Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Lo pillaron, senador Uribe

Ante este montón de grabaciones de conversaciones suyas y de sus amigos que ponen en evidencia que ustedes buscaban conseguir falsos testigos (...) y que dejan clara su relación estrecha con los paramilitares, usted podrá señalar al que quiera y decir hasta misa. Pero más temprano que tarde tendrá que explicarnos tanta llamadita y tanto amorío con tanto paraco…

Federico Gómez Lara
20 de febrero de 2018

A mi mamá la cosa conmigo no le tocó fácil. Mi hermana mayor nació enamorada de la lectura, del silencio y de la calma, mientras que yo era insoportable. La gran lucha de mi madre era lograr que me quedara callado por un rato, pero por más esfuerzos que hacía, rara vez lo conseguía.

Sufría yo de lo que ella llamaba el mal de San Vito, esa absoluta incapacidad de fijar la atención en una sola cosa y de quedarme sentado, quieto. Para infortunio de nuestras progenitoras, Nicolás, mi mejor amigo y compañero de batallas, tenía exactamente el mismo problema. Manejar a uno de los dos era ya un trabajo de tiempo completo, pero juntos la cosa se volvía un auténtico reto.

Puede leer: La reunión que Uribe tendrá que explicar ante la Corte Suprema de Justicia

Cuando tenía unos diez años, mi mamá vendió la casa donde vivíamos y decidió mudarse a un pequeño conjunto de casas que compartía paredes con la primaria de un colegio. Acabado el trasteo pedí permiso para invitar a Nicolás a jugar y a que conociera mi cuarto nuevo. El día pintaba calmado. Estábamos los dos hipnotizados frente al televisor jugando Playstation, hasta que se nos acabó el juego. En el instante en que apagamos la pantalla y nos sentimos aburridos, nos miramos entre risas, sabiendo que el demonio de la indisciplina nos había poseído y había que darle gusto. ¿Qué hacemos ahora, Nico?, le pregunté. Él, con el ingenio que lo caracteriza, ya tenía un plan en la cabeza. Tengo una idea, me dijo: ¿por qué no le llenamos las ventanas de huevos a la vecina?. No había ya nada qué hacer, el plan me parecía una genialidad.

Usted distraiga a su mamá, mientras tanto yo saco los huevos de la nevera y nos vemos en su cuarto, ¿listo?. ¡De una, Nico, camine!. Subimos la escalera, preparamos la artillería y nos dimos a la tarea. Íbamos como en el décimo huevo, cuando la risa fue interrumpida por un alarido de la vecina: ¡no más!, ¿qué creen que están haciendo?, ¡dejen de tirarle huevos a mi casa!. En ese momento quedamos fríos y el pánico nos invadió. ¿Ahora qué hacemos? Nos pescaron, mi mamá nos va a matar, piense rápido, diga algo, hasta aquí llegamos, Nico. En cuestión de segundos, el estratega de la tarde ya tenía un plan de contingencia. ¡Ya sé!, abramos su ventana, embadurnémosla de huevos y bajamos corriendo a decirle a su mamá que los chinos del colegio de al lado son unos vándalos y están atacando el conjunto. 

Era el crimen perfecto. Al simular ser víctimas de un ataque igual al que acabábamos de hacer, quedábamos por fuera de la lista de sospechosos. Sobra decir que en cuestión de minutos mi mamá se dio cuenta de todo y nos metió un regaño a unos decibeles que hasta hoy retumban en nuestras cabezas.

Contexto: La Corte Suprema sospecha que Uribe fabricó falsos testigos para hundir a Iván Cepeda

Me acuerdo hoy de esta anécdota, al constatar que el proceder del líder de la oposición  se asemeja más al de un par de niños malcriados, que al de un hombre que ha llevado sobre sus hombros los destinos del país.

Me refiero, por supuesto, al caso de Álvaro Uribe. Todo parece indicar, que al igual que a Nico y a mí, al doctor Uribe lo pescaron: luego de un serio y sustentado debate citado por el senador Iván Cepeda, con la intención de que el expresidente le explicara al país sus nexos con el paramilitarismo, este último decidió denunciarlo ante la corte dizque porque Cepeda estaba fabricando falsos testigos en su contra. Ahora, la corte no solo encontró que el senador del Polo Democrático era inocente, sino que va a abrir investigación contra Uribe por hacer justamente eso que él estaba denunciando: mover cielo y tierra para lavarse las manos y convencer a los paracos de que rindieran falsos testimonios que lo favorecieran. Las pruebas que en este caso tiene la corte contra Uribe parecen ser contundentes.

La reacción del Centro Democrático no sorprende, pero indigna: a pesar de que esta vez los cogieron con las manos en la masa, dijeron que la corte es una corporación manejada por las Farc, y que los persigue. Pero si un fallo los favorece, ahí sí dicen que la corte es una maravilla. Si entra plata de Odebrecht a la campaña de Santos, afirman que el presidente debe renunciar; pero si entra a la de Óscar Iván Zuluaga, sostienen que se trata de un montaje castrochavista. Y los uribistas no son los únicos. Todos recordamos a Ordóñez destituyendo funcionarios por corrupción, pero cuando a él lo destituyeron por corrupto, dijo que eso se debía a que Timochenko había dado la orden. Lo mismo pasó con Andrés Felipe Arias y tantos otros uribistas presos.

Le sugerimos: Los fantasmas del pasado que rondan a Uribe

¿Cuándo llegará el día en que un político colombiano acusado de cosas tan graves le explique sus actuaciones al país, en vez de culpar a su enemigo y de declararse perseguido? Sería bueno que dejaran de portarse como niños de 10 años y asumieran sus pecados.

Ante este montón de grabaciones de conversaciones suyas y de sus amigos que ponen en evidencia que ustedes buscaban conseguir falsos testigos contra el senador Iván Cepeda y que dejan clara su relación estrecha con los paramilitares, usted, senador Uribe, podrá señalar al que quiera y decir hasta misa. Pero más temprano que tarde tendrá que explicarnos tanta llamadita y tanto amorío con tanto paraco…

Noticias Destacadas