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El leguleyo asesinando la política

Con la discusión jurídica para blindar el acuerdo entre Gobierno y FARC, parece que a los diálogos se las hubiera tomado el leguleyo que todos llevamos por dentro, dejando la política en manos de los opositores al proceso.

Andrés Jiménez, Andrés Jiménez
23 de mayo de 2016

Carlos Pizarro definió que el fin de la confrontación armada del M19 con el Estado había llegado a su fin. Confió en sus compañeros y amigos para tomar esa decisión que en 1989, era a todo riesgo. Confió en el país. Incluso en los enemigos armados para impedir las transformaciones: los institucionales y los paramilitares amamantados por el comando general del ejército de aquellos tiempos, en Puerto Boyacá y todo el Magdalena Medio. Confió en los barones de la política tradicional que a punta de clientelismo y corrupción mantenían (y aún hoy) su poder regional. Apostó porque la Colombia urbana atendería el llamado a la paz y a la batalla para construir democracia.

Y así fue.

La sociedad respondió a pesar de que los enemigos de siempre, agazapados, lo asesinaron pretendiendo con ello matar la paz.  Al contrario, Pizarro muerto se creció en su sueño de conciliación, superó al propio M19 que a su muerte, era ya una guerrilla disuelta con sus armas transformadas en barras de acero fundidas en la Siderúrgica del Pacifico en el Valle del Cauca.

Y la política se revitalizó y una nueva energía inundó al país.

Con la discusión jurídica para blindar el acuerdo entre Gobierno y FARC, parece que a los diálogos se las hubiera tomado el leguleyo que todos llevamos por dentro, dejando la política en manos de los opositores al proceso.

Mientras ellos cabalgan en la ola contra el gobierno Santos cargada de mentiras completas con verdades a medias y, recogiendo el inconformismo por el desgaste que dan los años de la reelección y el particular liderazgo del Presidente; a los amigos del gobierno les ha dado por extremar sus conocimientos sobre derecho constitucional, normas internacionales, Derecho Internacional Humanitario como si estuvieran en una charla académica y no en el centro del enfrentamiento de un país que aborrece a las FARC en su mayoría y duda sobre el gobierno que las tiene en la mesa conversando de tú a tú. 

Los amigos del Gobierno en la paz, deben usar sus tarimas para defenderla de sus enemigos, profundizar certezas en quienes escuchan los mentirosos cantos de sirena del Uribismo y sus secuaces.

Esta paz tan colombiana en su debate público, es posible por la coyuntura y el actual contexto internacional más que por una comprensión como sociedad sobe la inutilidad de la guerra. Este será el reto después del acuerdo.

Por lo anterior la idea de que luego del mismo se vivirá un escenario de reconstrucción social y económica es ilusión. Seguirá una confrontación política muy fuerte en la que influirán la inestabilidad de Venezuela, el desarrollo electoral de los Estados Unidos y la necesaria derrota política del miedo y las mentiras que siembran día a día los secuaces y el Senador.

La política será más definitiva que el acuerdo sobre blindaje jurídico. Es hora que el Gobierno y las FARC abandonen los incisos y se echen al agua. Entre los dos se salvan.

Adenda: La hasta hoy desaparición de Salud Hernández pone los proceso de paz en riesgo. Por ello las FARC, el Gobierno y el ELN deben sumar esfuerzos para conocer que pasó y buscar su liberación sana y salva.

@alvarojimenezmi

ajimillan@gmail.com