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Almuerzo con cerveza

La dignidad de los mamos contrasta con la lambonería de los cientos de privilegiados qeu acudieron a la exclusiva fiesta de la cervecera SABMiller

Antonio Caballero
30 de septiembre de 2006

Cuenta Claudia Cano Correa en El Espectador que la semana pasada bajaron a la orilla del mar, en La Guajira, los mamos de los pueblos indios que todavía quedan en la Sierra Nevada para hacer un pagamento. Cuando llegaron al sitio señalado, Jukulwa, en los alrededores de Dibulla, se encontraron con que una empresa llamada Brisa S. A. está construyendo ahí "un puerto multipropósito que ha sido cuestionado por sus impactos ambientales y culturales". Y las autoridades locales del municipio de Dibulla y del corregimiento de Mingueo, el representante de la constructora y la Policía antimotines no los dejaron pasar. Pudieron ver desde lejos que el cerro de Jukulwa estaba partido en dos por una carretera nueva, aunque, de acuerdo con la licencia ambiental del Ministerio del Interior estipulaba que la empresa debía concertar con los mamos el derecho de acceso a sus lugares sagrados antes de iniciar las obras. Según la periodista, el representante de la empresa Brisa S. A., Germán Zárate, "les manifestó (a los mamos) en tono amable pero enérgico, que la entrada para los indígenas estaba prohibida".

Volvieron al día siguiente. De nuevo les cortaron el paso los alcaldes y la Policía de los blancos. Una zanja recién abierta en la playa desaguaba el manglar. Entonces, con dignidad, se retiraron. Cuenta Claudia Cano que "emprendieron el camino de regreso, dejando atrás las carpas de cerveza en donde los directivos de la empresa ofrecerían a toda la comunidad de la zona un almuerzo gratis".

No sé por qué es sagrado ese preciso punto de la costa para los koguis, los wiwas, los arhuacos y los kankuamos de la Sierra Nevada. Ni sé tampoco por qué la empresa Brisa S. A. se empeña en construir su puerto exactamente ahí, en un sitio que además de connotaciones religiosas tiene importancia ecológica. Supongo que sus dueños serán gente poderosa, puesto que las autoridades locales, con todo y Policía antimotines, rodeaban a su representante el señor Zárate: no creo que lo hicieran sólo por el almuerzo gratis. En todo caso, estoy convencido de que un pagamento de indios es tan respetable como un negocio de blancos, o mucho más. Pero lo que me parece que vale la pena subrayar es la ya mencionada dignidad de los mamos indios, que no se dejaron sobornar por un almuerzo en unas carpas de cerveza.

Una dignidad que contrasta con la lambonería de los cientos de privilegiados que por esas mismas fechas se precipitaron a acudir, o a colarse, a la exclusiva fiesta igualmente organizada en unas carpas de cerveza por los directivos de otra empresa poderosa, la cervecera SAB Miller, en los jardines del distinguido Country Club de Bogotá. No faltó nadie. Ni a nadie, por lo visto, le importó que también allí se estuviera cometiendo una especie de sacrilegio. No contra la Madre Tierra, como en el caso de la playa de pagamento de los mamos de la Sierra; sino contra el club mismo, en cuyos predios, según dijo la prensa, no se había servido hasta entonces ninguna marca de cerveza, nunca.

Un amigo me explicó el misterio:

- Es que era cerveza importada, ala.

- Ah.

- Y es que a cada invitado le regalaban además un iPod.

Pero ¿no decían acaso que los que se vendían a cambio de espejitos y abalorios brillantes eran los indios ante los conquistadores blancos venidos del otro lado del mar?

Así nos va.

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