la imagen del Presidente, el riesgo de perder se multiplica.

No es fácil para un político ceder el escenario. Menos aun cuando del otro lado estará su némesis. Paradójicamente, a Uribe le podría pasar lo mismo que a Santos. Si bien hay muchos furibistas, hoy han sido superados en su fanatismo por los anti-uribistas (un 40 por ciento activo y deliberante). El temor a un tercer gobierno de Uribe aportó a la victoria a Santos en la segunda vuelta de 2014. Un protagonismo exagerado del expresidente podría tener un efecto boomerang.

En un mundo perfecto Santos y Uribe se retirarían a sus cuarteles de invierno durante la campaña del plebiscito.

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