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Lágrimas de felicidad en un sepelio colectivo

He visto esta semana como caen las lágrimas emocionadas de mucha gente mientras escucha los versos que declaran la muerte de la guerra.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
12 de septiembre de 2016

El llanto está asociado al dolor, a la angustia y a la pérdida. No podemos programar las lágrimas, aparecen como un acto espontáneo del cuerpo que expresa, por lo general, el rechazo a lo que nos hace daño. Las aguas que brotan de los ojos le muestran a los otros que adentro algo nos duele, nos aprieta, nos lastima. La muerte hace llorar porque nos pesa una ausencia y la guerra, aunque no la vivamos en carne propia, nos hace llorar porque tenemos la capacidad de imaginar y sentir el dolor de otros. El llanto por el dolor ajeno nos hace solidarios, humanos, nos hermana.

Pero no todo llanto es triste. A veces las aguas se escurren de los ojos por pura felicidad, como si el recinto del cuerpo dijera “no me cabe más esta emoción, debo expulsar algo para no reventarme”. Por eso a los seres inexpresivos, agrios, se les dice “secos”, porque es como si hubieran castrado el alma para impedir que sus aguas broten.

Ser llorón, o llorona, lejos de ser defecto es una enorme virtud. Llorar no demerita de la fuerza, la valentía o la inteligencia; por el contrario, las exalta y ennoblece. Y un llanto compartido es la simultaneidad de un sentimiento, obvio en momentos de tristeza o de alegría, no tan obvio en instantes de pura emoción estética. Quien no ha compartido lágrimas emocionadas por la música o la poesía algo importante le falta por vivir.

Este momento de Colombia es trascendental por la razón y por la emoción. Hay miles de argumentos por los cuales se apoya el ‘Sí‘ en el plebiscito del 2 de octubre, están redactados en las 297 páginas del Acuerdo de La Habana y estipulados en los requerimientos de la financiación internacional al posconflicto. Las razones se encuentran en cualquier municipio que malvivió asolado por los hostigamientos y los combates y hoy renace sin barricadas ni miedos. Son tantos los argumentos para el ‘Sí‘, y tan pocos los del ‘No‘, que quienes hacen campaña para oponerse deben recurrir a la mentira y al miedo colectivo en su intento por conseguir adeptos.

Pero incluso, y mejor que eso, son las emociones compartidas que este proceso le está aportando al país. Las campañas ciudadanas por el ‘Sí‘, que florecen en cada región por generación espontánea, dan cuenta de la voluntad de hacer común la esperanza en un mejor país. Esta proliferación de mensajes y de ideas es mucho más que una campaña política, es la convergencia de anhelos de superar el dolor, de pasar la página violenta y construir nación. Las campañas ciudadanas por el ‘Sí‘ no son, como dicen los opositores a la paz, mera ingenuidad. Son la raíz que estamos sembrando para creer que somos capaces, porque entre todos estamos dando sepultura a la guerra política en Colombia.

La iniciativa ‘Descanse en paz la guerra‘ convocó a los poetas a escribir su epitafio para la guerra, y miles de personas han acogido el llamado. La muerte de la muerte es una figura icónica alrededor de la cual cientos de personas se han reunido en las bibliotecas públicas del país para escuchar los versos que llaman a darle sepultura a la guerra, y en muchos de esos momentos, han saltado llantos colectivos emocionados.

Hacer saltar simultáneamente los corazones y las lágrimas en torno a un deseo de común bienestar le da forma al nuevo país que tenemos que construir. Así como lloramos de felicidad con los triunfos de los deportistas colombianos en los Olímpicos, con Nairo coronado como Rey de España o como estalla el alma con un gol de la Selección, he visto esta semana como caen las lágrimas emocionadas de mucha gente mientras escucha los versos que declaran la muerte de la guerra.

Para la guerra nada, dice cantando como los ángeles Marta Gómez y hace llorar al auditorio de la Biblioteca Nacional en Bogotá. Teresita Gómez, desde su piano en Medellín, propone un "Si Si Si Siiiii" recreando a Beethoven. En Buenaventura, Leonard Rentería rapea por el ‘Sí‘ en medio de un mitin uribista. Y así, los artistas van sumando su voz, sus manos y sus palabras al servicio de la paz. Miles de expresiones que desde la música y la palabra nos convocan a creer, y a crecer como nación en la reconciliación. Para que la muerte muera, #ObvioSI

P.D. En el Congreso Gastronómico de Popayán se evidencia el poder de la paz. Las regiones más golpeadas por la guerra exhiben hoy su cultura del sabor, la riqueza de sus viandas y debaten la trascendencia de la paz tanto para el desarrollo de las cocinas populares y como para las gourmet. Con la paz, todos ganamos.

@anaruizpe

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