Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN ON-LINE

Las 3 mesas de la paz

Con el premio Nobel en su haber y la movilización ciudadana activa como no se veía en mucho tiempo, el Presidente tiene en sus manos un alto margen de dirección política.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
10 de octubre de 2016

Es muy difícil escribir una columna en las circunstancias actuales. Pasamos por el vértigo de la semana que nos hundió en la desesperanza total y nos va sacando a flote a punta de movilización ciudadana y de reconocimiento internacional. El Acuerdo de paz sigue empantanado, a la espera de que los opositores planteen las reformas a las que los obliga la responsabilidad histórica de haber ganado en el plebiscito.

Porque el panorama que pretendieron paladear estos reformadores del Acuerdo, aun sorprendidos por su triunfo en urnas, no va a ser el de hacer tabla rasa del Acuerdo, partir de cero y dilatar, dilatar y dilatar. Este es un país cansado de violencia que ya atisbó la paz, y a partir de ahí no se va a conformar viendo por televisión como se hace una rapiña de mezquinos cálculos políticos sobre la esperanza de pasar, de una vez por todas, el cruento capítulo de la historia guerrillera colombiana.

El resultado del plebiscito no fue, como se regodeaban en el Centro Democrático, la caída de Santos, no dieron el golpe que aspiraban a encabezar, no pudieron someter al país a su embrujo autoritario. Primero, porque ellos mismos se dieron una estocada con su gerente bocón; pero además porque el Presidente, sagaz, ha ido mermando sus espacios políticos para ponerlos en su verdadera dimensión. Con el premio Nobel en su haber y la movilización ciudadana activa como no se veía en mucho tiempo, el Presidente tiene en sus manos un alto margen de dirección política.

Ahora llegan ecos de avances en la negociación con el ELN, el reducto que nos faltaba para poder dar vuelta definitiva a la página y empeñarnos en darle lustre a este país tiznado de barbarie. El Presidente debe haber movido esta ficha con todo el empeño, por que sabe que con eso –como si necesitara más – va a quedar escrito en piedra su nombre como el hacedor de la paz en Colombia.

El gobierno va a tener que atender 3 mesas de negociación simultáneas, la de los opositores al Acuerdo de La Habana, la de La Habana y la de Quito. La encrucijada es de tiempos. La instalación de la mesa con el ELN en Quito no hace más sencillas las cosas, pero quién dijo que sacar adelante un consenso sobre la paz sea fácil en este país despendolado.

Con los opositores hay que meter el acelerador a fondo, nada de dilaciones ni pendejadas en la mesa. La Canciller ya lo dijo públicamente: el que tenga reparos al Acuerdo de Paz que los diga ya o calle para siempre. No se va a permitir que este asunto espere por 2 años a resolverse en la campaña presidencial. El cese al fuego termina el 31 de octubre, ese es un plazo perentorio y viable para presentar las objeciones que en ningún caso (y este es un acto de fe en el gobierno) deben romper la nuez de los Acuerdos, que son las víctimas.

Con La Habana hay que mantenerse en lo dicho, templar la rienda hasta cuando lleguen los puntos de renegociación a la mesa. Las FARC han reiterado día a día su voluntad de paz, y la situación de la tropa en proceso de desmovilización está siendo monitoreada por los buenos oficios de la Naciones Unidas.

Con el ELN es imperativo acordar un compromiso humanitario que los haga desistir, de una vez y para siempre, del secuestro. En esa mesa nada va a avanzar mientras ellos insistan en dejar pasar el bus de la historia justificando el mantenimiento de prácticas atroces. De lograrse un pronunciamiento en este sentido, la mecánica de avance en los diálogos se destraba.

Las 3 mesas de la paz nos van a tener en vilo por un buen rato, hasta que necesariamente converjan en un solo momento de ratificación del consenso de la paz estable y duradera que nos merecemos. No consigo intuir si el ELN es consciente del momento que estamos atravesando y, quién sabe, tenga una fórmula de negociación flexible y rápida. Porque lo cierto es que este quiebre de la historia no se repite.

Ahora, ¿cuál va a ser la fórmula del consenso? Nadie sabe. Los Cabildos Abiertos que propone Eduardo Cifuentes y le gustan a los estudiantes, o la Constituyente que quieren los petristas, o un nuevo plebiscito, es imposible saber en este momento cuál va a ser el mecanismo, pero todas las fórmulas son riesgosas por ingenuidad política. Colombia no regala nada; aquí nada es fácil, ni obvio. Miren no más el plebiscito, cargamos con la deformación emocional de una guerra prolongada, con la exuberancia de los deseos de venganza, con la incultura política de una enorme cantidad de gente que no vota y cuando lo hace, está enajenada por mesías, por iglesias o por cualquier otra mentira. Cantos de sirena que pueden poner en bandeja la legitimación de la reversa.

La primera semana de octubre de 2016 ya tiene un lugar en los referentes de la historia colombiana. Como la primera de noviembre de 1985, por ejemplo. Pero que nadie crea que ya pasó, porque lo que se nos viene no da tregua. Gobierno a sus mesas, gente a la calle y la esperanza de la paz intacta, que es momento propicio para atravesar las grandes aguas.

* @anaruizpe

Noticias Destacadas