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Desahogos en tono de improperio

Nada más descriptivo que un insulto bien puesto. El problema es la reacción al insulto, el ego herido, la madre nombrada y demás razones estúpidas con que se justifica la agresión física.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
20 de junio de 2016

La dinámica es más o menos así: usted se levanta cada día a frentear la vida con la mejor actitud posible, intenta sonreírle con el primer café, verla bonita a pesar de los problemas; pero apenas prende el radio o se conecta a las redes, se da cuenta de que lo suyo es apenas una migaja frente lo que pasa, en este país o en cualquier lugar del mundo, cuando alguien se encarga de hacer de éste un mundo peor.

Desde milicianos somalíes islamistas, hasta gringos chafarotes enclosetados, expresidentes y secuaces delirantes, ministros obtusos, alcaldes desfachatados, corruptos irredentos. Tanta estupidez humana debería caber en una palabra, tanta desolación, tanta rabia.

Las redes y la indignaditis colectiva no alcanzan para expresar el corrientazo que retuerce las tripas, oprime el pecho, calienta las neuronas y, de ahí rápido, salta a la boca bajo la forma de la expresión universal del oprobio ¡Ese es mucho hijo de puta! o ¡hijueputa!, como quiera. Para rematar el insulto, o a cambio de él, malparido o malnacido. Hijo de tu madre. Chinga la madre. La puta que te parió.

Una expresión de machismo universal y políglota. Los insultos más poderosos no son los que apuntan al personaje a deshonrar, sino a la mujer que carga con la culpa de traerlo al mundo, para siempre y mientras viva. Esta incoherencia es tremenda. Si se quiere romper la inercia de involucrar a la madre ¿cuál es la palabra de más grueso calibre para insultar a alguien por lo que es, sin meterse con ella que nada tiene que ver en el asunto?

A Omar Mateen, el asesino de Pulse, ¿qué calificativo le cabe? ¿cuál le sienta bien al comandante de los milicianos que asesinó a 148 estudiantes en Kenia? ¿cómo se adjetiva al padrastro que viola a una bebé? ¿al asesino de Rosa Elvira Cely? ¿al que se roba la plata de la alimentación escolar? ¿al que ordeña los recursos de la salud? ¿al que sabotea la oportunidad para la paz?

Las respuestas, para bien de nuestra pródiga lengua castellana, son abundantes. Un pequeño sondeo en Facebook me recordó muchas de ellas. Se puede aludir temas sexuales, como gonorrea, cabrón o carechimba. O al reino animal, con bestia, lamprea, batracio o rata. Algunos acuden a discapacidades como oligofrénico, tarupido (unión de tarado y estúpido), lamesobaco, o bobo cagado. Bazofia o basura relacionan al humano con los peores desechos, y pelafustán o lumpen, con una determinada condición de clase.

Como en Baracunatana (garulla retrechera abeja bergaja fulera guaricha garosa morronga farisea gorzobia) cada quien le puede cantar su tabla que, según la región, incluirá pirobo, garbimba, imbécil, gurrupleta, crápula, pichurria, tripanosoma, zamacuco, cruzapia, petardo, poquito. Cada una de ellas disponible con los prefijos triple, tetra y catre tales.

Al menos en castellano, parece que una sarta de adjetivos descalificativos puede reemplazar el llamado materno. El asunto está documentado desde el deslenguado Don Quijote insultando a su escudero Sancho: traidor, descompuesto, villano, infacundo, deslenguado, atrevido, desdichado, maldiciente, canalla, rústico, patán, malmirado, bellaco, socarrón, mentecato y hediondo.

Siendo como son, palabras, los insultos son una descarga emocional mediante nuestra arma más inteligente y afinada, la lengua. Nada más descriptivo que un insulto bien puesto, ni cosa mejor que sentar una rotunda antipatía cuando toca. Que alce la mano el que nunca haya insultado. El problema es la reacción al insulto, el ego herido, el honor mancillado, la madre nombrada y demás razones estúpidas con que se justifica la agresión física, el llamado a los puños, al machete o a la bala.

Son solo palabras. Y así debería respondérseles, con palabras. Seguir construyendo el procaz diccionario de la lengua soez, a ver si aprendemos a insultarnos con altura y dejamos la bajeza de matarnos.

@anaruizpe

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