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ANTANAS: ¿IRREVERSIBLE?

Ha llegado la hora de que surja un candidato a la Alcaldìa de Bogotà que se atreva a decirnos a los bogotanos la pura verdad

Semana
23 de mayo de 1994

PARA LOS PERIODISTAS, LAS APARICIOnes en público de Antanas Mockus se han convertido en una fuente inagotable de aventuras, emociones y situacione insòlitas. Todo puede suceder. Destapes, vasos de agua que se arrojan a las caras, bolsas con excrementos que se refriegan en el rostro del expositor, zambras, puños, patadas, tarjetas amarillas, encapuchados armados...
Y lo que falta, porque la campaña para la Alcaldía de Bogotá apenas comienza.
Si las elecciones fueran hoy, lo dicen todas las encuestas, Antanas Mockus sería el sucesor indiscutible de Jaime Castro. La gente ha encontrado en el excéntrico ex rector de la Universidad Nacional a un hombre apolítico, honesto, distinto, inteligente y franco, que podría canalizar el voto de protesta del votante que está cansado de los políticos, desilusionado de la actual alcaldía y desesperado por la invivible situaciòn que se ha vuelto característica de la ciudad de Bogotá
Pero el problema es precisamente ese: Bogotà. Si es Antanas Mockus el hombre indicado para salvar esta horrible ciudad del futuro aún más espantoso ¿qué le espera?
Por ahora, el mérito de Mockus pertenece más al ámbito de la semiología de Humberto Eco que al de la avenida Caracas de Bogotá. Este académico ha logrado que lo oigan a través del lenguaje de los símbolos. ¡Cuántos políticos darían la vida por haber superado esta barrera de la comunicación! Atrae a los medios de manera automática, y recibe por cuenta de ello tanta publicidad, que le alcanza para él y para todo el que lo esté acompañando en el momento. Si no, que lo diga un hombre serio, y también candidato a la Alcaldìa de Bogotà, Enrique Peñalosa, que por cuenta de limitarse a decir cosas serias, jamás se habría soñado primera página de El Tiempo y tres días seguidos de entrevistas a través de la radio y la televisión, de no haber sido porque Mockus le arrojó en una oportunidad un vaso de agua a la cara, y un estudiante encapuchado le refregó lo que sabemos en el rostro.
Sin embargo, en popularidad, Peñalosa no le llega ni a los tobillos a Antanas, aunque por ahora no se le ha pasado por la cabeza la posibilidad de retirarse. Días antes, otro aspirante al cargo, Saulo Arboleda, retiró su candidatura, derrotado por las encuestas. Previamente otro excelente aspirante, Carlos Ronderos, se abstuvo de inscribir su candidatura, ante la evidencia de que sin consulta liberal, es difícil que surja un candidato que tenga el suficiente apoyo del partido como para darle la pelea a Mockus. Por el momento, nadie más se ha atrevido a revelar aspiraciones para la Alcaldía. El fenómeno del ex rector de la Nacional es demasiado contundente, y a ningún bogotano le ha importado que la única propuesta que Mockus haya hecho hasta ahora para la ciudad sea la de que sus habitantes montemos en bicicleta.
Por eso he llegado a la conclusión de que Antanas Mockus es el mejor candidato a la Alcaldía de Bogotá, pero de pronto sería el peor de los alcaldes.
El problema es que en todo bogotano hay un gran estadista, que tiene opiniones propias sobre todos los grandes temas nacionales, pero ninguna sobre su propia ciudad, distinta de la de votar por el primer candidato que le garantice que no subirá los impuestos. Sin embargo, el caos de la ciudad es tal, que ha llegado la hora de que a Mockus salga a competirle un candidato que les diga la verdad a los bogotanos.
¿Cuál es esa verdad? Que Bogotá es casi la única ciudad del país, y del mundo, que no paga impuestos. Que la sobretasa de la gasolina es inevitable. Que el autoavalúo o cualquier otro sistema mejor que alguien proponga, es vital para la actualización del catastro, cuyo atraso tiene quebrada a la ciudad. Que de cada 100 pesos que le entran a Bogotá, 77 se van en pagar la nómina de los empleados públicos de la capital. Y por eso, inevitablemente, las empresas públicas tendrán que privatizarse, y hasta el Guavio tendrá que ponerse próximamente en venta. Habrá que despedir empleados, habrá que darse la pela con los poderosos sindicatos de teléfonos, acueducto y energía y habrá que cortar de tajo privilegios tan absurdos como el de la jubilación a los 20 años de servicios. En conclusión, la única manera se salvar a Bogotá será la de que vivir en ella se vuelva casi tan costoso como vivir en Manhattan, y resignarnos a que los impuestos para los bogotanos suban en un 400 por ciento, en lugar de comernos el cuento de que el mejor alcalde es el que nos garantive que ni siquiera subirán el 20 por ciento.
El hombre que se atreva a decirnos a los bogotanos las anteriores verdades puede llegar a ser, a diferencia de Antanas, el peor candidato a la Alcaldía de Bogotá. Pero no hay duda de que sería el mejor de los alcaldes.