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Propongo que los candidatos usen la Túnica Blanca como mecanismo para identificar el mejor candidato o candidata.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
26 de enero de 2017

Candidato es una palabra que viene del latín “candidatus” cuyo significado es “el que viste de blanco”.
Dice Ricardo Soca en su libro El origen de las palabras que en Roma se utilizaba el término para nombrar a los aspirantes a cargos públicos.

Los “candidatus” debían cambiar su vestido por una túnica blanca con la que se exhibían parar la pureza y la honradez que se espera de los hombres públicos.
Haciendo un ejercicio de imaginación con nuestros candidatos actuales y pasados, podríamos tener una idea sobre a quienes les ajusta de mejor manera una túnica blanca.

Si se impusiera a nuestros candidatos el uso de la túnica blanca, a lo mejor tendríamos una herramienta efectiva para guiar nuestras decisiones electorales.

Evitaríamos el desgaste de la compra, el intercambio de votos por casas, vías y demás obras públicas; no tendríamos las falsas promesas firmadas en piedra, ni los discursos encendidos a que nos han acostumbrado los liderazgos políticos y que son el soporte para que las mayorías tomen decisiones a la hora de votar.

Si por ejemplo los colombianos hubiéramos visto a Ernesto Samper haciendo campaña, vestido de pies a cabeza con una túnica blanca, probablemente no hubiese sido elegido y nos hubiésemos ahorrado el monumentalmente escandaloso período que vivimos en su presidencia.

Pero estamos en el presente y puede ser útil que pensemos en cómo tomar las decisiones correctas de cara al 2018.

Propongo que los candidatos usen la Túnica Blanca como mecanismo para identificar el mejor candidato o candidata.

Vargas Lleras, quién ganaría si las elecciones fueran esta semana, probablemente vería frustrada su ambición.

Imagínenlo vestido con una túnica de blanco impoluto levantando votos por las regiones. Sería desdeñado por la opinión.

Lo creo porque de blanco entero expondría los pliegues de sus renegridas relaciones, desnudaría las redondeces de los contratistas asociados a los planes de vivienda gratis y las vías 4G, cuyo listado, entre otras cosas, debería ser publicado por la “Urna de Cristal” de la Presidencia de la República para que conozcamos por adelantado quienes se han beneficiado con las decisiones del vicepresidente.

Jorge Robledo acompañaría con su Túnica la blancura de su lúcida cabeza y esa combinación, sumada a la delgadez de su electorado, lo hará pasar casi inadvertido luego de una rápida observación.

Piedad distinguiría bellamente con la túnica por el contraste con su color de piel y a lo mejor calma los odios que desata en diversos sectores.

Sergio Fajardo se vería idéntico a los actores de aquellas películas sobre el período romano en donde siempre aparece un senador ambicionando ser el César pero sin querer ser visto como conspirador. Ni en contra ni a favor.

A Óscar Iván Zuluaga lo veríamos como un senador viejo tirado en la poltrona, mientras resignado espera la cuchillada de los colegas que buscan impedir su ascenso.

Iván Duque caminaría cual efebo casi impúber y dejaría a su paso viudas desmayadas, rumores y olor a santidad.

A Clara López la veríamos como a la monja de Osuna, toda de blanco contándonos lo que pasó en la Casa de Nariño mientras acompañada por las ruinas del samperismo y del lopismo ve diluirse su aspiración con más pena que gloria.

Claudia López, con su figura ágil y delgada figura, podría ser vista como la agitadora del mercado que con el cierre de la plaza se retira luego de jugar su bullicioso y animador papel.

Ordóñez, el inefable, siempre ha soñado vestir la Túnica. pero por más que procuró, se quedará con las ganas. No hay Túnica que pueda cubrir las fealdades y miserias que comporta.

Mientras tanto, el senador insípido. El Juan Manuel de los Galán, envuelto con su blanca Túnica oficial conservará la costumbre familiar de amamantar su apellido con lo público.

Allí están los lanzados de hoy. Los aspirantes decididos.
Los "candidatus” que manifiestan su pureza y honradez ante los ojos de los que votaremos por ellos o no.

A este listado se debería sumar uno a quien ponerse la Túnica no le afectará ni la claridad de su voz, ni el perfil griego que porta y mucho menos la cojera que le dejó la guerra superada hace 27 años. Sugiero que la Túnica Blanca de “Candidatus” se la pongamos a Antonio Navarro, él puede portarla más que ninguno en términos de compromiso y vida por este país.

Navarro como “candidatus” sería expresión de pureza y honradez en el ejercicio de gobierno sin vociferar contra todo lo que se mueva. Ha demostrado desde el asesinato de Pizarro que una fuerza tranquila como la que encarnó en aquellos momentos difíciles es mejor camino que esta algarabía con que andamos desbarrancando el país.

@alvarojimenezmi
ajimillan@gmail.com

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