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A tocarnos la puerta

Ni el “John Lenin” de Jaime Garzón alcanzó a darle abrazos y flores a los antimotines, que igual siguen repartiendo bala, pata y bolillo a quienes protestan.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
21 de septiembre de 2016

Los estereotipos identifican a los colombianos como violentos y narcotraficantes y a las mujeres de nuestro país como bellas y amorosas compañeras.

A pocos días de definir el futuro de los acuerdos suscritos en La Habana por los negociadores del Gobierno y de las FARC votando Sí o No, tendremos una oportunidad de contrariar el estereotipo.

Ello no significa que el mismo se romperá, como no lo han roto los éxitos de Lucho Herrera en su tiempo o de Nairo en la actualidad, pero ayuda a crear una nueva manera de vernos y también de que nos vean.

Los estereotipos no surgen de la nada.

Nosotros mismos hemos construido algunos al interior del país que con el paso de los años y de los hechos han ido tomando fuerza: ser paisa es ser paramilitar o sospechoso de serlo, venir del Putumayo o tener negocios en Tumaco crea suspicacias de vinculación con la coca.

Vivir en San Calixto en el Catatumbo te hacía cómplice de Megateo, su sucesor, o el sucesor del sucesor; ser de Tuluá o de El Dovio en el Valle del Cauca evoca ilegalidad y violencia, ser empresario en Urabá es ser despojador de tierras y haber aplaudido sino impulsado las matanzas de Castaño y todos los demás.

Si eres político eres ladrón y si estás en la policía o el ejército lo más probable es que eres corrupto; si eres de izquierda eres guerrillero; si eres cura en el Sur de Bolívar eres del ELN; y si eres cura en iglesia de clase media urbana o estrato alto bogotano seguro eres homosexual y corrompes niños.

Así, de esta manera nos hemos socavado, destruido con afirmaciones irresponsables en boca de todos, incluso de referentes públicos como Uribe cuando decía: “de seguro, esos muchachos no estaban recogiendo café”, refiriéndose a los jóvenes de Soacha que después se comprobaría habían sido ejecutados por militares que los hicieron pasar por guerrilleros, en los casos de los llamados falsos positivos.

Igual, todos hemos usado los estereotipos, el Procurador de ahora y otros antes, el Presidente Santos, Gaviria, Pastrana, Samper, o Turbay en su época.

Tenemos que parar esto.

Debemos superar la autodestrucción que ha sido norma de la sociedad colombiana en su conjunto.

Debemos ser capaces de superarnos a nosotros mismos.

¿Quién imaginaba a Joaquin Gómez meditando con Sri Ravi Shankar y con Iván Márquez agitando las manos como exorcizando miedos tal cómo puede verse a tráves de Noticias Uno?

¿Quién imaginaba a Timochenko saltando en un concierto con guerrilleros de las FARC, mientras escuchan rock pesado en su conferencia nacional o a Fabián Ramírez con su camisa hablando de paz, como si fuera un cura en el televisor envuelto en su camisa Gucci y no en el traje de guerra?

¿Quién imaginó al comandante de las Fuerzas Militares explicando el reto de la paz para las Fuerzas Armadas y diciendo que su mayor deber es proteger a las FARC asumiéndolo con alegría y responsabilidad?

¡Háganme el favor!!

Ni Jaime Garzón con su genialidad fue capaz de dibujar este presente. Su “JohnLenin” se quedó de tira piedra y no alcanzó a darle abrazos y flores a los antimotines, que igual siguen repartiendo bala, pata y bolillo a quienes protestan.

Tanto que tenemos para cambiar… tanto que tenemos por aprender.

Los días que restan para votar el plebiscito los contamos casi con los dedos de la mano y debemos aprovecharlos para tocar la puerta de nosotros mismos porque de ello depende cambiar el chip y construir el largo y difícil proceso de encontrarle camino a este país tan áspero y tan felizmente contradictorio en que hemos crecido.

Podemos derrumbar el estereotipo que nos persigue dentro y fuera de Colombia. Podemos superarnos a nosotros mismos y entregar un país mejor del que hoy felizmente tenemos.


* @alvarojimenezmi - ajimillan@gmail.com