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Tuve una amiga a la que quise, admiré y respeté muchísimo. Fue mi cómplice de juventud.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
9 de enero de 2017

Un día quedó embrazada y todo comenzó a cambiar, hasta que una noche conversando en su casa, una prima suya hizo un comentario sobre la belleza física de sus hijos varones, a quienes nunca jamás he visto. Dije “Habrá que conocerlos” como una manera de ser amable con esa madre. Y ahí fue Llorente. Bastaron esas tres palabras para que cuarenta años de amistad se vinieran abajo. Un par de días después mi amiga me llamó, pero no para disculparse. Enfatizó que yo no podía andar por ahí “presumiendo” de mi homosexualidad. Lo que más llamó mi atención fue la espontaneidad y normalidad con que lo dijo. Callé, pero nunca jamás volví a entrar en esa casa. Entendí que la persona a quien desde de mi infancia creía la más liberal, abierta y respetuosa no había cambiado de repente. Tan solo me mostraba su homofobia.

He recordado esta anécdota ahora que leo la noticia de una pareja de homosexuales discriminada en la piscina del Holiday Inn Morros, en Cartagena (lo de Morros es importante. Indica que no es un hotel cualquiera. Sus huéspedes son gente con mayor educación y cultura: gente de mundo, gente decente, “gente bien”). Llama la atención la explicación del gerente: “Una pareja de hombres estaba en la piscina un poco pasados de cariño y la piscina estaba llena de familias. Llamaron a la recepción del hotel para que pidiéramos prudencia y nuestro ejecutivo de guardia les pidió discreción porque este es un tema tabú en Colombia. Les ofrecimos otros lugares donde pudieran estar más cómodos y todos los huéspedes tranquilos”. El gerente desliza la discriminación en su “aclaración” de una manera tan espontánea y normal que, diría, ni siquiera es consciente de su admisión de culpa: lo normal para él es que los homosexuales, como dijo también de los autistas, ocupen un espacio diferente al de la gente “normal”.

En igual sentido se expresó eta semana la famosa cantante de música góspel Tim Burrel, quien afirmó: "He venido a hablaros del pecado y del espíritu de la decepción y la confusión. El espíritu homosexual llega y dice cosas como: “Hay que querer a todo el mundo”. ¡Escupidles! ¡No puedes seguir las instrucciones sagradas de Dios con tanta perversión!". Escupid al que pida amor: lo normal es clamar odio. Lo dijo de forma tan normal que, ¿cómo no creerle? Y el mensaje de odio en tiempos de terrorismo, ahí.

Lo normal es muy sencillo: alguien ve lo que otros no ven porque no ve lo que sucede sino solo sus miedos. El escándalo no es lo que otros hacen sino lo que nos recuerda las culpas que arrastramos. No son los demás: somos nosotros; lo normal es evitarle a cada quien enfrentarse a sus propios miedos, a su propia perversión; lo normal es la discreción para que todos estén tranquilos y sigamos riendo felices; lo normal es el irrespeto y la negación del otro para seguir siendo amigos porque aquí no ha pasado nada.

@sanchezbaute

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