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Los retos de seguridad para el 2017

El balance del año 2016 en materia de seguridad deja más cosas positivas que negativas, en todo caso, hay lunares que fácilmente pueden crecer.

Ariel Ávila, Ariel Ávila
6 de enero de 2017

En términos positivos la tasa de homicidio es la más baja en los últimos cuarenta años. Se ubicó en 24,4 por cien mil habitantes.

Como fue tendencia durante todo el año, a nivel rural el homicidio descendió de forma importante en varias regiones. También en la mayoría de ciudades el descenso fue la constante, aunque menos pronunciado.

Igualmente, en lo que tiene que ver con afectación por el conflicto armado los resultados son impresionantemente positivos: los ataques a la infraestructura energética se redujeron en más de un 80% comparado con los datos de 2012 o 2013. De hecho, la casi totalidad de los ataques contra la infraestructura fueron cometidos por el ELN y unos pocos casos por saboteadores locales.

Asimismo, en términos de heridos y muertos las reducciones son impresionantes. La siguiente gráfica muestra el comparativo anual de los miembros de la Fuerza Pública heridos en actos del servicio. Como se ve existe un descenso pronunciado desde que se produjeron los ceses unilaterales de las FARC y el cese bilateral.

En el caso de miembros de la Fuerza Pública muertos en actos del servicio, la reducción es de más del 50% comparando 2014 con 2016, tal como se ve en la siguiente gráfica.

Los resultados del proceso de paz con las FARC y los buenos resultados contra las bandas criminales en algunas regiones del país se ven en los números. Sin embargo, existen también datos preocupantes.

A nivel rural, algunos delitos han tendido a incrementarse. Por ejemplo, en la zona del sur del Meta, a medida que las FARC se iban retirando hacia los puntos de pre-agrupamiento y ahora para las zonas de ubicación, la delincuencia común ha ido copando espacios.

Si bien, no tienen la estructura para controlar mercados ilegales como el de la droga o la minería criminal, sí han causado el aumento de delitos como el abigeato, el tráfico de madera y el hurto en general.

No debe olvidarse que en las zonas donde operaban las FARC, esta guerrilla administraba justicia y regulaba la vida social. Ahora lo que se nota es que en estas zonas postfarc la violencia común viene en aumento.

A nivel urbano es donde la situación no da tregua. Si bien la mayoría de los alcaldes manifestaron que los delitos se habían reducido, lo cierto es que es una reducción ficticia. Es decir, lo que se ha reducido es la denuncia. La tramitología para denunciar un hurto común es tan complicada y dificultosa que la población prefiere no hacerlo.

Además, la percepción de inseguridad, es decir, la sensación de una persona sobre el ambiente de seguridad a la hora de caminar o transitar por un vía se mantiene constante en varias regiones y ciudades y la tendencia es al alza en otras.

El gran reto es reducir estos delitos como el hurto a personas y entre estos, el hurto a celulares, a viviendas, a locales comerciales, y a motocicletas. Hoy día, en las principales ciudades del país, uno de los sitios más inseguros es el trasporte público, lo cual hace muy complicado la vida digna en una urbe.

El gran problema con todo esto, es que la mayoría de las administraciones municipales basan sus planes en el pie de fuerza de la Policía, y los efectivos no dan abasto para cubrir los requerimientos.

Así las cosas, se debe comenzar a aprender a gerenciar la seguridad más allá de la Policía, algo para lo que las administraciones locales no están preparadas.

Por último, existen dos retos adicionales. Por un lado, lograr controlar y comenzar a reducir los mercados ilegales: su geografía, la población que vincula y las riquezas que genera. Si bien, el Ministerio de Defensa y la Fiscalía tienen datos de capturas para mostrar, lo cierto es que las dinámicas comerciales de los mercados ilegales no se han reducido. Un buen ejemplo fue lo ocurrido en Bogotá, donde se intervino la zona del Bronx y si bien se logró sacar una buena parte del crimen de la zona, este se trasladó a otros sectores y el flujo de droga no se ha reducido en la ciudad, a largo plazo no hubo ningún impacto.

Por otro lado, tal vez el reto más importante en materia de seguridad tiene que ver con la protección a líderes sociales y nuevas minorías políticas. Los datos de asesinatos selectivos y amenazas a estos líderes son alarmantes. De esta protección dependerá el éxito del postconflicto.

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