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¡APARECIERON LOS CORDONES!

"Ahí van los benditos cordones. Dios los conserve largos años a ambos: a usted y a sus zapatos".

Semana
19 de diciembre de 1988


Ahora me sobran cordones. Lo que no sobra nunca, sin embargo, es el cariño de la gente, y ahora lo he comprobado en carne propia, a través de la solidaridad con el necesitado.

En mi trabajo radial, que es cotidiano y extenuante, suelo convocar la ayuda de los ciudadanos para colaborarle al que requiere una droga que no se consigue, una transfusión de sangre, un pedazo de pan en medio de la inundación o el terremoto.

Y el otro día, en esta misma página, relaté las cuitas y afugias que he vivido buscando un par de cordones de zapatos viejos, de los que ya no se usan. La revista salió a la calle y a partir de ese momento ha caído sobre mi escritorio, literalmente, una lluvia de cordones. Vienen de todos los lugares de Colombia, los envían niños y ancianos, hombres o mujeres, ricos y pobres.

Lo mejor de cada remesa no son los cordones sino las cartas que los acompañan, afectuosas, graciosas y maravillosas. No he resistido, por ello, la tentación de publicar un compendio de esas cartas. Aquí va:

De Medellín: "Tengo estos cordones, 'negros, delgados y redondos' como usted dijo, porque a mí sólo me gustan los zapatos de amarrar, pero como también hay que estar de cuando en cuando a la moda, me pongo mocasines. Eso si: cuando los uso, siento que estoy en medias o que se me van a salir. PD: van dos pares café y dos negros. Si necesita más, avíseme." William E. Halaby.

De Bogotá: "Te envío un cordial saludo y dos pares de cordones." Mauricio Res1repo Restrepo, Proganda Sancho.

De Anapoima (Cundinamarca): "No eche al olvido esos zapatos que tanto le han durado y resistido remontas. Deben ser de becerro inglés. Junto con los dos pares de cordones, reciba mi cordial .saludo." Nery Onofre de Fonseca.

De Bogotá: "Fue conmovedor y patético su `Réquiem por un cordón'. Aunque no llega a la profundidad del de Mozart, debo confesar que su título me hizo esperar un análisis sobre el cordón umbilical y anticipé un fraseo sobre el tema `La patria es el lugar donde se enterró nuestra placenta' o algo así. Respiré aliviado, no por el tema en sí, sino por tener la oportunidad de auxiliarlo con un par de cordones que `históricamente' vinieron de Curazao, hace muchísimos años, cuando mi señora me llevó a conocer el papiamento. De modo, pues, que, en forma anacrónica, puedo decirle que con estos cordones quedo textualmente a los pies de usted." Alberto Mejía Diazgranados.

De Envigado (Antioquia): "Ahí van los benditos cordones. Dios los conserve largos años a ambos: a usted y a sus zapatos." J.C.S.

De Cali: "Soy-terco y embelequero, como usted, porque desciendo del abuelo Pedro, con su orden prusiano para poner en las estanterías (república independiente de los comejenes) un poco de frascos viejos, rotulados con nombres y caligrafía de la época de la colonia: crémor tártaro, piedra alumbre, ácido bórico, esencias y polvos que le valieron, en la Guerra de los Mil Días, tener la mejor botica de los pueblos del norte del Valle, herencia de su padre. Por ello, sírvase recibir, como cuota inicial de la deuda que tengo contraída con su columna semanal, este par de cordones, redondos, negros, casi delgados, lo más cercano de los que usted necesita. Su escrito sobre los zapatos con arabescos es una réplica de los que dejó en Cartagena el gigante de la poesía. Aún así, si insiste en venderlos, espéreme, que yo se los compro. Soy Fabio Ocampo Castaño, tengo 35 años, ingeniero pereirano, vivo en Cali desde hace 10 años, soñador y contento de estar donde estoy y de ser lo que soy".

De Bogotá: "Para que sepa que en Bogotá se consigue de todo, le envío unos cordones negros, delgados y redondos. El suscrito usa siempre botas de cuero negro, de amarrar con cordones, y punteras de acero para evitar dolorosos pisotones en los buses urbanos. Dios lo bendiga, y cuide sus zapatos viejos. Pedro Cuervo Barrera, artista, pintor, escritor".

De Ibagué: "Como testimonio de solidaridad con sus zapatos viejos, símbolo vivo de tantas cosas que se nos están yendo, permítanos, a mi familia y a mí, ofrecerle el pequeño presente que adjuntamos. Nuestro problema era el contrario del suyo: ¡teníamos los cordones, pero no tenemos los zapatos! Nos halaga pensar que usted podrá seguir calzando esos verdaderos monumentos históricos. Buen camino."Astrid Baeyens Caro.

Como ustedes pueden apreciarlo, gracias a la generosidad de la gente, ahora tengo cordones de sobra. Ya no vendo mis zapatos viejos. Sería una traición al cariño de los corresponsales. Ahora, en cambio, estoy tentado a dedicarme a vender cordones...