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Amenazas mutuas y motivos falsos

Realmente los paramilitares no quieren hablar, sino amenazar con la posibilidad de hacerlo. Su silencion vael màs que las armas

Daniel Coronell
8 de diciembre de 2006

La terminación del proceso de paz con los paramilitares se está dando en medio de amenazas recíprocas, justificaciones falsas y grandes aciertos. Acierta el Presidente cuando ordena trasladar a los cabecillas paramilitares a una verdadera cárcel. Y aciertan los paramilitares cuando anuncian que dirán toda la verdad aunque los extraditen. En cambio, las justificaciones de unos y otros resultan bastante discutibles.

El gobierno -que admite haberse comprometido a no mandar a los paramilitares a cárceles comunes- asegura que cambió de opinión por el asesinato de dos miembros de esa organización, supuestamente ordenado desde de La Ceja, y por un plan de fuga que involucraría a unos cuantos desmovilizados.

Sin embargo el Comisionado de Paz señala que "el gobierno no tiene ninguna prueba" sobre la autoría de los asesinatos; y el Fiscal afirma que carece de información sobre la fuga.

Es decir, el gobierno justifica el incumplimiento con hechos no demostrados. Pero además el Presidente -que lleva semanas pregonando que las responsabilidades deben ser individuales- ordena un castigo general, cuando manda a Itagüí a todos los cabecillas y no sólo a los presuntos implicados en esas conductas.

La determinación presidencial contrasta con la pasividad frente a anteriores violaciones de los acuerdos de desmovilización y reincorporación. Por ejemplo, ninguna consecuencia ha tenido para 'Macaco' su participación en la reactivación de los grupos paramilitares, conocidos como 'Águilas Negras', a pesar de que existe una orden judicial en su contra. Tampoco ha merecido una palabra la operación internacional que muestra que Mancuso venía lavando dólares después de su desmovilización.

Nada de esto ha resultado suficiente.

La amenaza de extradición y el envío masivo de los paramilitares a una cárcel real, sólo se produjeron cuando los huéspedes del centro vacacional advirtieron que podían decir la verdad. El anuncio lo hicieron inicialmente aprovechando el show destinado a mostrar la pretendida severidad de La Ceja y después en una declaración formal en la que hablaron de políticos, empresarios y militares involucrados con ellos.

Y aquí empieza la otra parte de la amenaza mutua y los motivos falsos.

Aseguran los paramilitares que quieren hablar porque la verdad es un derecho de la sociedad y porque sin ella no habrá reconciliación. Sin embargo, cuando se tramitó la Ley de Justicia y Paz, los aliados de los paras en el Congreso se empeñaron en que la norma no los obligara a decir toda la verdad. Sostenían que una eventual delación sería el comienzo de una masacre interna.

¿Por qué querrían revelar sus alianzas ahora, cuando hace un tiempo la posibilidad los espantaba? La respuesta, en mi opinión, es una: Realmente los paramilitares no quieren hablar, sino amenazar con la posibilidad de hacerlo. Quieren recordarles a quienes han sido sus beneficiarios que no se van a quedar callados a cambio de nada y que esperan nuevos beneficios. Ellos saben perfectamente que en este momento su silencio es mucho más valioso que sus armas.

Dentro de esa misma estrategia de 'mostrar los dientes' está la declaración del senador Miguel de la Espriella, quien después de visitar La Ceja, habló de los 40 congresistas que firmaron un acuerdo con los paramilitares en el año 2001 y entregó una críptica respuesta a la clara pregunta de El Tiempo sobre su compadre, el presidente Uribe:

-¿Qué tan comprometido está Uribe con las AUC?

-Yo creo que Uribe, como todo ser humano, puede equivocarse en algunas decisiones. Siempre veo en él el ánimo de acertar. De lo que sí puedo dar fe es que es un Presidente honesto.

Cuatro días después de esas declaraciones, el Presidente se percató de que los paramilitares estaban delinquiendo desde la cárcel y que esto podía conducir a su extradición.

La increíble paradoja es que el proceso de paz que logró sobrevivir a todas sus mentiras, no ha podido superar aún el simple anuncio de una verdad.