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ANTETITULO

¡No es tan difícil!

El capital social no es asunto de espacio, es de respeto y convivencia.

Ariel Ávila, Ariel Ávila
23 de marzo de 2016

Hace diez años, en mi primer día de trabajo recorrí varios proyectos de Vivienda de Interés Social desarrollados por la compañía con la que empecé a trabajar ese día. Al entrar a un apartamento, la persona que me guiaba dijo: “Pequeño, ¿no?”, yo asentí y le di toda mi aprobación a su comentario, quería “entrar en el molde”.

Al llegar a casa, comenté con mi familia que definitivamente todo es relativo y depende del observador y el contexto. Había vivido ocho años fuera de Colombia, me fui para completar mi formación académica con una beca de mi universidad. Viví en Madrid, París y Nueva York. Los 47 metros cuadros del apartamento que había visto horas antes lucían como un ‘potrero’ comparados con los espacios habitables de esas ciudades.

Hace un año recibimos los resultados de un estudio que le encargamos a la Universidad de los Andes y con este pude confrontar mi percepción sobre la relatividad del espacio. Se trataba de un análisis para constatar qué tanto capital social creamos en los conjuntos residenciales que construimos y que acompañamos en el proceso de conformación de la comunidad.

El informe reveló que son cuatro los factores presentes en los conjuntos que intervenimos desde el programa de acompañamiento social, donde el capital social es alto. El primero son las actividades con las que la comunidad se conoce e identifica las expectativas compartidas, esto propicia la asociación de las personas alrededor de proyectos comunes. El segundo son las acciones que promueven el desarrollo de competencias que permiten a las personas reconocer y aceptar sus diferencias. El tercero es el respeto por las normas que regulan la vida en propiedad horizontal (como el nuevo Código de Policía, por ejemplo). Y por último: la existencia de espacios físicos de reunión y esparcimiento para la comunidad.

El Harvard Study of Adult Development reveló que de las 700 personas estudiadas, aquellas que alcanzaron un mayor grado de desarrollo, fueron las que se declaraban más felices. ¿Qué patrón los unía? La alta calidad en sus relaciones interpersonales.

La reducción de la capacidad de compra de área de vivienda en ciudades como Bogotá es una realidad que se confirma en el más reciente estudio realizado por Galería Inmobiliaria. Sin embargo, una buena calidad de vida empieza por la construcción de relaciones humanas enriquecedoras con aquellas personas con las que nos cruzamos día a día: padres, deportistas, dueños de mascotas, a los que vemos en parques, canchas, ascensores, tiendas de la esquina o salones comunales.

Identificar los intereses que compartimos con nuestros vecinos y coordinar acciones con ellos en condiciones de respeto y honestidad, son la esencia del capital social, y está al alcance de todos.

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