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Desafíos y oportunidades para América Latina en el contexto actual

América Latina debe replantearse seria y pragmáticamente la integración regional. Se necesita superar la fragmentación de los esquemas de integración y relanzar aquellos que sean efectivos y competitivos en el mundo actual, además de lograr consensos políticos que contribuyan a unificar la voz de la región en el contexto global.

Enrique García, Enrique García
20 de febrero de 2017

En el último año, el mundo ha sido testigo de tres acontecimientos sorpresivos. El voto del Reino Unido a favor de la salida de la Unión Europea (Brexit), los resultados del referéndum sobre el acuerdo de paz en Colombia y, por último, la victoria de Donald Trump como presidente de Estados Unidos nos muestran un mundo cambiante e impredecible.

Al menos dos de estos acontecimientos subrayan además el resurgimiento de sentimientos nacionalistas y proteccionistas. Se trata de un giro radical que impactará en la dinámica del comercio mundial, las relaciones internacionales, los mercados y la marcha de los países y ciudadanos en general.

Tener claro dónde se ubica América Latina en este nuevo contexto es el primer paso para visualizar y poder abordar los desafíos que se tienen por delante.

La región transitó, desde el 2000 hacia hoy, una etapa muy interesante de crecimiento, con avances sociales significativos, como la reducción de la pobreza y el desempleo, y una menor vulnerabilidad económica. El escenario externo sumamente favorable, con la irrupción de China como elemento central, ayudó en gran medida a este proceso.

No obstante, los vientos han cambiado. El entorno externo actual es mucho más complejo e incierto. El escenario global sigue apuntando a una lenta recuperación económica, con una demanda global débil y riesgos de volatilidad en los mercados financieros.

Si miramos el mundo emergente, el crecimiento de América Latina se ha debilitado más que en cualquier otra región, algo que responde a diversos factores. A la menor expectativa de recuperación en el corto plazo en los países más grandes se suman el nuevo escenario en las relaciones entre México y Estados Unidos, y condiciones financieras más restrictivas. Más allá de esta coyuntura, la región sigue rezagada en materia de productividad, competitividad, institucionalidad y equidad. Así mismo, exhibe bajos niveles de ahorro e inversión comparados con otras regiones emergentes, así como una elevada concentración de sus exportaciones. Estas impiden un crecimiento más alto, menos volátil, sostenible  y de mejor calidad, así como una acción efectiva para reducir el problema más serio que tiene la región, que es la inequidad. 

Si bien es cierto que el desempeño de los distintos países ha sido bastante heterogéneo, toda la región tiene por delante el enorme desafío de impulsar su potencial de crecimiento. Hoy más que nunca, América Latina no puede conformarse con un crecimiento del 3 % si quiere converger con los países industrializados en términos de PIB per cápita. Debe aspirar a duplicar esa cifra y a hacerlo de manera sostenida, sostenible y promoviendo un crecimiento de calidad con inclusión social.

Para ello, América Latina necesita promover una transformación productiva que permita a sus países evolucionar de un modelo de ventajas comparativas basadas en la explotación de productos primarios con poco valor agregado, hacia el desarrollo de nuevas ventajas comparativas dinámicas, más sofisticadas, que incorporen mayor valor agregado a los recursos naturales además de actividades más productivas que contribuyan a generar fuentes formales de empleo. Esto implica niveles más altos de ahorro e inversión, contar con capital humano con las habilidades y la educación que demanda la revolución digital, ampliar la inversión en infraestructura, mejorar la institucionalidad e incorporar la dimensión ambiental para lograr que el desarrollo sea sustentable. En este contexto es fundamental atraer flujos externos de capital, especialmente inversión extranjera de calidad, e insertarse en las cadenas globales de producción.

América Latina debe además replantearse seria y pragmáticamente la integración regional. Se necesita superar la actual fragmentación de los esquemas de integración y relanzar aquellos que sean efectivos y competitivos en el mundo actual, además de lograr consensos políticos que contribuyan a unificar la voz de la región en el contexto global.

Los objetivos mencionados aquí forman parte de la Agenda Integral de Desarrollo que promueve CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina, para lograr un crecimiento estable, alto, sostenido, eficiente y compatible con el equilibrio ambiental.

El actual contexto internacional no da lugar a titubeos. Sólo la construcción de una visión de largo plazo permitirá a América Latina avanzar en estos retos estructurales para estar bien posicionada ante una realidad compleja, que probablemente nos deparará más sorpresas.

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