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¿Cuáles sapos?

Firmar la paz es mucho mejor que seguir en la guerra. Pero, revisando el acuerdo, en realidad no hay “sapos” que tragarse y no hay tal negociación imperfecta.

Ariel Ávila, Ariel Ávila
7 de septiembre de 2016

Ahora hasta algunos funcionarios del Gobierno Nacional hablan o dicen que los acuerdos de La Habana son unos acuerdos imperfectos y que si bien hay que tragarse algunos “sapos”, lo cierto es que firmar los acuerdos de paz será mucho mejor que seguir en la guerra. Sin embargo, haciendo una revisión minuciosa de los mismos, en realidad no hay “sapos” que tragarse y no hay tal negociación imperfecta.

Por ejemplo, en el tema de justicia, la no cárcel ha sido el centro del debate. Como se sabe los acuerdos de La Habana se hacen bajo el principio de promover la verdad y la reparación integral a las víctimas. Hasta el día de hoy la justicia colombiana no ha logrado llevar a ningún jefe de las FARC a los estrados judiciales, ha habido bajas, pero ninguno ha pasado por la justicia. Con la creación de la Jurisdicción Especial para la Paz, todos los jefes deberán pasar por la justicia, y si quieren recibir beneficios, deben restaurar, pedir perdón, contar la verdad y lo más importante; dar garantías de no repetición. Si se colabora en esto se recibe una sanción de restricción efectiva a la libertad. Pero si no se colabora habrá entre 8 años y 20 años de cárcel. De tal forma que los acuerdos traerán mucha justicia, al menos mucha más que si esto se solucionara solo por la vía militar que es la propuesta de Uribe, eso sí sería impunidad, sería un borrón y cuenta nueva.

Otro de los supuestos “sapos” que habrá que tragarse tiene que ver con los asuntos de reincorporación. Donde supuestamente el pago de los poco más de 600 mil pesos y el dar proyectos productivos de 8 millones de pesos por una sola vez, es aberrante y absurdo, así lo dicen varios partidarios del ‘No‘. Este tipo de afirmación carece de validez y es un análisis bastante simple. Por ejemplo, los paramilitares durante años recibieron sueldos por parte de la ACR en su proceso de reincorporación, al igual que capacitaciones, proyectos productivos y nadie dijo nada. Es decir, el proceso de transitar de la vida armada a la vida civil, después de 50 años de guerra, debe ser asistido por el Estado, se deben prestar algunas condiciones favorables para dicha reincorporación. Con ello se disminuyen las probabilidades de reincidencia de los ex combatientes. Esto ha sido algo normal en todo proceso de paz. Así las cosas no hay ningún escándalo de los 600 mil pesos. De hecho es poca plata para la reincorporación y me atrevo a decir que en la negociación de reincorporación faltó una parte y tiene que ver con los mandos medios de las FARC.

El otro supuesto “sapo” que se deben tragar los colombianos tiene que ver con el tema de participación política de las FARC. Como se sabe serán 5 curules en Cámara y 5 en Senado desde 2018, con el principio que las FARC participan en elecciones y se les mantiene un cupo mínimo. En primer lugar, no es la primera vez que en Colombia se entregan curules, en los procesos de paz de los años 90 se hizo lo mismo. En segundo lugar, en otros procesos de paz del mundo se ha hecho lo mismo y el promedio es de entregar entre el 30 y el 49 % del legislativo, aquí no alcanza a ser ni siquiera el 5 %. En tercer lugar, no debe olvidarse que las FARC intentaron participar en política en los años ochenta del siglo XX y les asesinaron decenas de líderes sociales, concejales, diputados y llegaron a tener 14 congresistas, muchos de ellos asesinados y otros huyendo ante el peligro. En esa masacre participaron narcos, paramilitares y sobre todo agentes estatales. De tal forma que 10 curules ni siquiera compensa los 14 congresistas que llegaron a tener.

De hecho, las aspiraciones de las FARC era que les devolvieran los concejales, diputados, así como los alcaldes que tenían y nada de eso se entregó en los diálogos de La Habana. Así las cosas, el gobierno la sacó bastante barata. Pero además entregar 10 curules a cambio de terminar una guerra de más de 50 años, que dejó millones de víctimas, es un costo mínimo. Incluso se podría decir que el lograr que las FARC acepten las reglas de juego del Estado colombiano y la institucionalidad democrática fue el principal logro de la negociación. No hay “sapos”, no hay una negociación imperfecta, es la mejor negociación.

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