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El debe y el haber de los candidatos

Carlos Vicente de Roux en mi opinión es el mejor. Mucho me temo que no va a ganar.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
13 de junio de 2015

En octubre tendremos que elegir alcaldes, y para Bogotá ya solo quedan cinco candidatos. De izquierda a derecha son: Carlos Vicente de Roux, Clara López, Rafael Pardo, Enrique Peñalosa y Francisco Santos.  Y puede aparecer lo que en hípica se llama un palo: un caballo ganador con el que no contaba nadie. Puede ser cualquier cosa: un periodista deportivo o un predicador religioso, o uno que sea a la vez las dos cosas. Recuerdo el caso de un locutor de teletón que hace 20 años lanzó su candidatura a la Alcaldía de Lima. “¡Pero si la gente no es tan tonta!”, le había advertido su mujer, según confesó él mismo, tras su victoria. Porque los limeños lo eligieron: no se debe menospreciar la tontería de la gente. Aquí eligieron alcalde a Antanas Mockus la primera vez con la única credencial de haberse limpiado el culo con los estudiantes de la Universidad Nacional.

Francisco Santos es el candidato oficial del Centro Democrático. O sea, la marioneta oficial, pero desechable, de Álvaro Uribe Vélez. A Santos lo recuerdo como un mediocre periodista de El Tiempo, y como uno aun peor de RCN. Como un organizador de marchas contra el secuestro a las que invitaba a participar a las autoridades encargadas de evitarlo. Como un miope vicepresidente encargado de la defensa de los derechos humanos y de la lucha contra la corrupción, ante cuyos ojos pasó sin estorbos toda la corrupción del gobierno más corrupto de nuestra historia y se multiplicaron los falsos positivos del más violador de los derechos humanos. Y lo recuerdo como precandidato presidencial sin dignidad alguna ante el maltrato de su jefe el marionetista. Pacho Santos fue secuestrado por Pablo Escobar, sí. Mal precedente, pues a causa de esa misma desventura fue elegido alcalde de Bogotá otro mediocre periodista de noticiero y organizador de marchas callejeras, Andrés Pastrana. Y así nos fue.

Enrique Peñalosa se presenta esta vez por firmas, y no por alguno de los distintos partidos que apadrinaron sus seis  o siete tentativas anteriores, del uribismo a los verdes. Fue elegido solo una, como independiente, y por miedo a que ganara el payaso de Moreno de Caro. Pero resultó muy buen alcalde: bibliotecas, colegios, parques, ciclovías, el TransMilenio…Dos lunares: el derroche de los millones de bolardos y el costosísismo error de las baldosas de TransMilenio (¿y por qué en todas las demás ciudades del mundo el carril de “solo bus” no necesita baldosas especiales?). El principal defecto de Peñalosa es que carece de principios en política: es el candidato in péctore que tiene Uribe para cuando vuelva a patear al pobre Pacho.

Rafael Pardo también ha sido alcalde de Bogotá, aunque solo por un par de semanas en sustitución de Gustavo Petro. De ahí para atrás, y aun más que Peñalosa, ha sido de todo, y de todos. Ministro de Trabajo de Santos por la Unidad Nacional. Candidato presidencial del Partido Liberal, al cual llevó en las elecciones de 2010 a la peor derrota de su historia: quedó de sexto. Fundador con Óscar Iván Zuluaga de un efímero partido uribista de garaje llamado Nuevo Partido, y primer promotor –con Noemí Sanín– de la primera reelección presidencial de Álvaro Uribe. Senador por Cambio Radical y ponente de la Ley de Justicia y Paz para los paras y los narcos diseñada por Luis Carlos Restrepo. Liberal pastranista. Ministro de Defensa de César Gaviria, y su consejero de Paz en 1990, cuando el bombardeo del campamento de los jefes de las FARC en Casa Verde que acabó con la tregua. Ahora es el candidato de un popurrí de partidos y grupos: el Partido Liberal, el Partido de la U, Cambio Radical, el Mira de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional que dirige la pastora María Luisa Piraquive, los Taxis Amarillos del magnate Uldarico Peña y, al parecer, la maquinaria distrital de la Alcaldía de Petro.

Todo eso está en el debe de Pardo. En su haber registra la exitosa negociación para la entrega de armas y legalización del M-19, el EPL, el PRT y el Quintín Lame hace 28 años, cuando era consejero de Paz de Virgilio Barco.

Clara López, candidata del Polo Democrático, también ha cambiado de partido. Pero no sin ton ni son, como saltan las ranas en el charco de la politiquería, sino en una coherente evolución hacia la izquierda desde sus orígenes oligárquicos: bisnieta del presidente conservador Jorge Holguín, sobrina de los dos López (Pumarejo y Michelsen) que fueron presidentes liberales. Del lopismo de su juventud pasó al galanismo y de ahí a la Unión Patriótica, para desembocar, a través del Partido Comunista, en el Polo. Fue su candidata presidencial hace un año, logrando con casi 2 millones de votos el mejor resultado (después del de Carlos Gaviria en 2006) de un aspirante de izquierda en Colombia. Como presidenta del Polo denunció las dos mayores vergüenzas de los vergonzosos gobiernos de Uribe: la penetración del paramilitarismo en todos los niveles del Estado y el horror de los “falsos positivos” de Soacha, punta del iceberg de la sistemática violación de los derechos humanos por parte del Ejército colombiano. En cambio nunca vio ni denunció la desaforada corrupción del alcalde Samuel Moreno, de quien fue secretaria de Gobierno durante dos años y medio. Solo se dio cuenta cuando se lo llevaron preso.

Carlos Vicente de Roux va por la Alianza Verde, tras abandonar el Polo por la corrupción de Moreno y el progresismo petrista por la corrupción de Petro. Ha sido concejal de Bogotá por el Polo desde hace 14 años. En mi opinión es el mejor de los cinco candidatos. Mucho me temo que no va a ganar.

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