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Aves de pésimo agüero

Esta gente no se va por las ramas. Quienes les mueven los hilos están interesados en que la guerra no cese, en copar los territorios que otras armas dejen, en mantener a la sociedad asustada.

Semana.Com
2 de abril de 2016

La Costa Atlántica paralizada, sin comercio, transporte ni colegios, todo el mundo guardado en sus casas temblando de miedo, mientras de la Guajira al Urabá el rumor de las armas rompe las ganas de vivir en paz. Las aves de carroña se alebrestan aquí y allá, imponiéndose donde han sembraron su poder desde hace años, y abriendo surcos donde otros malos agüeros empiezan a dejar las rutas de muerte abiertas.

La historia de los paramilitares en esos territorios del norte del país no terminó de escribirse en Ralito. Ese proceso de paz dejó como herencia nuevas generaciones de delincuentes que a punta de extorsión y narconegocios ha generado segundas, terceras y cuartas generaciones. Si no fuera tan absolutamente dramático el asunto, parecería divertida la confusión de la prensa para referirse a ellos: Paras 3G, Neoparamilitares, Bacrimes. Al final, son lo mismo de la década pasada y de la anterior, y más allá hasta la primera mitad del siglo pasado, cuando los liberales de entonces llamaron pájaros a las fuerzas retrógradas y recalcitrantes que imponen por la fuerza de los fusiles los llamados al orden autoritario que se sitúa en la extrema derecha del espectro político.

Tienen diferentes “chapas”, eso no importa. Desde el MAS de los 80, las AUC de los 90, a los Urabeños, Úsugas, Gaitanistas y Águilas que hoy nos azotan. Están regados por todo el país, pero obviamente actúan con mayor eficacia donde sus tentáculos mejor han casado con las corruptelas políticas. La parapolítica les dio un asomo al poder que se convirtió en el cáncer de extensos territorios, y la guerra por las rutas de tráfico de drogas y armas contra las FARC aupó su espíritu expansivo.

Los carroñeros viven de la guerra y se nutren del miedo. El lunes 28 de marzo aterrizó en los correos electrónicos de un número indeterminado de “periodistas serviles del castrochavismo” del Cauca un panfleto de las Águilas Negras.

Según la amenaza, los siguientes “hijueputas declarados como objetivo militar junto a sus familias y colaboradores”, tienen una semana para salir del departamento o los van “a matar como ratas” (copio textual): toda la Marcha Patriótica, profesores de Unicauca, asesores de las Farc, guerrilleros camuflados y candidatos políticos del narcoterrorismo, dirigentes de Asoinca, Aspu, Cima, Acin, Ruta Pacífica de las Mujeres, Acit, Cococauca y Junta Patriótica. Y 7 personas con nombre propio entre quienes están la Secretaria de Gobierno del departamento, el vocero de la Marcha Patriótica, personas que han trabajado en restitución de tierras, líderes sociales y comuneros.

Validan la amenaza parafraseando al Centro Democrático (proceso de paz donde el traicionero de Santos está entregando al país al narcoterrorismo), y cierran con la frase motivacional “Por Un Nuevo País” que resulta paradójica, pues es el nombre del Plan de Desarrollo del gobierno Santos. Libelos de esta calaña han circulado por millares en este país que se sigue negando a morir desangrado, pero llama la atención en este caso que el texto lleve las tildes tan bien puestas y ninguna falta de ortografía. Me aterra pensar en el día que estos pájaros de mal agüero lancen sus infamias correctamente redactadas.

Lo cierto es que, más allá de la semiótica que se desprende de estos mensajes de muerte, llegó a todos los medios locales, como para que no quede duda del impacto social que quiere provocar: miedo, desasosiego, incertidumbre y silencio.

En este momento todos tenemos los ojos puestos en la Costa, pero los pájaros de la muerte vuelan igual por las veredas del Patía, Argelia, El Tambo y Caloto, amedrentan, patrullan, amenazan, reparten panfletos, paralizan a la población impidiendo la llegada de servicios de salud. Y matan, para que no quede duda de su palabra infame: 7 líderes sociales e indígenas han sido asesinados en estas últimas semanas en el departamento donde la guerra con las Farc jugó las últimas batallas.

Esta gente no se va por las ramas. Quienes les mueven los hilos están interesados en que la guerra no cese, en copar los territorios que otras armas dejen, en mantener a la sociedad asustada. Aves del peor agüero, que se pintan las plumas color venganza, que se disfrazan de justicieros armados con fusiles y palabras. El gobierno hoy les declara la guerra, y empezamos este nuevo ciclo de violencia. No queda más que echar mano de la solidaridad y la valentía para enfrentarlos, y no apoyar a quienes les lanzan carnaza desde las redes sociales y las tribunas políticas.

@anaruizpe

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